Editorial
La anulación de la deuda, medida insuficiente del G-8
Ayer, los integrantes del Grupo de los Ocho (G-8, los siete países más ricos del mundo más Rusia) se pusieron por fin de acuerdo para dar luz verde a la iniciativa para los Países Pobres Altamente Endeudados. Esto implica anular las deudas externas de 18 naciones pobres, entre ellas Bolivia, Honduras, Nicaragua y Guyana. El acuerdo, presentado en Londres, ha sido calificado como "histórico" por el secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Show. Sin embargo, organizaciones no gubernamentales lo han criticado fuertemente al considerarlo insuficiente, e inclusive algunas voces no han dudado en afirmar que se trata de un "fiasco" que no resuelve las precarias condiciones económicas de esas naciones.
El acuerdo establece la anulación inmediata de unos 40 mil millones de dólares que los países beneficiados contrajeron con organismos financieros multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Africano de Desarrollo (BAD). Adicionalmente, se busca incluir en el corto plazo a 14 naciones africanas. Además, en los próximos 12 a 18 meses, otros nueve países, cuyas deudas ascienden a 11 mil millones de dólares, también formarán parte de este plan de alivio. En total, se habla de la condonación de unos 55 mil millones de dólares.
Esta medida es un pequeño paso adelante en la solución de la problemática mundial de la deuda externa, pero como señalaron los artistas Bono y Bob Geldof que han presionado al G-8 para condonar la deuda de Africa, "se necesita más" para acabar definitivamente con la pesada carga del débito. Los 40 mil millones que serán perdonados apenas equivalen a poco menos de la cuarta parte de los 370 mil millones de dólares que los países en desarrollo deben pagar al año para cubrir los intereses y amortizaciones de sus pasivos externos. Asimismo, esta anulación deja fuera a muchas naciones altamente endeudadas, ya que representa sólo 10 por ciento del débito total de los países pobres (unos 523 mil millones de dólares).
Por otra parte, el presidente del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, Eric Toussaint, señaló que "los supuestos alivios están condicionados a la apertura progresiva de las economías del sur a los intereses de las trasnacionales del norte", lo que implica avanzar en las privatizaciones de los servicios públicos y los recursos naturales de los países endeudados. Estas duras condiciones provocan que el nivel de vida "de las poblaciones sometidas a esta lógica no mejoren". Por ello, Toussaint aseguró que el gesto del G-8 "no es más que una cortina de humo" que no logra detener la sangría de capitales que afecta a estas naciones. Y es que la iniciativa no incluye los préstamos otorgados por la banca privada internacional, cuyos servicios son más onerosos que los del FMI, el BM y el BAD: los 27 países que serán beneficiados pagarán más por los servicios de sus deudas en 2005 que en 2003.
Estos datos demuestran que la iniciativa contribuirá muy poco a alcanzar las metas del Milenio para reducir la pobreza a la mitad en 2015. Es insuficiente para dirigir a estas naciones pobres hacia el camino del desarrollo sustentable. En ese contexto, el G-8, que representa más de 40 por ciento de la mitad de la riqueza mundial y 50 por ciento del comercio, pero sólo 12 por ciento de la población del planeta, podría hacer mucho más para aliviar la situación de los países endeudados si adopta medidas adecuadas para cerrar la brecha entre ricos y pobres, mejora la distribución de la riqueza a escala global, aumenta la ayuda al desarrollo (que se mantiene por debajo de los 80 mil millones de dólares) y, por supuesto, promueve una cancelación de la deuda más profunda y efectiva sin imponer condiciones económicas leoninas y lesivas.