MEXICO SA
El nacer, morir y renacer del proyecto Fénix
Se enfrascan autoridades en contradicciones
Las rebanadas del pastel:
RESULTA AGOTADORA LA tarea de inhumación y exhumación que realiza el siempre efectivo gobierno del "cambio" en torno al proyecto petroquímico Fénix, el "más importante" del sexenio foxista, porque recurrentemente le extiende su certificado de defunción, para que de inmediato le garantice el privilegio de la rencarnación.
EN ESTE GOBIERNO de milagros (¡de milagro!, dicen muchos), bastaron unos cuantos días de la semana que concluye para: a) dar por muerto al proyecto; b) revivirlo ipso facto; y -ya con ganas de llegar a un acuerdo- c) declararlo en estado comatoso, dependiendo de las siempre coordinadas versiones de los médicos forenses de Petróleos Mexicanos, la Secretaría de Energía y la Presidencia de la República (en sus versiones inquilino y coordinador de Políticas Públicas).
EL DIRECTOR DE Pemex Petroquímica, Rafael Beverido, lo dio por muerto; 24 horas después, el coordinador de Políticas Públicas de la Presidencia de la República, Eduardo Sojo, lo rencarnó ("no hay cambio de planes"); el secretario de Energía, Fernando Elizondo, lo declaró comatoso ("está en proceso de una definición"; y el inquilino de Los Pinos (creyendo, probablemente que se hablaba de su gobierno) aseguró que "no ha muerto... ya anunciaremos cuando esté listo para despegar".
LO MEJOR DEL caso es que, según su propia definición, el proyecto Fénix es el "más importante" del sexenio foxista en materia petroquímica, cuya puesta en marcha fue pospuesta varias veces por el gobierno del "cambio", hasta que en noviembre de 2003 lo presentó de manera oficial. Casi un año después, en octubre de 2004, el inquilino de Los Pinos oficializó los nombres de las empresas privadas que se "asociarían" con Petróleos Mexicanos para llevarlo a la práctica. Nueve meses más tarde, el guanajuatense considera que "es necesario demostrar su rentabilidad económica" para echarlo a caminar.
DADA SU CREATIVIDAD y la rapidez en la toma de decisiones, algo inventará el gobierno del "cambio" para justificar este nuevo retraso, pero deberá hacerlo con la velocidad del rayo porque muy a su disgusto el tiempo se le agota. Aunque con él en Los Pinos parece una eternidad, sólo le quedan 16 meses en la primera silla de la nación.
CUANDO EN NOVIEMBRE de 2003 el proyecto Fénix se presentó en sociedad, comentamos en este espacio que con él el guanajuatense pretendía matar varios pájaros con una sola pedrada: garantizar el cumplimiento de sus verdaderos compromisos de campaña -especialmente en materia de trasnacionalización-, "colgarse" de los eventuales beneficios que llegara a producir la "asociación" empresarios-Pemex y "confirmar" la "necesidad" de privatizar el sector energético nacional.
ASI, EL GOBIERNO del "cambio" concluiría el trabajo iniciado por las tres administraciones priístas que le antecedieron, porque fue en los tiempos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, cuando se modificó la legislación energética y se "interpretó" el artículo 27 constitucional, no sin la complicidad de los legisladores priístas y panistas.
EL GOBIERNO DE Adolfo López Mateos, al expedir la Ley Petroquímica de 1959, ratificó la exclusividad del Estado -vía Pemex- para procesar y comercializar la petroquímica básica y para ello estableció que alrededor de 70 serían los productos que la conformarían. La decisión no fue gratuita, porque el embate empresarial -de adentro y de afuera- pretendía forzar la privatización del sector. Sin embargo, el mandatario advirtió que "en el petróleo nacionalizado, ni un paso atrás". En 1960 oficialmente se puso en marcha la industria petroquímica paraestatal, propiedad íntegra de la nación.
EL GUSTO DURO poco más de cinco lustros. En 1986 Miguel de la Madrid ordenó la "reclasificación" de alrededor de 40 productos petroquímicos básicos -reservados al Estado- y lo convirtió en secundarios -con participación empresarial-, de tal suerte que no sólo abrió la puerta para que el capital privado le clavara el diente a este negocio, sino que restó margen de maniobra financiera y comercial a la industria petroquímica operada por Pemex y hasta ese momento reservada al Estado.
ESOS CAMBIOS EN la legislación provocaron mayor rapacidad del capital privado, y en 1992 Carlos Salinas de Gortari le dio gusto: no sólo aumentó el número de productos petroquímicos secundarios (y, por ende, redujo el correspondiente a los básicos), sino que autorizó la partición ("restructuración", le llamó, en la nueva Ley Orgánica de Petróleos Mexicanos) de Pemex en cuatro empresas "subsidiarias" (Exploración y Producción, Refinación, Gas y Petroquímica Básica y Petroquímica), con el fin de "romper el esquema de monopolio" y dar inicio formal a la privatización de la paraestatal y del sector. Con dichas modificaciones se restringió más el margen de maniobra de la empresa del Estado, la inversión pública en el sector desapareció y exclusivamente ocho productos petroquímicos permanecieron clasificados como básicos. No es gratuito, pues, que alrededor de 90 por ciento de esta actividad productiva esté controlada por particulares, nacionales y extranjeros.
ERNESTO ZEDILLO QUISO dar la puntilla a la industria petroquímica estatal y promovió una nueva ley reglamentaria del artículo 27 constitucional -aprobada en octubre de 1996-, que autoriza la venta de 61 plantas petroquímicas propiedad de la nación, de las que el gobierno conservaría 51 por ciento por cinco años (plazo que venció en 2001, fecha de origen del proyecto Fénix) y el 49 por ciento pasaría a manos privadas. Las nuevas reglas sólo eran aplicables para las plantas petroquímicas existentes -las viejas, a las que en esa década (1986-1996) no se les invirtió un solo centavo-, porque para las de nueva creación se autoriza inversión privada extranjera al 100 por ciento.
ENTONCES, LLAMESE FENIX o buitre, el gobierno del "cambio" no cejará en su empeño.
LAS TRASNACIONALES SHELL y Chevron-Texaco serán pasadas a cuchillo por el fisco venezolano, dada su condición de evasoras. El organismo tributario de aquel país explicó que ésas y 20 trasnacionales más pagaban 36 por ciento de ISR, cuando el gravamen para las petroleras es de 50 por ciento. De entrada, Shell deberá cubrir un adeudo fiscal por 131 millones de dólares... Olegario y la fortuna con faldas.