Realizan en Monterrey el performance Juicio a un rebelde, que organizó La Quincena
Celso Piña une con su música a cholos, júniors e intelectuales, según amigos y fans
Ampliar la imagen Celso Pi� su ronda Bogot�on una met�ra del realismo m�co, se� Guillermo Berrones
Monterrey, NL, 4 de julio. Si Alfonso Reyes purga la pena de ser el "regiomontano universal", Celso Piña bien pudiera padecer por secula seculorum el epíteto de ser el colombiano universal", dijo el escritor Guillermo Berrones durante el Juicio a un rebelde, performance organizado por la revista La Quincena, en la que cerca de un centenar de amigos y seguidores del Cacique del Cerro de la Campana, atestiguaron cómo un jurado popular lo declaró culpable.
Sí, inapelablemente culpable, de transgredir el orden y los convencionalismos sociales, al unir en el gusto por su música a las personas más distintas y dispares, como ocurrió el pasado martes, cuando congregó a los "cholos" y a los "juniors", a los intelectuales de izquierda y a los fresas, a los doctorados en París y a los que dejaron su carrera trunca y no han salido nunca del país.
Su amigo, el activista social y escritor Joaquín Hurtado fungió como "fiscal" acusador de quien ha hecho caer "víctimas de su encanto" con el acordeón, al grado de sucumbir al deseo de bailar, al premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez, y a Nina Zambrano, hermana del magnate cementero, Lorenzo Zambrano.
Lo acusó "por su acordeón del diablo, por su espumosa fama, por su voz de cuervo enamorado, por rey cholo, por hacer bailar y gozar a los ricos en el museo Marco de Monterrey, lo mismo que los esquineros, a los carretoneros, las golfas, los pomeros, los grifos, los escritores, las "locas", los taxistas, las princesas feas, los bohemios, los "chotas", los "grillos", los "fresas", los futbolistas llaneros, los niños lombricientos y por sus más de 20 años de tocar cumbia y vallenato sin conocer Colombia".
Guillermo Berrones, quien llevó la defensa del "reo" en coordinación con Manuel González, señaló que el estilo interpretativo del Rebelde del Acordeón es la prueba de importación sin aranceles del contrabando rítmico y sedicioso de un canto ajeno a nuestras sagradas costumbres", por aquello de haber aprendido a tocar colombiano, escuchando repetidamente y practicando con un disco de los Corraleros del Majagual.
"Celso Piña y su ronda Bogotá son una metáfora del realismo mágico, su delito es culposo por incitar al lenguaje de los marginados, por desatar la pasión del espíritu en la sensualidad de bailes profanos", señaló Berrones.
"Yo lo acuso, ciudadano artista Celso Piña, porque me da mi pinche gana y mi veredicto final e inapelable y consiste en que ya se ponga a tocarnos su acordeón", señaló Hurtado. El "juez vendido", el periodista René Alonso, condenó a Celso a seguir con su rebeldía.
En su defensa, Celso Piña se limitó a decir: "No tengo palabras para defenderme, porque a lo largo de mi vida, para responder a la gente que me ataca, lo único que hago es utilizar mi arma: el acordeón".
Manos a la obra, Celso Piña se puso a tocar Cumbia sampuesana, Y nos dieron las 10, Como el viento y La negra Nelly, entre otras, que hicieron bailar al director de teatro Luis Martín, al intelectual de izquierda Abraham Nuncio y a su principal acusador Joaquín Hurtado, autor de La china y el pelón, entre muchos más que evidenciaron sin querer que las gracias exhibidas no eran fruto de la casualidad, sino de las correrías nocturnas por los antros y las casas non santas de la ciudad.