Usted está aquí: viernes 17 de junio de 2005 Opinión Na cui sa cao, Pedro

Francisco López Bárcenas

Na cui sa cao, Pedro

Don Pedro de Haro, mestizo convertido a indígena por voluntad propia, marakame wirrárika por su lucha al lado de ellos, líder espiritual de ese pueblo -más conocido como huichol- por su consecuencia y su ejemplo, se ha ido. Se les adelantó a sus hermanos y se nos adelantó a todos sus compañeros, en este largo camino por la defensa de los derechos de los pueblos indígenas de México y el mundo. Partió. Las fuerzas le fueron abandonando por su avanzada edad y la tierra cobró el tributo final que todos hemos de pagar.

Las primeras noticias de él se conocieron sin que fuera su voluntad hacerlas públicas. Se las contó a Fernando Benítez y éste las reprodujo en el tomo segundo de Los indios de México. El escritor obtuvo su testimonio después de pedirle a través de un funcionario indigenista que accediera a contarle su historia. "Aquí estoy para servirte", le dijo a Benítez al responder a su llamado, pero en lugar de hablar de él habló de las luchas de los wirrárikas en defensa de sus tierras. Explicó de las invasiones de los ganaderos, de las transas de los funcionarios del gobierno para evitar que los indígenas se defendieran. El no lo dice pero se deduce de su testimonio, que desde aquellos años ellos entendieron que las luchas por las tierras y los territorios deben confiarse a la capacidad organizativa de los interesados, porque por las buenas las leyes no se cumplen cuando de defender derechos indígenas se trata.

Su lucha junto a sus hermanos dio frutos y desató la furia de los ganaderos, quienes en complicidad con las autoridades gubernamentales lo mandaron a la cárcel, en donde permaneció cerca de dos años de manera injusta, hasta que sus compañeros lograron demostrar la falsedad de las acusaciones. Pero si esta lucha fue importante para la defensa de los derechos del pueblo wirrárika, más lo fue la reivindicación de lo espiritual, lo sagrado, ligado a la tierra. Porque una cosa es que, como lo hacen la mayoría de los pueblos indígenas de México, se reivindique el carácter sagrado de la tierra, otra es que esto se defienda en público y se exija respeto para las prácticas derivadas de ella. Por esto fue que don Pedro de Haro transitó de ser un mestizo que apoyaba las luchas por la tierra, a marakame de ellos, máximo cargo entre los wirrárikas.

Su consecuencia en la lucha por la tierra y los derechos espirituales ligados a ella la practicó hasta los últimos días de su vida. En la última década fue un miembro activo del movimiento indígena, tanto en los diálogos sobre derechos y cultura indígena entre el gobierno federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de quien fue asesor, pasando por los foros nacionales y su culminación final: el Congreso Nacional Indígena. En todos esos espacios hizo escuchar su voz y difundió la cosmogonía wirrárika, imprimiendo una dimensión distinta al movimiento, que junto con las de otros compañeros terminaron por construir el perfil propio de ese espacio de reflexión y lucha, uno que intenta ser reflejo de la realidad indígena y no copia de organizaciones verticales y corporativas. Un camino difícil que se construye en la medida que se camina.

En una de sus últimas apariciones públicas alertaba sobre el descontrol que sufre el mundo y el que seguirá si no se paga a la tierra lo que se le debe, de los avisos que está dando pero nos resistimos a escuchar, de la conveniencia de esto para el gobierno porque así impone sus programas mientras saquea los recursos que la tierra ofrece a todos para poder vivir. Era un placer escuchar cuando hablaba de eso, o de la necesidad de volver los ojos al campo, de producir lo que comemos, de ser autosuficientes en alimentos para poder construir las autonomías indígenas.

Por eso lo único que se me ocurre decirle ahora que ha partido es una cosa que los mixtecos dicen cuando se despiden: Na cui sa cao, Pedro. No es un adiós, menos un bye, agringado. Es más un "voy y vuelvo". Porque esperamos que don Pedro de Haro vuelva a estar con nosotros, entre nosotros. Para seguir aprendiendo de su sabiduría. Para seguir marcando el camino de los pueblos indígenas ahora que tanta falta nos hace.

 
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