Una deschavetada política energética
Austin, Texas. Cuando se escriba la historia de este gobierno, sospecho que el manchón negro más grande será por perder el tiempo. La iniciativa energética de la Cámara de Representantes es un clásico ejemplo de cómo dilapidar tiempo y recursos preciosos por no hacer absolutamente nada de lo que se necesita en materia de energía. El proyecto concede 8 mil 100 millones de dólares en nuevos incentivos fiscales a las compañías petroleras, que ya están nadando en dinero.
Las ganancias de Exxonmobil han subido 44 por ciento, las de Royal Dutch/Shell 42, etcétera. Según la fuente de economía, el mayor problema que tienen los ejecutivos de las petroleras es qué hacer con tanto dinero. Otorgar nuevas deducciones fiscales a las petroleras es tan insensato como el resto de la iniciativa. Nada sobre conservación, mayores niveles de eficiencia de combustible o inversión en fuentes renovables de energía. Es tan estúpido que resulta doloroso.
¿Y su respuesta genial a la "independencia energética"? Perforar en el Refugio Nacional de la Vida Silvestre del Artico. Miren ustedes, todo el petróleo que hay debajo de la reserva equivale a mil millones de barriles menos de los que el país emplea en un año, según Robert Bryce, periodista texano especializado en energía. La iniciativa está cargada de perversidad: seguimos subsidiando a los que compran camionetas Hummer, pero ya no podemos ofrecer incentivos fiscales a quienes compran automóviles híbridos, que son seis veces más eficientes en consumo de combustible. Así es como se obtiene "independencia energética". Estados Unidos llegó a su tope de producción petrolera en 1970: de ahí en adelante todo ha sido cuesta abajo.
No creo haber visto nada tan extraño como la insistencia de la derecha en que el calentamiento global no existe. No soy climatóloga, pero leo lo que dicen. De hecho lo gritan: Rush Limbaugh tampoco es climatólogo, como ninguno de los cabezas de chorlito que parecen creer que todo este asunto es producto de la imaginación de los liberales.
El calentamiento global nada tiene de liberal: es científico. Parece haber cierto elemento de terquedad infantil en la negativa a reconocerlo: "Chispas, vamos a fingir que no ocurre para volver locos a los liberales, ja, ja, ja". Si leemos los blogs de los derechistas, encontramos una actitud como de Beavis y Butthead en torno al tema, una especie de humorismo de adolescentes mimados. Lo asombroso es encontrar la misma actitud en miembros del Congreso. Meter la cabeza en la arena no es solución.
Existe una convergencia perfecta de consideraciones económicas, ambientales y energéticas que apuntan en la misma dirección: recursos renovables de energía. En momentos en que la demanda de gasolina aumenta en todo el planeta, en que las economías de China e India crecen a pasos agigantados, en que el mundo se acerca al tope de su capacidad petrolera, nuestra dependencia en algunos de los gobiernos más retrógradas del mundo sólo se volverá peor y más costosa.
La política exterior también tiene algo que ver. Recordemos brevemente las afirmaciones del gobierno antes de la guerra, de que el petróleo iraquí pagaría los costos: aquel país produce ahora menos que en tiempos de Saddam Hussein. ¿Y qué tiene de inteligente andar tratando de derrocar al presidente de Venezuela? Poner a un montón de ideólogos orates a cargo de la política latinoamericana no hace sino crear un montón de enemigos allá.
¿Y la respuesta que proponen es resucitar la energía nuclear? Examinemos los prospectos. Aparte de la ley de Murphy, el problema con las plantas nucleares es que crear desechos radiactivos que siguen siendo tóxicos durante miles de años. Y no sabemos qué hacer con ellos. Aquí se aplica la primera ley de los hoyos: si te atoras en uno, deja de cavar. Ya estamos casados con una forma de energía que tiene un legado tóxico, ¿para qué demonios caminar hacia otra, cuando esta vez ya conocemos los efectos de antemano? ¿Y sobre todo cuando existen alternativas baratas, confiables, renovables, que no producen venenos? Estamos locos sólo de pensarlo. La energía eólica tiene ya precios casi competitivos.
Las fuentes renovables no son sueños guajiros: están aquí ahora, y van a ser mucho más baratas que el petróleo. Lo más económico que podemos hacer con el petróleo es no usarlo tanto. La actual tecnología híbrida no nos llevará a la mítica meta de la "independencia energética", pero al menos puede reducir la demanda de petróleo. En teoría, sólo se requieren 15 años para remplazar por completo el parque vehicular estadunidense. Y ya no tenemos otros cuatro años que perder.
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* Columnista en más de 300 periódicos y autora de tres best sellers sobre la política actual en Estados Unidos
Traducción: Jorge Anaya