Editorial
El regreso de la reacción
Desde que la Secretaría de Salud (Ssa) publicó la Norma Oficial Mexicana sobre Planificación Familiar, en enero del año pasado, la jerarquía eclesiástica católica y sus grupos seculares de choque (Unión Nacional de Padres de Familia, Provida y demás) emprendieron una campaña declarativa y legal contra la inclusión del anticonceptivo de emergencia Levonorgestrel, o píldora del día siguiente, entre los medicamentos autorizados por la dependencia. Con argumentos supersticiosos y falaces, tales como que el fármaco es "abortivo" o que produce graves daños en el organismo de las mujeres que lo emplean, y con amenazas como la excomunión automática contra quienes usaran o promovieran el anticonceptivo, la ultraderecha religiosa ha venido impugnando la disposición referida. La ofensiva se intensificó cuando, el pasado 10 de julio, el Consejo de Salubridad General publicó una actualización del cuadro básico que constituye "la lista de medicamentos y otros insumos esenciales para la salud" que deben estar disponibles en los centros del sector salud.
Cabe recordar que esa decisión fue adoptada después de años de estudios, consultas con innumerables expertos e investigadores, comunicación con organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en el seno de una comisión interinstitucional integrada por la propia Ssa, la Sedena, el IMSS, el ISSSTE, el DIF y la Comisión para la Protección contra Riesgos Sanitarios. La medida ofrece múltiples beneficios: por un lado, es una herramienta más para el mantenimiento de la política pública de población y un factor adicional para las decisiones de planificación familiar tomadas en privado; por el otro, contribuye a disminuir el número de embarazos no deseados y de abortos; por añadidura, la distribución de los comprimidos de Levonorgestrel por el sector salud es una manera de dar a las mujeres un instrumento para que ejerzan control y tomen decisiones sobre su propio cuerpo; asimismo, representa una forma de evitar situaciones humanas extremadamente traumáticas, como puede ser un embarazo producido por una violación.
Los jerarcas católicos, encabezados por el arzobispo primado de la capital, Norberto Rivera Carrera, se quejaron, en forma mendaz, por lo que llamaron una "imposición", como si la medida de la Ssa hubiera significado la ingesta obligatoria del fármaco, al cual compararon con "una arma en manos de la gente para que mate a niños inocentes", cuya autorización conllevaría un "costo social", y la Conferencia Episcopal instó al presidente Vicente Fox a "hacer un examen de conciencia frente a Dios". Por su parte, los sectores más retrógrados de Acción Nacional impusieron su voz al resto del partido, condenaron la inclusión del Levonorgestrel en el cuadro básico y hasta pidieron la comparecencia del secretario de Salud, Julio Frenk Mora.
La histeria de las ultraderechas religiosas, partidistas y grupusculares recibió anteayer un sorpresivo apoyo del secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, quien, tras un encuentro con líderes confesionales, aseguró, a contrapelo de los procedimientos legales, protocolos científicos y cauces administrativos seguidos por la Ssa, que la inclusión de la píldora del día siguiente en el cuadro básico había quedado "sujeta a revisión" en el seno del gobierno. Con semejante dislate, el encargado de la política interior se entrometió en un asunto que le es institucional y legalmente ajeno, permitió la intromisión del clero en un tema de salud pública, política de población y derechos reproductivos, y realizó una aportación fundamental al escenario de caos, desgobierno y encontronazos que ha caracterizado desde siempre al gabinete foxista.
El comentario de Abascal fue descalificado horas después por Frenk Mora y, en la noche, las dependencias de ambos emitieron un comunicado conjunto que no deja lugar a dudas: ante las inquietudes generadas por la inclusión del Levonorgestrel en el cuadro básico "se profundizará en un diálogo entre los principales actores interesados sobre el alcance y cobertura de la medida". Ambas secretarías, se agregaba, "atenderán este tema, tomando como base los elementos técnicos y jurídicos aplicables, el bienestar general de la población, así como el pleno respeto a los derechos de las personas". En ninguna parte se dijo que se fuera a "revisar" la aprobación del anticonceptivo mencionado como parte del catálogo de medicamentos del sector salud. En congruencia con ello, Frenk Mora dijo ayer que las "inquietudes" se despejarán mediante una explicación sobre el compuesto y sus propiedades, pero descartó que el Levonorgestrel vaya a ser excluido del cuadro básico.
Ayer Abascal insistió en que la determinación de la Ssa "se está revisando", y se exhibió como el católico fundamentalista que siempre ha sido al sugerir una comparación entre el compuesto hormonal y las armas de destrucción masiva. La arquidiócesis metropolitana, a su vez, tras haber movilizado a Abascal Carranza contra Frenk Mora, se manifestó en contra de las confrontaciones y los "choques de fuerzas" como el provocado en estos días por el propio clero dentro del desgobierno foxista.
La irresponsabilidad del titular de la Secretaría de Gobernación en este episodio es inequívoca. El funcionario ha pretendido desconocer y desautorizar, en forma por demás injustificada, las resoluciones de una dependencia federal. Abascal Carranza no ha actuado como secretario de Gobernación, sino como feligrés de un culto; con ello ha provocado la enésima degradación del grupo gobernante y una distorsión escandalosa de la vida republicana: permitir la injerencia de supersticiones retrógradas y de intrigas de sacristía en el desempeño de la institución encargada de garantizar la salud de la población. Y ha causado así, en forma precoz y acaso irremediable, el descrédito de su gestión como encargado de la política interna del país.