Usted está aquí: lunes 11 de julio de 2005 Opinión Desajustes y carencias, herencia común

Iván Restrepo

Desajustes y carencias, herencia común

Todos los diagnósticos señalaron oportunamente que éste sería un año de mucho calor con variaciones extremas en la temporada de lluvia. Por lo que hemos visto hasta ahora, no se equivocaron los expertos ni los centros de investigación. Pero sí las instancias oficiales que deben garantizar agua limpia y suficiente a la población rural y urbana. Todas, sin excepción, se han dedicado a decir que los problemas de abasto fueron pasajeros y que ya no son graves, pero la realidad muestra que el elemental líquido falta o no alcanza a satisfacer las necesidades de cientos de miles de hogares. Se trata del enésimo anuncio de una crisis gestada durante décadas de irresponsabilidad oficial y falta de conciencia pública sobre la necesidad de utilizar racionalmente un bien público escaso.

Es común en las áreas periféricas de algunas ciudades ver a las familias en desesperada espera del arribo de los camiones cisternas con agua, nunca potable, pero que al menos cubre parte de la demanda hogareña. Esas escenas las tuvimos por vez primera como nunca en la ciudad de la esperanza: la capital del país. En un principio se dijo que la falta de agua en el oriente y sur de la urbe se debía a reparaciones en el sistema Cutzamala. Luego, que a la poca presión en las redes de conducción o a fallas de energía eléctrica en los pozos del sistema Lerma; después, que a demanda extrema por el calor y el riego en el agro ante la prolongación del estiaje. Cada dependencia responsable del manejo y abasto del agua daba su disculpa, según su conveniencia. Si bien las filas para recibir el líquido de los camiones cisternas desaparecieron en ciertas colonias, no quiere decir que en la ciudad y su área metropolitana la gente pobre, que es la mayoría, disponga con la oportunidad debida de más agua potable: todos los datos muestran que, mientras sigue el desperdicio en la red y el mal uso por parte de los sectores privilegiados, los pobres reciben agua por debajo de lo que recomiendan los organismos internacionales como mínimo aceptable. En paralelo, y como cada año durante el estiaje, se evidencia la falta de coordinación y voluntad de las instancias local, estatal y federal para establecer una política que resuelva los problemas a nivel nacional.

La escasez se generaliza y agrava en aquellas ciudades donde el déficit es ya tradición. Así, por ejemplo, en varias colonias ubicadas al sur de Torreón, y en su vecina Gómez Palacio, los bomberos tuvieron que repartir agua a las familias. En ningún caso se trata de líquido para consumo humano. Pero en la región donde se ubican ambas ciudades, la Comarca Lagunera, se extrae el recurso de un manto freático cada vez más agotado a fin de sostener la ganadería lechera. Agua para la alfalfa que consumirán las vacas, carencias en el abasto a la población.

Más al norte, en Durango, 18 colonias tienen problemas graves. Se les brinda agua de mala calidad e insuficiente a través de las tradicionales pipas. Algo semejante sucede en las áreas pobres de Cancún, donde se tandea el agua, se surte unas cuantas horas al día. En Sonora el tandeo comenzó en marzo. Sufre también la ganadería en, por ejemplo, las Huastecas hidalguense y potosina, donde las reses mueren de sed y calor. El extremo kafkiano es Tabasco. El poeta Carlos Pellicer definía su entidad natal como el reino del agua y el verde intenso. En aras de modernizar y expandir la frontera agrícola, en dos décadas se destruyeron allí un millón de hectáreas de selvas formadas durante siglos. Este año, en el ex reino, el ganado se está muriendo de sed.

Como sucede anualmente durante el estiaje, la falta del vital elemento evidenció el fracaso de los programas anunciados para utilizar de manera racional el agua del subsuelo, distribuirla adecuadamente en las ciudades y en las actividades económicas; detener el desperdicio insultante en el agro y entre los más pudientes; recargar los mantos freáticos y retener lo más posible el agua de lluvia; combatir la contaminación y el azolve de las cuencas hidrograficas.

El sexenio que prometió cambios radicales en el manejo del agua por ser asunto de seguridad nacional, al igual que el gobierno de la esperanza, dejan como herencia común desajustes y carencias.

 
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