Terrorismo y mundo unipolar
El terrorismo de grupos o de Estado tiene su origen en procesos interrelacionados. Con el derrumbe del sistema socialista se eliminó el factor principal del precario equilibrio mundial. Surge un mundo unipolar, en el cual Estados Unidos se erige como juez y gendarme planetario. El mapa político y económico se ha transformado de manera regresiva. Asistimos al surgimiento de un nuevo colonialismo de matriz estadunidense que pretende imponerse sobre la humanidad. Esta creencia se fundamenta con argumentos incluso teológicos, merced al "autoconvencimiento" de que ese país está designado por la providencia para combatir "el mal".
Estados Unidos vacía de contenido al conjunto de organismos internacionales creados en la segunda posguerra. Pretende cambiar los ejes rectores de las relaciones internacionales; sustituir la preocupación por conservar la paz mundial, la solución pacífica de las controversias y la autodeterminación de los pueblos por una sola misión: combatir el terrorismo internacional, reservándose el "derecho" de determinar quién es terrorista y protegiendo a los terroristas a su servicio.
Los repudiables atentados del 11 de septiembre de 2001 le proporcionaron al grupo en el poder en Estados Unidos las condiciones para legitimar un gobierno surgido del fraude y lanzar una ofensiva policiaco-militar cuya primera etapa impactó al mundo árabe. Las invasiones y ocupaciones de Afganistán e Irak por parte de Estados Unidos no son consecuencia del choque de civilizaciones, sino fruto de la voluntad hegemónica del imperio unipolar.
La lucha de Estados Unidos contra el terrorismo es en realidad un embate continuo contra la democracia y los derechos humanos. Esta situación se hace más evidente con el cercenamiento de las libertades civiles del propio pueblo estadunidense. Además, las autoridades mexicanas, en complicidad con Washington, establecen controles migratorios hacia sus vecinos pobres, que derivan en un Estado policial supranacional de claro corte autoritario global.
La construcción frustrada de variados esfuerzos nacionalitarios y las vicisitudes actuales de los estados nacionales constituyen también una de las fuentes de las múltiples formas de violencia tanto revolucionaria como terrorista. A esto hay que añadir la existencia de un mercado internacional de armas totalmente incontrolado. Los frecuentes conflictos a escala mundial y su falta de resolución de acuerdo con los intereses de los pueblos han provocado la persistencia de focos bélicos y el movimiento de gran cantidad de armamento. Estados Unidos e Israel sostienen buena parte de sus economías sobre la base de la industria armamentista, que es de carácter privado. El negocio de las armas en territorio estadunidense pone a la disposición de particulares, o incluso grupos terroristas, arsenales sofisticados completos y señala una privatización del uso de la fuerza. Atentados como el de Oklahoma lo demuestran. Otro fenómeno similar ha sido la puesta "en el mercado" del enorme potencial armamentista ex soviético, con las mafias involucradas en este lucrativo negocio.
Al desaparecer la contención soviética en Medio Oriente se incrementa la política agresiva de Israel en la región. Los gobiernos ultranacionalistas israelíes han llevado a cabo campañas militares de exterminio y han desconocido sistemáticamente las múltiples resoluciones de la ONU con respecto al problema palestino. La posibilidad de una solución pacífica a este largo conflicto se torna siempre difícil, a la vez que multiplica el odio basado en factores nacionalistas, lo que da lugar a posiciones cada vez más irreductibles.
El neoliberalismo provoca fenómenos de polarización en el ámbito global y en cada uno de los países, que deriva en situaciones de exclusión social, económica y política. La muerte por hambre y enfermedades curables, la pauperización forzada de la mayoría de la población, la idea de que la "política no sirve", el rencor social o basado en criterios raciales o étnicos, son algunos aspectos que hacen sentir, a escala global, que se está sobre un polvorín.
La derrota circunstancial de las ideas socialistas del modelo soviético posibilitó que el individualismo posesivo y competitivo se encumbrara como la cosmovisión predominante en la sociedad al inicio del siglo XXI. Este comportamiento puede degenerar en un darwinismo social que llevaría a la especie humana a un camino sin retorno. Hoy más que nunca es urgente un nuevo orden civilizatorio, y entender que si bien ha muerto una experiencia concreta de socialismo, sigue vivo un sistema de pensamiento que revolucionó el siglo XX y que dejó abierta la posibilidad de un futuro mejor.
El terrorismo de Estado, que se oculta bajo el disfraz de lucha contra el terrorismo, está provocando en la población planetaria un sentimiento generalizado de rencor contra el gobierno (que no contra el pueblo) estadunidense. Ese sentimiento creciente tendrá valor si se transforma en una acción política organizada en forma sistemática por parte de pueblos y gobiernos adversarios del imperialismo yanqui, de tal forma que sean derrotados sus intentos regresivos y creen las condiciones para el derrumbe del mundo unipolar. El llamamiento En contra del terrorismo y en defensa de la humanidad, suscrito en La Habana por un grupo de intelectuales y luchadores sociales el 8 de junio pasado, constituye una iniciativa política oportuna y necesaria en el ámbito latinoamericano para lograr este objetivo. Impulsar un movimiento internacional contra el terrorismo, constituir un tribunal hemisférico y defender los valores éticos y la dignidad ante la fuerza bruta y el terror, son compromisos ineludibles de hombres y mujeres en resistencia.