Usted está aquí: martes 21 de junio de 2005 Política Difícil, alcanzar acuerdos con Fox, estiman en Rusia

Estar al final de su sexenio, desventaja del Presidente

Difícil, alcanzar acuerdos con Fox, estiman en Rusia

ROSA ELVIRA VARGAS Y JUAN PABLO DUCH ENVIADA Y CORRESPONSAL

Moscú, 20 de junio. Catorce años después de que otro presidente de México durmió en el Kremlin, Vicente Fox Quesada ya puede presumir que lo hizo al emprender este lunes una visita oficial de apenas día y medio de duración.

Aunque el primer mandatario mexicano en visitar esa ciudad no era un hombre de izquierda, Carlos Salinas de Gortari sí tuvo el privilegio de venir en tiempos soviéticos, cuando el Kremlin aún se veía como símbolo del agónico socialismo real.

Ni uno ni otro, en sentido estricto y al margen de sus preferencias ideológicas, subrayadas con especial énfasis por Fox Quesada hace unos días al anunciar que "uno de derecha" dormiría en el Kremlin, se alojaron en los aposentos de Iván el Terrible y otros zares menos sanguinarios.

El Kremlin fue la residencia de los gobernantes rusos hasta el 16 de marzo de 1703, cuando Pedro el Grande, empeñado en "abrir una ventana a Europa", puso la primera piedra de la fortaleza de Pedro y Pablo en el fangoso suelo de Isla de las Liebres, a orillas del río Neva, considerada la primera edificación de la ciudad de San Petersburgo.

Desde entonces ningún zar ruso volvió a vivir en el Kremlin y, tras el triunfo de la revolución socialista de 1917, Moscú retomó su condición de capital de Rusia.

Esa parte del complejo de edificios que forman el Kremlin está cerrada al público al ser remodelada como oficinas de altos funcionarios locales, por lo cual se habilitó especialmente una zona residencial para mandatarios extranjeros que consta de una habitación principal y siete más pequeñas para miembros de la comitiva oficial.

Acaso obsesionados con su privacidad, no todos los jefes de Estado aceptan la oferta del protocolo ruso. Muchos optan por quedarse en algún hotel de esta capital cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, no les abre las puertas de su residencia en Novo Ogariovo, lo cual sucede en casos de especial deferencia hacia sus huéspedes.

Y es que Fox Quesada, más allá de las similitudes que afirma tener con Putin en su estilo de gobernar, llega a Rusia un poco tarde, en el ocaso de su sexenio, lo cual aquí le resta fuerza como impulsor de grandiosos proyectos bilaterales que, si algún día se llevan a cabo, tendrán que ser negociados con otro presidente de México.

El factor tiempo, como circunstancia adversa que marca todos los puntos de la agenda bilateral, pesa mucho en este viaje de Fox, el cual perdió el estatus de visita de Estado y, en términos comparativos, no se corresponde con el trato excepcional que se dio en México al presidente Putin en junio del año pasado.

Mientras al mandatario ruso se le dio la bienvenida con salvas de artillería en el Campo Marte, honor que no todos los jefes de Estado visitantes gozan, el Presidente tuvo que contentarse con el saludo marcial de rigor en el aeropuerto. Quizá por eso los noticiarios de la televisión local ni siquiera informaron esta noche que Fox arribó a Moscú.

La ocasión, desde luego, será propicia para hacer un rápido recuento de las coincidencias en materia de política internacional. A ello dedicarán este martes los presidentes una hora (30 minutos de tiempo efectivo, restando la traducción) en su primera conversación, en el formato uno frente a uno, y otra hora ya con sus respectivas comitivas.

Aún tendrán algo de tiempo para platicar durante la cena oficial, que generalmente no resulta el mejor escenario para tratar asuntos de trascendencia, no sólo por el vodka que se suele servir con generosidad.

Si bien tienen el tacto de decirlo sólo off the record, los funcionarios rusos consultados por La Jornada creen que es difícil alcanzar entendimientos de mediano y largo plazos con un jefe de Estado que va de salida y que ni siquiera se hace acompañar de su canciller, independientemente de las razones que se hayan invocado como justificación de su ausencia, a menos que se quiera subrayar que va a atender un asunto más importante que la relación bilateral.

Como en esta ocasión tampoco se va a concretar ningún proyecto económico de importancia que pueda, por fin, elevar la cooperación en esta materia al nivel que, en su proclamado afán de diversificar sus nexos, México y Rusia aspiran tener, Fox trae un numeroso grupo de prominentes empresarios para que exploren, durante su fugaz estancia, las posibilidades de este mercado.

Otros hombres de negocios acompañaron al anterior presidente mexicano que visitó Rusia. Pasaron ya casi tres lustros y aún siguen sopesando la conveniencia de invertir aquí. A ver si no se repite la historia.

 
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