Usted está aquí: viernes 8 de julio de 2005 Política La sexta

Luis Javier Garrido

La sexta

Las elecciones constitucionales de 2006 serán las primeras en la historia política moderna de México en las que la Presidencia de la República estará realmente en disputa entre las fuerzas políticas organizadas, de ahí la inquietud que han suscitado desde hace dos años, que hoy se exacerba por una razón: el riesgo que entrañan de que una vez más estén en disputa sólo los intereses de la "clase política" y no los del pueblo.

1. Las diversas manifestaciones de inconformidad habían sido hasta ahora soslayadas por la "clase política", pero en semanas recientes ha crecido el reclamo porque en el proceso electoral se debata la cuestión fundamental de México: los nefastos programas neoliberales del Banco Mundial y del FMI, que han aplicado con sumisión los cuatro últimos gobiernos y que han traído el desmantelamiento de la nación, el doblegamiento del Estado y el empobrecimiento sin límites del pueblo. De ahí las recientes manifestaciones de inquietud, desde el reclamo de sindicatos expresado durante el segundo Diálogo Nacional en Querétaro (5 de febrero), aprobando un programa mínimo no negociable, siguiendo con los señalamientos de múltiples intelectuales, hasta llegar a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, dada a conocer por el EZLN a finales de junio.

2. La crítica más radical a lo que acontece se expresó en la carta del subcomandante insurgente Marcos en la que cuestionó acremente las propuestas económicas de Andrés Manuel López Obrador y el hecho de que ante la prensa extranjera se ubicara "de centro" (28 de junio), y la Sexta Declaración del EZLN (La Jornada, 29-30 de junio y 1º de julio), en la que los zapatistas anuncian su intención de impulsar otra forma de hacer política, construyendo "desde abajo y por abajo" una alternativa de izquierda a la destrucción neoliberal, para lo que anuncian que van a caminar por todo el país para impulsar otras formas de organización y definir un programa de lucha y una nueva Constitución.

3. La historia reciente muestra que en los comicios presidenciales la gente vota mucho más que en los estatales y aun que en los municipales; así ha sido en las últimas tres ocasiones, porque existe la convicción generalizada de que es la principal oportunidad para impulsar un cambio del estado de cosas, no obstante lo cual en las tres ocasiones los intereses de la "clase política" prevalecieron sobre los derechos de las mayorías. En 1988 el pueblo votó por Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del Frente Democrático Nacional, pero De la Madrid impuso a Salinas por la vía del fraude y las negociaciones anularon la posibilidad de la resistencia popular. Los acuerdos de Salinas con la cúpula de Acción Nacional para una nueva legislación electoral en 1989-1990 supusieron que la Presidencia sólo estaría en disputa en 2000, y el PAN cumplió con toda la indignidad del caso en 1994: escondiéndose su candidato Diego Fernández de Cevallos cuando encabezaba las encuestas y avalando el CEN panista los operativos de fraude en contra del PRD e inclusive del blanquiazul. No en balde Salinas había consultado en marzo de ese año con Carlos Castillo Peraza cuál sería el mejor candidato del PRI para sustituir a Colosio y encabezar un gobierno PRI-PAN.

4. Las elecciones de 2000, en las que Fox fue impuesto por el dinero ilícito proveniente del extranjero y un derroche propagandístico violatorio de la ley, no fueron más que consecuencia de acuerdos entre las elites para aparentar la alternancia y la "transición democrática" con un gobierno PAN-PRI, cuyo objetivo fue desde su inicio no la democratización del régimen ni impulsar cambio alguno, sino profundizar la aplicación de los programas neoliberales aprovechando, según se suponía, que el gobierno tenía mayor "legitimidad", empresa en la que éste no ha tenido éxito del todo.

5. El gobierno de Fox y los intereses más conservadores del gran capital han mostrado hasta ahora su impotencia para imponer al candidato de El Yunque en 2006, en tanto que el PRI, a pesar de su aparente repunte, que no es tal, carece a nivel nacional de la simbiosis con el aparato estatal que le facilitaba imponerse. El escenario de 2006, a pesar de la manipulación que del mismo hacen los medios masivos, se presenta, tras el desastre del gobierno foxista, como la mejor coyuntura para que triunfe una candidatura popular con un proyecto que privilegie los derechos sociales del pueblo, el rescate de la nación y el saneamiento del Estado. Y eso implica algo muy sencillo: aceptar que los derechos fundamentales de los mexicanos deben anteponerse a los de las trasnacionales, y revertir las políticas actuales que han sido de enorme retroceso para el país en todos los órdenes.

6. La Marcha del Silencio (24 de abril), en la que más de un millón 200 mil personas se opusieron al desafuero y exigieron se respetaran los derechos políticos del pueblo mexicano, mostraron la existencia de una sociedad dispuesta a defender sus derechos fundamentales y que reclamaba otras políticas en miles de pancartas escritas a mano, pero muy pronto las cosas están cambiando. Al no existir hoy en día voluntad en los partidos que históricamente se han asumido como "de izquierda" para proponer un programa claro, y al autodefinirse Andrés Manuel López Obrador como "de centro", dejó perplejos a amplios sectores del país y abrió un boquete a sus propias expectativas.

7. Los ideólogos de Los Pinos, que hasta hoy no ven más riesgo para ellos en 2006 que el del probable candidato del PRD, siguen empeñados en tratar de confundir a los mexicanos, sabiendo que su única posibilidad de prevalecer es confundiendo. Y así han pretendido que la iniciativa del EZLN no es contra el proyecto neoliberal que encarnan Fox y Salinas y el régimen actual, sino contra López Obrador y el PRD, y asumen en su perversidad que el papel del EZLN es sabotear a esa izquierda partidista.

8. El desplegado publicado por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas declinando contender por el PRD en 2006 (La Jornada, 6/7/05) ha sido interpretado también por muchos medios no como la decisión de quien entiende que no tendría posibilidad alguna en una elección interna y por eso declina participar, sino como el inicio de una probable iniciativa de Cuauhtémoc para dividir al PRD y buscar una candidatura aliado al PVEM o a Convergencia, cuyo objetivo no sería ganar, sino sabotear a López Obrador. Y en ese sentido las críticas de Cuauhtémoc a un partido que él creó y que moldeó más que nadie, así como la ambigüedad de su propuesta para "organizar una nueva opción" y pretender llenar sin sustento el espacio de "la izquierda" parecen dar la razón a esos críticos.

9. La confusión es mucha, pero las cosas son más sencillas de lo que parecen. La definición que deben hacer los miembros de la llamada "clase política" con vistas a 2006 es una solamente: ante el proyecto neoliberal, y todo lo demás sale sobrando.

10. La Sexta Declaración planteó, sin expresarlo, la disyuntiva: o desde las instituciones del gobierno se enfrenta la destrucción neoliberal o desde la sociedad esto va a hacerse al costo que sea. Los zapatistas no otorgan ya el beneficio de la duda a la clase política, y acaso ésta sea su última oportunidad histórica.

 
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