Usted está aquí: sábado 16 de julio de 2005 Cultura Arveiros: buen debut

Juan Arturo Brennan

Arveiros: buen debut

Los optimistas y los eufemistas gustan de afirmar que el medio musical mexicano vive en un estado de flujo permanente. Los realistas y pesimistas preferimos decir que se trata de una inquietante inestabilidad, generada principalmente por políticas culturales (cuando las hay) sin ton ni son. De manera particular, esta situación está marcada por la constante creación (que aplaudo) y súbita desaparición (que deploro) de toda clase de ensambles, conjuntos, orquestas, coros y agrupaciones musicales, la mayoría de las cuales mueren en medio de la falta de recursos, la falta de interés oficial y, de manera importante, en el contexto de la indiferencia de un público mal preparado, peor orientado y muy poco dado a explorar nuevas avenidas de experiencia musical.

Es en este contexto que ocurrió hace unos días, en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, el concierto-debut del cuarteto vocal Arveiros, que resultó una experiencia muy ilustrativa, no sólo por el resultado mismo del recital, sino también por lo que permite suponer para el futuro de este grupo recién formado.

Las cuatro voces que forman Arveiros son la soprano Irasema Terrazas, la mezzosoprano Verónica Alexanderson, el tenor Oscar de la Torre y el barítono Armando Gama, todos ellos con interesantes carreras individuales.

Lo primero que llamó la atención en este recital iniciático fue la elección del repertorio propuesto. Por lo general, los grupos musicales que debutan suelen convocar a su público a base de caballitos de batalla, ensaladas de éxitos probados o popurrís de arreglos de dudosa calidad. Por contraste, Arveiros propuso una oferta musical sólida y sin concesiones, que representó un reto bastante complicado desde su planteamiento: las dos series de Liebeslieder Walzer, de Johannes Brahms, para cuarteto vocal y piano a cuatro manos. Música seria (en el mejor sentido del término), sin duda, cuya seriedad se vio reflejada en la actitud musical y escénica del cuarteto, así como en la evidente preparación que hicieron de estos demandantes materiales.

De manera general, se puede decir que estas 33 piezas pertenecen al mundo de la música de salón, un ámbito que en manos de Brahms rebasa por mucho el concepto de la música de ocasión para solaz de los diletantes en sociedad. Dicho lo cual, cabe anotar que en estos Liebeslieder Walzer es posible encontrar desde música cercana al espíritu de la opereta hasta piezas de un potente dramatismo sonoro surgido del significado de los textos, pasando por la sobriedad de las baladas más serias y por algunas canciones en las que el compositor hamburgués se inclina respetuoso ante la herencia de Franz Schubert y sus inigualables lieder.

Fue en este ámbito donde surgió uno de los principales méritos de Arveiros: el calibrar con cuidado y atención al detalle estas variaciones estilísticas, apartándose así de la monotonía posible que pudo haber surgido de una lectura tiesa y académica de estas hermosas canciones.

La labor de ensamble lograda por Terrazas, Alexanderson, De la Torre y Gama habla de un laborioso trabajo de preparación; a la vez, aquellos de los Liebeslieder Walzer en que Brahms plantea voces solistas o ensambles subsidiarios al interior del cuarteto, también fueron bien interpretados de manera individual por los miembros del grupo.

Me parece que una parte sustancial del éxito del debut de Arveiros se debió a la confianza evidente (y justificada) que los cuatro cantantes pusieron en sus pianistas, José Areán y Gonzalo Gutiérrez, quienes hicieron una labor eficaz, discreta y solidaria con las voces. Aquí, me permito interpolar una apreciación meramente intuitiva, a riesgo de equivocarme: creí percibir la benéfica mano de la musicalidad de José Areán en la preparación de este muy buen recital inaugural.

Este espacio no es suficiente para describir a detalle los aciertos de Arveiros a lo largo de la sesión, pero de manera particular menciono los logros del ensamble en la canción número 15 de la primera serie, y en las números 8, 13 (un bellísimo y muy bien cantado dueto para voces femeninas) y 15 de la segunda.

Arveiros ha debutado bajo buenos augurios y con un éxito bien ganado. Con un recital inaugural como el aquí descrito, este cuarteto vocal se ha dejado a sí mismo el difícil paquete de mantener (y superar) el buen nivel mostrado, tanto en lo que se refiere a la selección de repertorios como a los logros interpretativos. Tribulación suya, beneficio nuestro. Será interesante saber qué más ha preparado este cuarteto vocal para los inicios de su trayectoria.

 
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