Usted está aquí: miércoles 20 de julio de 2005 Opinión Dignidad: notas breves

Arnoldo Kraus

Dignidad: notas breves

Es imposible encontrar consenso acerca del significado de lo que implica el término dignidad. La dignidad es una vivencia personal y que cambia a través del tiempo en la misma persona. Cambia porque la persona se modifica y evoluciona porque las circunstancias de la vida imprimen sellos distintos en el individuo. Sólo quien permanece estático vive siempre sin asomarse a lo que implica la dignidad, y, sobre todo, su dignidad.

El decoro no es una cualidad que se determine exclusivamente de acuerdo a los valores o a las ideas de la familia, de la escuela o de la comunidad. Es un valor intrínseco que "va más allá": es una forma de verse, sentirse y aceptarse o no en el mundo. Sus vericuetos son abigarrados y se transforman según las circunstancias personales y de la sociedad, por lo que encontrar acuerdos universales acerca de sus significados es difícil. Bienes y valores personales como la situación económica, escolar, los valores religiosos, el papel que se desempeña en la comunidad y la salud o la enfermedad se modifican continuamente. Esas circunstancias son, entre otros avatares, algunas de las razones que impiden definir con precisión el significado de lo que encierra la vivencia dignidad.

La dignidad es un bien que se aplica a todo y a todos. Hay "una dignidad" de grupo y "una dignidad" individual. En las guerras, en los empleos, en la defensa de las ideas personales, en las relaciones entre los seres humanos y en la enfermedad el amor propio es un valor imprescindible. Por sesgo profesional cavilo acerca de los vínculos entre dignidad, persona y enfermedad.

Preguntas apropiadas para contagiar mis dudas son las siguientes: ¿tiene derecho un ser humano a suicidarse porque considera que su vida es indigna?, ¿es lícito rechazar tratamientos médicos porque la enfermedad ha deformado la cotidianidad y porque la imagen que uno tiene de sí mismo apena, lastima, lacera?, ¿es válido "dejarse morir" por no querer aceptar que se ampute una pierna o que se estirpe la lengua?

Las preguntas previas apelan a la dignidad, a la entereza, al recato y al concepto que tiene cada persona acerca de su imagen y de lo que significa "estar en el mundo". Imposible no recordar que una de las tres razones fundamentales por las cuales las personas optan por el suicidio asistido es la falta de dignidad. Para muchos pesa más el deterioro de la imagen que uno percibe de sí mismo que el dolor. Para otros pesa más convertirse en "restos humanos" que el propio sufrimiento impuesto por la enfermedad.

Dentro de una miríada de ejemplos cito dos ideas que hace poco me expresaba una mujer octogenaria. Cuando la instaba a salir para comer con algunos de sus familiares para mitigar la depresión, respondía: "Sólo iré si no hay gente ajena", a lo que pronto agregaba: "me da pena que me vean en las condiciones que estoy". En otra ocasión me confesó que no quería que la nueva enfermera se encargase de practicarle el aseo de los genitales y que prefería que lo hiciese la afanadora que se encargaba de ella. La razón era simple: la segunda le parecía una persona común, sin profesión, sencilla. "Me da mucha pena con la nueva enfermera. No quiero que me vea", fue su respuesta.

A diferencia de las cosas que tienen precio, la dignidad es un bien que carece de precio y, por tanto, es insustituible. Eso es precisamente lo que atormenta a las personas que comprenden que algunos aspectos de su dignidad se han perdido: entienden que difícilmente regresarán y que es imposible comprarlas.

A Bruno Bettelheim, quien estuvo en dos campos de concentración y que se autoasfixió a los 86 años le gustaba contar un chiste muy cruel. Dos ju-díos se encuentran en Berlín y hablan de un tercero. Uno dice: "Se tiró por la ventana porque la Gestapo estaba llegando a su casa", a lo cual el otro añade: "bueno, encontró la manera de mejorar su situación". Los meses previos para Bettelheim habían sido atroces: su dignidad y autoestima le impedían seguir disfrutando la vida. Sin duda, para él, el suicidio fue la solución: no soportaba ver más cómo se deterioraba su persona.

Cavilar acerca de la dignidad podría parecer tarea ociosa, sobre todo cuando se es joven y sano o cuando uno se encuentra sometido al bombardeo de los medios masivos de comunicación. Ambas situaciones suelen impedir mirar hacia adentro. Lo que es innegable es que no es necesario esperar que llegue la Gestapo ni suicidarse porque nadie acuda en ayuda de quien lo requiere -hablo sobre todo del abandono de los viejos- para reflexionar acerca del significado de la dignidad personal y de las obligaciones que uno tiene hacia sí mismo.

 
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