Fox en campaña; exhorto al IFE
La posición expresada ayer por el Consejo General del IFE, a propósito del llamado para que los poderes ejecutivos, locales o federal, se abstengan de intervenir abiertamente en actividades de proselitismo y apoyo a los candidatos de los partidos políticos, además de pertinente, se encuentra motivado directamente por la desafortunada declaración del Presidente de la República durante su más reciente gira en el exterior y la aún más lamentable actitud de su partido (PAN) y varios de sus dirigentes.
Pruébenme que violo la ley, ha lanzado desafiante el Presidente de la República. Igual que su esposa, cuando no ocultó sus aspiraciones a sucederlo en el cargo. Igual también que el senador Fernández de Cevallos, cuando expresó que litigar en contra de la Secretaría de la Reforma Agraria no se contraponía con sus actividades de legislador. En todos los casos, no se trata de un asunto que remita a la violación de la ley u otros ordenamientos jurídicos, sino que más profundo, se trata de la opción que cada individuo selecciona para actuar, es decir, que el asunto en cuestión nos remite a la ética. Cumplirla o no. Imposible a medias. Y sobre su aplicación o no, ninguna penalización o sanción hay más que la conciencia y el buen entender de la persona.
Más tristes, por lo pobre de la argumentación y lo ayuno del ingenio político, han sido las posturas laudatorias sobre el tema desde su partido. Fíjense que antes los presidentes priístas decían que eran neutrales y no lo eran. Ahora el presidente Fox lo dice abiertamente -que apoyará a su partido sin usar los recursos públicos- y ése es un gran cambio.
La sensación de pobreza espiritual, la incapacidad (la franca imposibilidad) para la contención del que detenta y representa el poder es una de las taras que de verdad debemos erradicar. La razón la tiene quien detenta el control. Ese argumento ha hecho del panismo crítico un panismo obsecuente e inútil al debate nacional ¿Qué habría pasado si su presidente Manuel Espino comentara algo así como: "apoyamos al presidente Fox, pero confiamos más en la vocación democrática de la ciudadanía"? Era pedirle mucho. La visión de buenos contra malos es propia de los cuentos de fantasías, no de la dinámica política en México o en cualquier otra parte del mundo. Ante ese panorama de sumisión es que el exhorto del IFE cobra valor y nos prepara para una lucha electoral intensa.
La idea o percepción de que "en el amor y la política todo se vale" ha sido tremendamente negativa e inútil para construir reglas y procedimientos políticos. El presidente Fox, como titular de la representación popular nacional y a su vez como figura emblemática del sistema político y del régimen presidencialista, debe comprometerse con las conductas sensatas que provean a la competencia electoral de las condiciones de certeza, transparencia, legalidad y equidad para que evolucionen de condiciones a valores; puede, con toda naturalidad, simpatizar con su partido, pero hacerlo a partir del activismo, como es la concentración del próximo sábado 2 de julio, sólo provoca inquietud e irritación ante semejantes despropósitos. Así, no es un asunto de que se le pruebe o no al Presidente sobre si viola la ley o no, se trata de demostrar la vocación democrática, institucional y plural que cualquier dirigente debe tener, sean de su partido o no los que ganen.
Es así que el exhorto lanzado por el IFE, al cual habrá de sumarse una buena cantidad de simpatizantes, tiene por finalidad consolidar la democracia -con todos su defectos y ventajas que tiene-, pero que debe ser procurada y no saboteada por quienes son sus promotores y custodios (en teoría).
De no alejarse de sus conductas proselitistas, más allá de un juicio político, el presidente Vicente Fox hará gala de una de las peores costumbres en el ejercicio del poder: el uso de los recursos públicos (que no se limita al dinero) en beneficio personal o de grupo, a lo que se le llama patrimonialismo. Y ésa sí que es una falta a la ética política y una regresión para la democracia mexicana del siglo XXI.
Por último, la fortaleza de la autoridad electoral proviene también del acatamiento que los actores tengan respecto de la ley y los acuerdos. Para el IFE, el siguiente proceso electoral federal será, o de hecho ya es, un momento en el que la consistencia legal y de conducta de los actores puede ser una de las principales variables que den estabilidad a la competencia y a los resultados, empezando por el Presidente de la República.