Usted está aquí: viernes 17 de junio de 2005 Opinión Cervantes y lo mítico

José Cueli

Cervantes y lo mítico

Michael Nerlich, en su artículo ''Don Quijote o el combate en torno a un mito'', incluido en La mirada de Orfeo, compilación realizada por Bernadette Bricout y publicada por Paidós, propone una interesante reflexión alrededor de la monumental novela de Cervantes.

El artículo empieza destacando la presencia fulgurante de El Quijote en la música y el arte. Habiendo nacido en 1604 y no en 1605, como creíamos hasta la reciente aclaración de Francisco Rico. Gracias a Maurice Béjart, quien inaugura la brillante tradición de las adaptaciones musicales de El Quijote, con la transformación de la novela cervantina en un ballet representado en el Louvre.

En la lista de dicha tradición se inscriben verdaderos genios de la música de la talla de Mendelssohn, Massenet, Strauss, Ravel y De Falla. Otros creadores talentosos, ahora en el mundo del arte pictórico, inmortalizan a Don Quijote. Entre los más destacados encontramos a Daumier, Doré, Cézanne, Redon, Masson, Janssen, Grieshaber, Dalí y Picasso.

Nerlich plantea una interrogante inicial que muchos de los admiradores de la singular obra cervantina nos hemos hecho: ''¿Cómo explicar que muchos de los personajes de este texto, Don Quijote por descontado, pero también Sancho Panza, inclusive la pequeña Maritomes, se hayan convertido en arquetipos y quizá en mitos sin que posean las cualidades excepcionales de que disponen los grandes superhombres de masas que menciona Umberto Eco? (...) ¿Qué dificultades inherentes a ese texto hacen que aún hoy los intérpretes sigan buscando sus significados y, si se tercia, se peleen hasta la ruptura de diálogo?"

Para empezar quizá habría que recordar del gran Montaigne cuando expresa que quizá somos tan sólo intérpretes de interpretaciones y simultáneamente acercarnos al pensamiento freudiano en cuanto a su concepción del inconsciente y a la posibilidad de interpretación del texto que lo constituye y que nos habita; esa escritura inconsciente que, utilizando palabras de un bello poema de Nandino, ''nos hace y nos deshace", escritura fundacional en cuyo origen, si es que hay tal, se aloja lo mítico, se asienta lo más primario, lo verdaderamente constitutivo, aquello que retorna una y otra vez a lo largo de toda la vida en un intento de desciframiento y rescrituración.

Esta ''sustancia" humana, este decantado de experiencias conscientes e inconscientes que traducido e interpretado nos habla de la indefensión humana y del dolor de la incompletud, de la vida-muerte que se juega bajo la égida de las dos pulsiones fundamentales descritas por Freud.

De dicha ''sustancia" están hechos los seres que pueblan el mundo cervantino. Seres que se deslizan en el margen, en la exclusión, en el exilio (condición inexorable del alma humana), en la deleznable frontera entre locura y cordura, entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre lo sublime y lo grotesco, entre lo idílico y lo catastrófico, en lo humano, demasiado humano.

Quizá los personajes cervantinos sean en realidad espejos que nos muestran el mosaico humano que somos con nuestras debilidades y contradicciones y quizá con ello instaura otra posibilidad de escriturar lo mítico.

En Cervantes, como Freud, el mito es fundamental para intentar comprender al ser humano. El mito fundacional es el del origen y esto se dirime entre la aporía y la quimera y de ello ''hablan" los míticos personajes cervantinos, de ello hablan los analizados en el diván.

 
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