La de Jorge Reyes, infancia curtida entre huracanes
Rio Lagartos, Yucatán, 18 de julio. A sus escasos ocho años, Jorge Reyes tiene una infancia curtida entre huracanes y ahora, por azares del destino, enfrentó su segundo meteoro, pero esta vez no en su casa, sino en un albergue.
En su memoria prevalecen aquellas imágenes del devastador huracán Isidore que en septiembre de 2002 inundó su vivienda en medio de fuertes ráfagas de viento y lluvia que ocasionaron una larga y angustiosa espera.
El pequeño Jorge contaba en ese tiempo con seis años de edad, y con toda claridad narra que por abrir la puerta de su casa para permitir que entrara su perro, el viento se introdujo con tal fuerza, que fue necesario detener con algunos muebles la vivienda para que no fuera derribada.
Aquella noche, Jorge y sus abuelos ni tiempo tuvieron de salir de Río Lagartos, ya que en ese entonces, como hasta ahora, eran dueños de un pequeño restaurante, por lo que empacar el mobiliario implicaba varias horas de trabajo.
"Recuerdo las láminas que se golpeaban unas con otras, y que de pronto el agua comenzó a subir y a entrar por las rendijas de puertas y ventanas. Cuando me bajé de la hamaca el agua me llegaba al pecho", comentó.
Ante la disyuntiva de perderlo todo y empezar de nuevo, la familia decidió quedarse en el puerto, aún con la incredulidad por haber salido bien librado del paso del huracán Isidore.
Jorge Reyes sabe lo que es el miedo, por lo que ahora, con muchas horas de anticipación y haciendo caso de los informes y advertencias de las autoridades, desde la mañana del domingo abandonó con su familia Río Lagartos con resignación e incertidumbre, pero con la esperanza de tener las fuerzas para empezar de nuevo.
Su abuelo, Antonio Reyes, no quiere que el niño sufra la experiencia de otros huracanes, y por eso desde hace varios días preparó y empacó todas las cosas indispensables para continuar trabajando una vez que el fenómeno se aleje de Yucatán.
A bordo de su camioneta, sobre ollas, ventiladores e infinidad de enseres domésticos, el pequeño y su familia buscaron en esta ocasión un lugar seguro en la comunidad de Tizimín, en casa de unos familiares. Sólo algo lamentó Jorge: su mascota, el perro Toki, no lo podrá acompañar, ya que murió durante el azote del Isidore.
Luis A. Boffil Gómez, corresponsal