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LARGA MARCHA DE BRASIL
4 de julio de 2005

Uno de los proyectos hidráulicos más ambiciosos del planeta arranca en julio en Brasil. Se trata de la construcción, con un costo de 2.3 mil millones de dólares, de una serie de presas y más de mil kilómetros de canales para traer agua del caudaloso río Sao Francisco al noreste, la región semiárida más populosa del mundo.

La meta del gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva es suministrar agua potable y para la irrigación a millones de campesinos empobrecidos en una región donde los estragos de más de 70 sequías en el último siglo y medio han dejado huella en la conciencia social –por no hablar de la literatura y el folclor– de la nación.

Para una región donde la riqueza no se mide en dinero sino en pozos y aljibes, el proyecto promete corregir una injusticia milenaria. Sin embargo, ha suscitado una controversia que subraya lo conflictivo que pueda resultar cualquier plan hidráulico de gran alcance.

Decenas de grupos sociales y ambientalistas mantienen que el propósito sólo refleja las ambiciones releccionistas de Lula, nativo del estado de Pernambuco, en el noreste. A una fracción del costo, argumentan, se podría lograr lo mismo con un sistema de presas, aljibes y acueductos, sin necesidad de traer las aguas del Sao Francisco, que nace en el estado sureño de Minas Gerais.

Roberto Malvezzi, coordinador de la Comisión Pastoral de la Tierra de la Iglesia católica, mantiene que 70 por ciento del agua traída del Sao Francisco se usará para proyectos comerciales, como la acuacultura y el cultivo de frutas y flores. Muy poco, insiste, va a quedar para los campesinos y los que ni tierra tienen.

Renato Cunha, director de un grupo ambientalista de la ciudad de Bahía, hace eco de las críticas. Ha habido muchos proyectos para garantizar el suministro en el noreste, recuerda, pero muy pocos se han terminado: “El problema no es tanto la falta del agua, sino el mal manejo de la poca que hay”
§ RB


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