Autismo
Eric Hobsbawm lo definió como "el corto siglo XX" y planteó que su historia se concentró en el periodo que va de la Primera Guerra Mundial a la caída del Muro de Berlín y de los regímenes comunistas. Esta es una forma gruesa de pensar los procesos históricos recientes, pero es útil para hacerse una idea de las condiciones actuales del mundo.
La intensa experiencia humana que representó ese corto siglo es un elemento aún presente en la situación actual del mundo. Tan sólo recuérdese que son ya 10 años de la masacre de Srebrenica en la antigua Yugoslavia, y las llagas siguen abiertas; que apenas hace unos días fue el ataque a Londres, parte de uno de los conflictos más recientes a escala global, y que siguen la ocupación de Irak y las muertes cotidianas en Medio Oriente.
Esa es nada más una muestra del catálogo infausto que incluye la vergüenza de la miseria africana exhibida de modo dramático en lo que significa en sí misma, al igual que en conciertos rocanroleros o en la reciente reunión del que parece un autista Grupo de los Ocho. Esto y más es lo que se advierte al comienzo del siglo XXI para el que pronto habrá que encontrar también algún término que lo caracterice y señale lo que es su esencia.
Tal vez la marca definitoria de todo esto a lo que estamos expuestos, de uno u otro modo, los que hoy habitamos el planeta es la inseguridad general. Nadie está suficientemente protegido, pensarlo es mera ilusión, aunque se viva en México.
Ya se sabe que la Economía es una disciplina lúgubre, pues expone de modo constante la fragilidad que existe en las condiciones en que se produce y distribuye la riqueza, porque trata de la recurrencia de las crisis y de la debilidad de las condiciones sociales. La inseguridad económica es una forma -y no la menor, por cierto- de la situación política prevaleciente.
Las perlas de la corona del sistema industrial capitalista se desmoronan: General Motors o Ford, por ejemplo, están al borde del colapso; el papel central que representa el trabajo en la producción está extraviado y con ello se ha abierto un cuestionamiento frontal de los modos de organización básicos de las sociedades ricas y pobres.
Entre tanto, se reproducen las ganancias financieras basadas esencialmente en la especulación, se concentra la riqueza y el poder en cada vez menos manos y está a punto de reventarse en muchas partes la burbuja creada por el crecimiento de la inversión inmobiliaria, como ya ocurrió hace casi una década en Japón.
Las contradicciones del orden social son crecientes y las políticas económicas no hacen, sino tensarlas aún más, la irresponsabilidad es mayúscula, o serán las propias leyes del desarrollo del capitalismo como dijera el añoso Marx.
En México estamos sometidos a esa irresponsabilidad desde hace mucho tiempo; la bomba está activada y se oye el tic tac del reloj.
Aquí las cuestiones financieras que involucran enormes transferencias de recursos de la mayoría de la población a unos cuantos, acaban legitimándose en resoluciones judiciales emitidas por la Corte. Así ha ocurrido con el caso Fobaproa-IPAB y ya se está planteando el revisionismo histórico por parte de los mismos funcionarios involucrados en todo ese asunto y por los nuevos dueños de los bancos.
Aquí varios gobiernos han actuado con gran irresponsabilidad, debilitando la industria petrolera hasta llevarla al punto de la inanición y cancelando una de las fuentes principales de riqueza del país. Así está ocurriendo con el sistema de pensiones del gobierno en las que fueron los pilares del sistema de seguridad social el IMSS, el ISSSTE y otras instituciones.
Cuando esta bomba estalle no habrá siquiera a quién pedirle cuentas. Hay estimaciones de que los pasivos laborales que se han estado acumulando por concepto de pensiones podrían ser equivalentes a 140 por ciento del producto que se genera en la economía. Este gobierno no ha hecho más que permitir que las tendencias sigan, jamás se planteó un cambio al respecto, o no pudo, o no quiso o, tal vez, el presidente Fox ni siquiera lo entendió y dejó la iglesia en manos de Lutero.
La economía mexicana crece por espasmos, se desarticula cada vez más, depende de ingresos derivados de rentas, ya sean petroleras o de las remesas, como la clásica viuda que vive de las propiedades que heredó. Macroeconomía de viudas: eso es lo que tenemos hoy en México, país cada vez más pequeño en la visión que tiene de sí mismo, impuesta por los grandes intereses vigentes y unos políticos de dimensiones municipales vestidos con ropajes de globalizadores de tercera división.
Concebir el tamaño de la inseguridad económica a la que se ha sometido a la población y replantearse una forma moderna, abierta e ilustrada de concebir la nación, no parece estar en la perspectiva de nadie de los que pretenden gobernarla. Esa es también una expresión de la pobreza dominante.