Un caos, las obras en el aeropuerto capitalino
La remodelación, "parche": expertos; la terminal quedará convertida en un mall
La principal entrada al país, la carta nacional de presentación al mundo, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), está en remodelación, ante lo cual los pasajeros y empleados no sólo han tenido que soportar el ruido y el polvo, sino inclusive accidentes, como el ocurrido la semana pasada, cuando un pedazo de plafón cayó encima de un viajero mientras se registraba en el mostrador.
Lo grave, según expertos, es que las obras son simples "parches", una "aspirina" que apenas logrará sostener la terminal aérea 12 años más -las autoridades aseguran que le darán hasta cinco décadas de vida-. Y peor: la forma en que se realizan privilegia lo comercial por encima de lo operacional.
La solución de largo plazo, aseguran los consultados, es la construcción de un aeropuerto fuera de la ciudad.
Actualmente los pasajeros y trabajadores en la zona nacional (donde se amplió la sala de pre-espera y el área de reclamo de equipaje) son quienes llevan la peor parte. Molesta, sobre todo, el ruido: el taladrar y el martilleo de la ampliación del pasillo principal, que en ocasiones obliga a los empleados de los mostradores a entenderse a gritos con los viajeros.
También incomoda el polvo. Esa fina lluvia que se respira y se asienta en todo, forzando a los trabajadores de limpieza a asear una y otra vez el piso. Algunos dicen que cotidianamente sufren dolores de cabeza. Tanta molestia para lo que muchos consideran "parches", porque la capacidad operacional del aeropuerto nunca podrá superar unos 30 millones de pasajeros anuales (de marzo de 2004 a marzo de 2005 viajaron 23 millones 326 mil 559 personas).
Las obras serán tan sólo "una aspirina" -advierte en entrevista el capitán Jorge Sunderland, secretario de prensa y publicidad de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México- cuyo efecto durará, según las autoridades del AICM, hasta cinco décadas. "No creo que llegue ni a 12 años", pronostica el capitán.
"Es un parche, y muy caro", comenta Demetrio Galíndez López, profesor de las materias aeropuertos y proyecto de aeropuertos en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura-Unidad Zacatenco, del Instituto Politécnico Nacional.
Los cálculos oficiales hablan de una inversión total de 4 mil 945 millones de pesos (mil 898 millones de dinero público y 3 mil 47 millones de origen privado -sin contar la construcción de la nueva terminal 3, que se calcula costará 230 millones de dólares).
Y lo peor: además de ser "parches" costosos, las remodelaciones, explica Sunderland, "empezaron al revés". En vez de "darle prioridad a lo operacional, privilegiaron el interés comercial".
El capitán explica que a los cambios que sí ayudarían a incrementar el número de operaciones -como la ampliación de la calle de rodaje (prevista en el proyecto)- no se les da prioridad en el proyecto.
"Más allá de desarrollar comercios, no se debe dejar de lado las operaciones aéreas", sigue. Si no, simplemente "se pierde de vista el carácter esencial del aeropuerto... se vuelve un mall".
Lo operacional y lo comercial deberían, pues, estar equilibrados. Sunderland pone el ejemplo del aeropuerto Schiphol, en Amsterdam: "es un centro comercial, tiene casinos y spas; sin embargo, tiene también una infraestructura aeroportuaria maravillosa".
Ocurre que hoy, en el mundo, "muchos aeropuertos explotan las áreas comerciales porque no pueden vivir de las operaciones aeronáuticas", explica por su parte Galíndez.
Este diario buscó comentarios de Ernesto Velasco León, director general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares, y de Héctor Velázquez Corona, director general del AICM, pero durante una semana no recibió respuesta.
Luego de que el gobierno federal dio marcha atrás a la idea del aeropuerto alternativo en Texcoco, en 2003 presentó el proyecto Acciones para la atención de la demanda de servicios aeroportuarios del centro del país.
Hubo "una prisa sexenal ante el fracaso del otro proyecto", dice Sunderland.
Acciones para la atención... engloba tres grandes rubros: ampliación a máxima capacidad del AICM, desarrollo de la infraestructura aeroportuaria cercana a la ciudad de México (Huejotzingo y Toluca) y fomento de centros de distribución de tráfico aéreo (Guadalajara, Monterrey y Cancún) para evitar que el pasajero tenga que pasar por la capital.
En cuanto a la remodelación del AICM, Sunderland explica por qué se trata de "parches". Es poco lo que se puede hacer para expandir las operaciones aeroportuarias, ya que la ciudad de México tiene una geometría tal que limita el número de operaciones aéreas.
Asimismo, porque el aeropuerto tiene dos pistas (no hay espacio para construir una más), una calle de rodaje y no hay suficientes posiciones de estacionamiento para los aviones.
Actualmente se realizan entre 43 y 53 operaciones por hora, mientras la capacidad máxima es de 60.
Así que, por más que se amplíen y remodelen las terminales, la capacidad operacional no superará 30 millones de pasajeros anuales.
Además, en tiempos de lluvia, las pistas se inundan debido al "deficiente drenaje", explica Galíndez.
Con todo, el milagro es que el aeropuerto logre operar sin mayores contratiempos. Su buen funcionamiento se debe, explica Galíndez, a la calidad del trabajo de los operadores de la torre de control y pilotos.
"Nuestro nivel de eficiencia está a la par de otros aeropuertos internacionales."
"Ni modo"
"El escándalo es molesto. La información la tenemos que dar a gritos", grita -claro- un empleado, detrás del mostrador de la aerolínea Azteca. "Pero lo requiere (la remodelación) el aeropuerto. Hacía falta la ampliación por la cantidad de pasajeros que deambula por aquí".
Un agente de seguridad privada, a su lado, interviene: "Es entendible (el ruido, el polvo), pero sugeriría que no fuera constante, que fuera un turno, por ejemplo el nocturno".
Los obreros trabajan día y noche, seguramente porque se anunció que el presidente Vicente Fox encabezará la inauguración de las obras en agosto.
La opinión de que "es una molestia pero qué le vamos a hacer", parece generalizada. Un hombre de traje azul, de unos 50 años, serio, cabellera gris, que va de prisa por el pasillo jalando una maletita con ruedas, comenta, sin aminorar el paso: "Deberían haber hecho el otro aeropuerto. Pero (este) va a quedar bien. Quienes lo usamos mucho nos molesta, pero ni modo, no hay otra". Y entra apresurado al restaurante Angus.
A unos pasos, un trabajador de limpieza de la empresa Ofibrill sostiene un viejo mechudo y comenta: "hay goteras por todos lados... y demasiado polvo; hay que estar limpiando todo el tiempo y no dan material. Pero está bien la obra, va a quedar bonita".
El trabajador, de 70 años, 30 de ellos laborando en el aeropuerto, no se queja del ruido. Peor le iba, dice, cuando estaba en la pista, porque "no daban tapones para los oídos".
También afectados (fuera del AICM se hizo un colector de drenaje), los taxistas se quejan de la "desorganización" por las obras: "cortan la vialidad cuando quieren", "se hace mucho tráfico", "se han tardado muchísimo, ya deberían de haber terminado el área internacional".
Efectivamente, las obras están tardando más de lo planeado porque se han presentado ciertos imprevistos, por la inexistencia de planos certeros.
Galíndez López explica: "al hacer excavaciones para cimientos se toparon con instalaciones para conducir combustibles que no venían en los planos; con drenajes cancelados, tampoco en planos".
El ingeniero civil explica que han hecho tantos parches, han pasado tantas administraciones -antes no había tanto rigor-, que muchas veces no quedaban registrados los cambios o se iban al archivo muerto.
Para Galíndez es una proeza que los obreros laboren en estas condiciones: "probablemente ningún aeropuerto del mundo ha hecho una ampliación de esta magnitud sin dejar de operar... mis respetos para los que trabajan ahí".
Hasta el momento sólo se han reportado dos accidentes.
Sin embargo, más allá de los contratiempos, que pudieron haberse evitado, el capitán Jorge Sunderland asegura que en otros aeropuertos del mundo, cuando se hacen obras de esta envergadura, "cierran los sectores o fijan ciertos horarios, porque no puedes mezclar el tráfico con las obras".
Como parece que eso no sucederá, los turistas, una de las principales fuentes de divisas del país, seguirán transitando por el aeropuerto entre el ruido y el polvo, y con el riesgo comprobado de sufrir algún accidente.