¿Hacia dónde va nuestra energía?
¡Cuánto se extraña hoy un análisis sereno, cuidadoso y abierto sobre nuestra realidad energética! ¡Todavía más, una ponderada y amplia discusión social sobre nuestro futuro energético! No sólo son responsables los funcionarios que han transitado -uno tras otro, por lo demás- los diversos puestos de coordinación y dirección de nuestro cada vez más pobre sector energético, las más de las veces aprendices improvisados. Pero también -¡qué duda cabe!- son harto responsables diputados y senadores, incapaces de generar las condiciones para el diseño de une estrategia nacional energética de largo aliento, de largo plazo, generosa con la naturaleza, generosa con la sociedad, profundamente generosa con el país.
¡Basta que dos o tres de ellos -diputados y senadores- lo exijan para que el resto aplastante los vapulee y los anatematice. Y no dejo de señalar que también tenemos nuestra cuota de responsabilidad, académicos, técnicos, profesionistas y organizaciones sociales (nuestra querida Mesa Ciudadana de Observación de la Energía, entre ellas) por no acentuar e insistir hasta el cansancio en la necesidad de ese análisis ponderado y esa discusión cuidadosa, extremadamente urgente y necesaria.
¿Lo haremos cuando nos quede petróleo para cuatro o cinco años, después de pagar una y otra vez deuda externa con nuestra -paradójicamente- cada vez más exigua renta petrolera? ¿Lo haremos cuando tengamos que importar -como la tendencia lo indica- más de la mitad de gas natural que consumamos? ¿O, también, más de la mitad de la gasolina que requiramos? ¿Será buen día cuando ya no sepamos qué hacer con la contaminación que resulta de quemar combustibles fósiles? ¿O cuando ya nos quede muy poca agua para generar electricidad? ¿A dónde vamos?
¿A dónde va nuestra energía? ¡No hemos hecho una buena lectura de los signos de los tiempos, dice el Evangelio! ¡Estamos ayunos de un buen discernimiento social! ¡No siempre hemos encargado a personas solventes -técnica y moralmente- la coordinación de un esfuerzo que exige máxima honestidad, máxima inteligencia, máxima astucia, máxima prudencia!
¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia dónde vamos una vez que se ha debilitado -hay quienes aseguran que roto- el necesario vínculo ya no sólo entre el llamado sector central (la Secretaría de Energía) y las empresas públicas (Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad y Luz y Fuerza del Centro), sino entre éstas mismas?
Hoy más que nunca se impone la necesidad de una sólida coordinación en busca del esencial mandato constitucional: máximo aprovechamiento de nuestros recursos naturales; máxima eficiencia y productividad en los procesos de industrialización de hidrocarburos y de generación, transmisión y distribución de electricidad.
Varios ejemplos evidentes demuestran la ausencia de esa perspectiva que busca el máximo beneficio social en la utilización de nuestra riqueza energética, ese óptimo nacional en nuestras líneas de política y en nuestra estrategia de desarrollo energético... en nuestros proyectos específicos. Ninguno -o acaso muy pocos, lamentablemente muy pocos- esfuerzos de coordinación conjunta entre la Secretaría de Energía, Pemex, CFE y Luz y Fuerza del Centro. Y, paradójicamente, pese a nuestro bajo promedio individual de consumo de energía, seguimos dilapidándola al máximo.
También paradójicamente, pese a nuestras enormes dificultades para financiar nuestros proyectos, seguimos en la aventura de proyectos faraónicos de cuestionable beneficio social, pero incuestionable beneficio individual para empresas y firmas involucradas, tantas veces gracias a vínculos de dudosa legitimidad con funcionarios gubernamentales.
Nunca -de verdad que nunca- se nos olvide que el borrador de estrategia energética del gobierno actual -el del cambio- fue preparado por personeros y en equipos de la fraudulenta y corrupta empresa Enron, tan vinculada a personeros importantes de la campaña electoral del actual Presidente de la República. ¡Nunca se nos olvide eso, por favor!
Precisamente por eso, porque recordamos eso, estamos obligados a analizar con extrema precaución, ya no sólo el discurso oficial sobre la estrategia energética -estérilmente centrado en eso de la reforma energética- sino los proyectos y acciones que se impulsaron e impulsan. Sí, lo menos que podemos empezar a hacer antes de que se vayan los personeros de este gobierno es un balance ponderado de sus acciones.
¡Qué no nos abandone la lealtad, recomienda el proverbio! Una lealtad fundamental con la sociedad, con la nación. En el terreno energético hay mucho que analizar, mucho que reflexionar y mucho -sí, mucho- que proponer. Por ello, también la urgencia de un ánimo inmarchitable. Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tienen derecho a una vida mejor, mucho mejor que la nuestra. Esa vida requiere energía generosa, limpia, sustentable. Y nosotros todavía tenemos derecho a un buen gobierno, mucho mejor que el actual, que día a día se enreda más con sus corruptelas y tropieza, con sus incongruencias. ¡Qué pena!