Usted está aquí: miércoles 20 de julio de 2005 Opinión El PRI tras un futuro

Luis Linares Zapata

El PRI tras un futuro

El feroz apetito por el poder de gran número de los militantes de elite del PRI los ha conducido a través de una difícil como tortuosa travesía. Todavía es prematuro afirmar que tendrán el éxito que esperan sus seguidores, pero ellos tratan por diversos medios y formas de dar el gran salto hacia delante para convertirse en una oferta electoral y política atractiva. Los triunfos alcanzados en las elecciones municipales y estatales recientes les extienden un aceptable aval aun cuando, en la mayoría de los casos, hayan salido raspados en su legitimidad. Vale entonces la pena intentar un primer acercamiento a lo que está sucediendo en el interior de ese partido en su difícil tránsito en busca de un futuro renovado.

El PRI es, sin duda, el más extendido y votado de todos los agrupamientos que disputan el lugar de preminencia en el horizonte colectivo; detenta el mayor número de los puestos públicos disponibles de la República; es el que más ataduras tiene con el pasado, el que carga con más pasivos para con las necesidades no satisfechas de la población y del que más se sospecha en cuanto a la honestidad de sus agremiados. Pero, al mismo tiempo, es el Revolucionario Institucional el que contiene los mejores cuadros políticos, el que ha entrenado a los más hábiles operadores para la negociación, la maniobra e incluso para la complicidad y la trampa; el que más obstáculos ha tenido que remontar para darse continuidad institucional.

Los cinco años posteriores a la decapitación sufrida en su vida orgánica no lo derrumbaron como muchos esperaban y hasta deseaban que aconteciera. Los priístas sortearon las continuas tentaciones centrífugas de personas y grupos internos que no encontraban rutas accesibles para satisfacer sus deseos. Han podido sobrellevar las miserias y las abiertas cortedades de sus impúdicos liderazgos envejecidos. Han perdido mucha de la energía constructiva durante sus múltiples gobiernos y en no pocas de sus agrupaciones sectoriales. Son sus sectores organismos que padecen arraigados síndromes corporativos que hace mucho atascaron sus engranajes de crecimiento con rituales y prácticas ineficientes y vagan, como cadáveres insepultos, en busca de un certificado de defunción que les ayude, finalmente, a redimirse para que puedan contribuir, de nueva cuenta, al desa-rrollo del país.

Pero, aun con todos esos pesos muertos sobre sus espaldas, han podido continuar en la brega y no les ha ido tan mal como se les auguraba. No cabe duda que el poder, aunque sea regional y menor, es un pegamento efectivo para preservar la unidad y un energético para la acción. Llegan así los priístas a la recta final para seleccionar, dentro de varios aspirantes ya bien probados, al que será su candidato a la Presidencia para 2006. Competencia que puede ser la de todas sus reivindicaciones o, de negárseles el triunfo, de duras varas adicionales que aguantar. Sin embargo, los priístas esperan, no sin tribulaciones, un abanderado que pueda regresarles la añorada residencia de Los Pinos, de donde, dicen, un intruso improvisado los sacó sin miramientos.

Para tal fin se han formado en su interior sendos grupos contendientes. Uno apoya a su actual presidente: Roberto Madrazo Pintado. El otro es una alianza sui generis (Unidad Democrática) que ha ido consolidando no sólo capacidad organizativa con nada despreciables recursos de toda índole, sino además ha perfeccionado sus métodos de selección y expandido su alcance político hacia imaginarios que pueden ser atractivos para los electores. De entre ellos saldrá, se espera, un legitimado aspirante a la candidatura del PRI para enfrentar al trabuco de Madrazo con serias posibilidades de salir airosos de la que será, sin duda, una dura y onerosa pelea.

El perfil y la imagen de Madrazo, ya harto cuestionada por buena parte de la ciudadanía, no pueden ocultar secretos ni provocarán sorpresas agradables. El aspirante circulará por el país con lujo de medios, atuendos y transportes. Difundirá, en su intentona inicial, una larga cadena de lugares comunes y presentará sus promesas de la manera más simplona posible, achicando su ya de por sí precaria o nula credibilidad. Bien se tienen identificados sus apoyadores incondicionales (los oaxaqueños Murat y Ulises Ruiz, el tabasqueño Andrade y otros adicionales como temibles personajes de la picaresca electoral). Ellos darán cuerpo a sus ambiciones hasta que sea detenido por el rival que le pondrá Unidad Democrática. De no lograrse este cometido, Madrazo sufrirá después los rigores de una competencia sin cuartel. Una que se desarrollará ante los ojos de los mexicanos, que ya anuncian, a las claras, su cerrada negativa para con sus pretensiones desmedidas.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.