Usted está aquí: martes 28 de junio de 2005 Espectáculos Activa, a sus 88 años piensa jubilarse de acomodadora en Bellas Artes

María Luisa Estrada tiene casi siete décadas de trabajar en ese recinto

Activa, a sus 88 años piensa jubilarse de acomodadora en Bellas Artes

"He visto todas las funciones; recuerdo con emoción cuando María Callas dio esa nota tan alta, allá por los años 50"

Plaza federal para ella y sus compañeras, uno de sus logros

PATRICIA MERCEDES ESPECIAL

Ampliar la imagen Mar�Luisa Estrada, � sobreviviente de sus compa�s de los a�30 y 40 FOTO Jes�llaseca Foto: Jes�llaseca

Es menudita y de sus ojos, dos rendijas oblicuas, sale un delgado rayo de luz. Mientras habla, juega nerviosa con los bifocales que tiene en su regazo, cubierto con el uniforme de trabajo: traje azul marino que le llega a la mitad de las pantorrillas, protegidas con medias color carne que tapan además su rodillera. Pinta sus uñas y lleva aretes en forma de moño.

María Luisa Estrada cumple 88 años de edad este junio y, después de 68 de trabajo en el Palacio de Bellas Artes, piensa en si debe continuar, jubilarse o solicitar su retiro voluntario, "porque a mi edad me da pena venir a trabajar, ya que el resto de mis compañeras son más jóvenes".

"¡Nunca fui libre!", dice feliz pese a la dureza de la frase, quizá porque le parece normal trabajar, primero al lado de su padre, quien estaba en las taquillas, después con su marido, quien también laboró en Bellas Artes como acomodador.

Ingresó a Bellas Artes sin que le preguntaran su parecer. Un día -el 10 de enero de 1937- su papá le pidió que se arreglara para llevarla al teatro. Ella pensó que verían una función. Tenía 19 años de edad y estudiaba en la Escuela de Comercio Miguel Lerdo de Tejada. Ese día la contrataron y desde entonces no ha dejado de ir al recinto.

Durante 10 años estuvo en el segundo piso: "Me fascinaba subir y bajar las escaleras; después me pasaron a luneta, donde me quedé hasta la fecha. Dios me ha ayudado".

"Mis hijos casi nacieron aquí"

En el Palacio de Bellas Artes María Luisa conoció al padre de sus dos hijos y su vida ha girado alrededor del lugar: "Mis hijos casi nacieron aquí y me satisface mucho seguir trabajando".

Los visitantes asiduos al recinto reconocen a esta mujer atenta que sabe de memoria dónde están las filas y asientos. Ella por su parte ha visto "todas las funciones, especialmente los estrenos, son inolvidables. Recuerdo con mucha emoción la ocasión en la que María Callas dio esa nota tan alta en los años 50. He visto a todos los artistas mexicanos y extranjeros, pero no nos relacionamos con ellos porque en un teatro cada uno toma su lugar".

Viuda desde hace 25 años, le sobreviven un hijo, nueve nietos y cinco bisnietos. Vive sola, come en restaurantes y cuando le tocan las funciones de noche, cena ahí mismo: un café y un emparedado.

Estuvo encargada durante 30 años de la venta de folletos, libretos, discos -cuyas comisiones de las ventas se reparten a finales de año- y llevaba la bitácora de su tiempo extra y el de sus compañeras. Hoy no tiene ese encargo, pero sí una preocupación: llegar a tiempo para trabajar y hacer tiempo extra, para "ganar unos centavos más". Por cierto gracias a María Luisa, ella y sus demás compañeras tienen plaza federal, nombramiento por el que luchó en 1939.

La puntualidad es una de sus cualidades. Es la primera de sus compañeras (son 39 acomodadores, 20 mujeres y 19 hombres) en arribar al trabajo y en ocasiones la última en retirarse; es además la única sobreviviente de sus compañeros de los años 30 y 40.

María Luisa recuerda, con especial cariño, solamente a dos directores del INBA, los demás, afirma, no se acercaron a los trabajadores: "El maestro Celestino Gorostiza nos conocía muy bien, era muy amable, nos saludaba, estaba atento a nuestras necesidades; José Luis Martínez también fue muy decente, de repente venía a hablar con nosotras". También nombró a Luis Herrera de la Fuente y a Enrique Diemecke, como artistas que saludan a los trabajadores.

"Lo que más extraño de la época en la que comencé es la disciplina de los trabajadores; ahora cada quien hace lo que desea, indisciplina que también se observa durante las funciones, porque antes cerrábamos las puertas y quien llegaba tarde no entraba; ahora nadie les impide interrumpir los conciertos."

"Me encanta ver al público ansioso por entrar"

Cuando María Luisa comenzó a trabajar, caminaba sobre una alfombra que protegía el linóleo; hoy lo hace por el mármol blanco y negro, y atiende a un público "que permanece siempre igual: es muy amable, y me encanta verlo ansioso, esperando poder entrar".

De las bolsas de su saco se asoma una revista de pasatiempos: Cruzadas, con la que se entretiene en sus tiempos libres, que son pocos, porque solamente pide vacaciones los fines de año, cuando no hay funciones.

Guarda en su memoria los días escolares que la hicieron feliz: "Me encantaba ir a la escuela, pero tuve que dejarla por venir a trabajar. Fui una niña alegre, feliz, traviesa, me gustaba mucho leer, actividad que todavía realizo, de repente saco alguna revista, algunos libros sobre danza o teatro y así me pongo a recordar".

María Luisa, quien conoce como nadie las entrañas de ese recinto, no lo dice quizá por pudor, pero hay quienes aseguran que más de una pareja ha protagonizado sus sueños eróticos adentro de las plateas de Bellas Artes, una vez que las luces se apagan, que las puertas se cierran y que comienza la función...

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.