Usted está aquí: sábado 16 de julio de 2005 Opinión La AFL-CIO y sus desafíos

Arturo Alcalde Justiniani

La AFL-CIO y sus desafíos

La creciente pérdida de seguridad laboral y social, la reducción de los niveles de vida de los trabajadores y los obstáculos para sobrevivir y crecer como movimiento sindical en un entorno de globalización depredadora, han envuelto a la AFL-CIO (American Federation Labor-Congress of Industrial Organizations), la central obrera más importante del mundo, en una crisis interna de gran trascendencia para el futuro no sólo de la población asalariada del vecino país, sino también para la que se encuentra fuera de sus fronteras. Una disyuntiva entre cambios radicales en la estrategia sindical o una escisión interna estará presente en el congreso nacional de la central, a celebrarse del 25 al 29 de julio en la ciudad de Chicago, Illinois. Con este reto existencial cumple la hermana central sindical estadunidense sus 50 años de vida.

Los trabajadores del vecino país del norte son objeto de un embate que proviene de distintos frentes. En su espacio nacional imperan leyes que dificultan su libre organización y capacidad de contratación colectiva, justificadas en la defensa del libre mercado; otro frente deviene de las propias transformaciones del mercado de trabajo, cuyo dinamismo es tal que ha sido difícil responder oportunamente a él; uno más es resultado de la apertura comercial externa (800 mil empleos perdidos por el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá; y otra cantidad similar por el efecto China). Sin duda, la derrota de John Kerry en las pasadas elecciones presidenciales fue la gota que derramó el vaso, ya que la organización sindical aportó buena parte de sus recursos materiales, y a sus militantes, para apoyar esta candidatura. Reproduzcamos una de sus reflexiones: "un aumento en la densidad sindical en el estado de Ohio, por ejemplo, del 16 al 26 por ciento, habría puesto a Kerry en la Casa Blanca".

En el seno de la AFL-CIO se ha generado un sector renovador que agrupa alrededor de 35 por ciento de sus 13 millones de afiliados; lo encabezan cinco sindicatos, dos de ellos con más de un millón de afiliados y en clara expansión: el sindicato de servicios (SEIU) y el de alimentación y comercio (UFCU). El líder del primero, Andreu Stern, aparece como la figura más conocida del sector disidente. Los acompañan los sindicatos de transportistas, jornaleros, y el de confección y hoteles. Formulan críticas a la dirección de la AFL-CIO encabezada por John J. Sweeny, quien pretende continuar un tercer periodo. Los argumentos de una y otra partes no son necesariamente excluyentes, no se trata de un pleito entre buenos y malos. Ambas partes agrupan a líderes combativos y militantes sindicales de muchos años, de aquí la necesidad de observar con cuidado las diferentes posiciones, sin dejar de advertir que la división suele jugar siempre a favor del capital.

Los temas de controversia se refieren en tres grandes rubros: el primero de ellos ha ocupado el espacio fundamental en las discusiones y se refiere a la política organizativa y financiera, incluyendo su impacto en la tasa de crecimiento gremial; sostienen los disidentes la necesidad de nuevas estructuras, más flexibles y poderosas con menor peso burocrático, proponen fusionar los sindicatos por rama de industria para fortalecer la contratación colectiva, sugieren otorgar mayor importancia a las minorías, en especial al sector de inmigrantes. La intención es incrementar la tasa de afiliación, para mejorar la correlación de fuerzas y la protección social. Tomando en cuenta que todo esfuerzo tiene un costo económico, reclaman un cambio en la política financiera, a favor de una organización más dinámica.

Vinculado con lo anterior, la propuesta en materia política propone "ser la voz de los trabajadores y no la de los políticos", así como la necesidad de luchar en contra de aquellos legisladores que apoyen leyes contrarias a los intereses de los trabajadores; se pretende tomar mayor distancia del ámbito partidario. Convendría profundizar este ángulo de la discusión, sobre todo porque la lucha sindical constreñida al puesto de trabajo parece cada vez más limitada en el mundo. Las trasnacionales podrán ser neutralizadas cuando el espacio público sea eficientemente ocupado por las mayorías, que al votar en las elecciones tengan claro que están definiendo su futuro laboral. En otras palabras, la propia suerte y la de sus familias.

El tema de la acción internacional aparece en la agenda para enfrentar los desafíos de la globalización, ya que ésta no puede limitarse a campañas, ni a simples fondos de solidaridad para realizar acciones aisladas. Se requiere entender que el valor del trabajo en un país depende de las condiciones en que se desarrolle en otras partes del mundo. Es saludable confirmar una creciente convicción de esta perspectiva en la preocupación sindical estadunidense. Ojalá el día de mañana se pueda exigir a China el respeto a estándares en materia de derechos laborales y humanos como una condición a su participación en el mercado mundial. La ausencia de estos derechos genera una competencia desleal y un auténtico dumping laboral.

Confiemos en que el congreso de Chicago supere las controversias mediante la discusión fraterna que los trabajadores saben lograr cuando se escuchan con respeto unos a otros, cuando se evitan las descalificaciones fáciles, pero sobre todo, cuando se está consciente de que la unidad es esencial para lograr recuperar un mundo a favor del trabajo, que es en el fondo un mundo a favor de la gente.

 
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