La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia culmina labor de más de seis años
Termina la digitalización de los principales códices de México
Expertos usan tecnología de punta para mantener en buen estado los documentos históricos
Lamentan que los estudiosos sólo se interesen por los materiales "más grandes y bellos"
Ampliar la imagen Fragmento del c�e Boturini, el cual podr�er consultado de manera electr�a FOTO Cortes�de la Biblioteca Nacional de Antropolog�e historia
Aquella biografía del señor Ocho Venado, Garra de Jaguar, escrita (dibujada) hace poco más de nueve siglos, con trazos pulcros de color grana y hollín, reposa ahora en una bóveda de seguridad, cuidadosamente em-paquetada y vigilada las 24 horas del día.
Se trata del Códice Colombino, el documento más antiguo que resguarda la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia (BNAH) en una habitación especial ubicada en los sótanos del Museo de Antropología. Se trata también del único códice prehispánico que posee México.
Nunca más una mano humana desnuda se posará entre las hermosas páginas de ese libro. Como si se tratara de una vida muy frágil (el corazón mismo de una nación), el códice se muestra sólo a investigadores que han cumplido una estricta lista de requisitos.
Unos guantes blancos lo de-senvuelven con lentitud, lo colocan en la mesa, y lo despliegan ayudados de una varita de madera. Hace frío. La humedad es de entre 45 y 55 por ciento. El tiempo vuela observando los dibujos realizados por un diestro tlacuilo, allá por el siglo XII.
Un especialista señala que el códice, doblado en forma de biombo, se debe leer "de bustrófedon", es decir, la primera línea de derecha a izquierda, la segunda de izquierda a derecha, la tercera otra vez de derecha a izquierda, y así hasta el final.
No más de 30 personas acuden al año a husmear este acervo de acceso restringido, conformado por 96 códices originales que datan, en su mayoría, del siglo XVI. También se encuentran en esa habitación especial -a la que se accede luego de pasar varios "retenes" de personal de vigilancia y un mecanismo "de entrada de banco"- uno que otro documento de Hernán Cortés o de Isabel la Católica, o la mismísima "fe de bautismo" de América: la instrucción que se da a fray Martín de Valencia para que evangelice a los indígenas del nuevo mundo.
Un arduo trabajo de digitalización, que ha durado seis años ha hecho posible que esta valiosa colección pueda ser consultada de manera virtual por prácticamente cualquier persona que lo solicite.
Incluso se ha enviado a la Biblioteca de Alejandría una versión digital de los códices Colombino, Boturini (o Tira de la Peregrinación), Cholula, Moctezuma, y de la Matrícula de Tributos.
Miguel Angel Gasca Gómez, jefe del Departamento de Servicios al Público de la BNAH, explica que sólo faltan seis códices por digitalizar. Recuerda que, debido al tamaño de algunos, como el Lienzo de Zacatepec, que mide tres metros de ancho por tres de largo, se tardaron mes y medio tan sólo en fotografiarlo.
Se hacen tomas zona por zona, en cuatro tipos de película fotográfica. Luego sigue el proceso de armar el rompecabezas de imágenes y digitalizarlas. A veces la humedad y la temperatura de la bóveda juegan malas bromas a los fotógrafos y los lienzos se contraen o se expanden, por lo cual toda la labor se tiene que repetir.
Los libros pequeños se han digitalizado directamente pasándolos al escáner. Debido a los parámetros de resolución y calidad que se siguen, no se digitalizan más de 16 páginas por día.
En la bóveda, hoy se encuentran trabajando en los dos últimos códices: el Lienzo de Tlaxcala y el Lienzo de la Villa Alta. Para ser fotografiados, el primero se dividió en 36 cuadrantes y el segundo en 28. "Al principio, la unión digital de las imágenes nos llevó de entre tres meses a mes y medio por cada documento. El avance de la tecnología en estos años recientes nos ha ayudado a hacer uniones de 24 cuadrantes en sólo tres semanas", dice Gasca.
Lamentablemente para el público en general, debido a la calidad de las imágenes, éstas son "muy pesadas" para ser grabadas, todas, en un solo disco compacto o en algún soporte similar. Sólo pueden ser "alojadas" en el servidor de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.
Ahora, antes de mostrar un códice original, se sugiere al investigador que revise el material en la pantalla de una computadora. No se percibe el olor de la piel de venado o del papel amate. Los piececitos negros que salen de Aztlán hacia la tierra prometida brillan en pixeles de alta resolución.
Sigue viva la interpretación de los códices
A varios siglos de su elaboración, los códices son documentos "vivos" que se siguen analizando "de una y mil formas", explica Marco Antonio Tovar Ortiz, subdirector de la BNAH.
Tan sólo en la biblioteca, dentro del área de investigación, existen cuatro personas trabajando en los códices, pero también hay "en activo" investigadores de la Dirección de Etnohistoria, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), así como varios estudiosos extranjeros.
"La ultima corriente de interpretación de códices plantea que estos muestran una escritura, y los investigadores pretenden hacer una lectura de ellos", explica Tovar.
Agrega que antes se pensaba que la escritura indígena "consistía en imágenes mnemotécnicas que solo recuerdan un discurso que hay que conocer en el contexto cultural en el que se produce; pero recientes corrientes de interpretación identifican estos iconos como una escritura. Entonces, al estudio de los códices le han entrado los filólogos, entre otros especialistas".
Empero, el también historiador lamenta que existen varios documentos resguardados en la biblioteca a la espera de analistas, pues "se tratan de papeles pequeños de tamaño; en la mayoría de los casos las investigaciones se enfocan a los documentos más bellos o más espectaculares. Pero hay muchos pequeños que contienen información valiosa, a la espera de ser interpretados.
"De los más de 500 códices que se conocen en el mundo, los investigadores sólo identifican 14 como prehispánicos: 6 mixtecos, 3 mayas y 5 conocidos como parte del grupo Borgia", puntualiza Tovar.
El último códice que entró a la bóveda de seguridad de la biblioteca fue el llamado Badiano, que es, en realidad, el bello libro ilustrado: Libellus de medicinalibus indorum herbis, realizado por el médico indígena Martín de la Cruz, alrededor del año 1552. La obra, traducida al latín por Juan Badiano, indio de Xochimilco y profesor del Colegio de Santa Cruz en Tlatelolco, pertenecía al Vaticano. Fue el propio Juan Pablo II quien lo regresó a México en 1994.
Una anécdota recuerda que el cardenal encargado de la Biblioteca Apostólica de la Santa Sede se molestó cuando le fue solicitado el documento para ser "donado" al pueblo mexicano. El bibliotecario no quería darlo, aduciendo que el hecho crearía un precedente y que el Papa viajero se pondría a repartir por el mundo las joyas literarias de ese recinto.
Fue tanta su molestia al ser presionado para que lo entregara, que el cardenal bibliotecario se quedó con el estuche original del Códice Badiano.
Electrónica para guardar la historia
Cámaras de circuito cerrado, detectores de movimiento y de humo, puertas electrónicas y un sistema de ventilación calibrado crean un ambiente permanente para que ningún documento se deteriore.
Todos los sobres, bolsas o cajas donde están guardados los códices están libres de ácidos o pegamentos. Cosidos a mano, los estuches están hechos a la medida de cada documento.
En este momento, explica Carolusa González Tirado, subdirectora de Documentación de la BNAH, "podemos asegurar que ninguno de nuestros códices se está deteriorando. Algunos se han restaurado, sobre todo aquellos que fueron intervenidos en épocas recientes con materiales o métodos que ahora se consideran inadecuados porque se ha visto que producen daño en los materiales originales. Antes de cualquier intervención se debe hacer un estudio muy minucioso de los mecanismos de deterioro, las causas, así como pruebas a materiales nuevos".
En una biblioteca como la que se ubica en el Museo Nacional de Antropología es difícil establecer qué documento es el más valioso, el más importante. Al preguntar a cada uno de los encargados de cuidar los códices (el frágil corazón de una nación) cuál es su favorito, sólo tienen una respuesta: todos.