Boicot a lo peor de Israel, no a lo mejor
Cuando pasé una semana en Hebrón, hace dos veranos, tenía ganas de respaldar mil boicots: contra la academia israelí, los productos israelíes, los deportistas de Israel. Descubrí una localidad en Cisjordania que está más allá de la incredulidad y la locura. Los 130 mil palestinos en Hebrón permanecen confinados con el fin de que 450 colonos -sí, sólo 450- puedan circular con libertad.
Estos palestinos viven prisioneros en sus hogares la mayor parte del año. No se les permite salir por ninguna razón. Si alguno se aventura a hacerlo puede ser objeto de disparos, como en efecto lo son con frecuencia. Cada cierto número de días, se les permite salir y andar por la ciudad en una desesperada y veloz búsqueda de víveres y otros productos que puedan durarles todo el próximo periodo de cautividad arbitrario.
La vivienda palestina promedio en Hebrón es diminuta; familias de ocho personas comparten un par de cuartos. Muchas familias tienen baños en el exterior, que muchas veces no logran alcanzar por temor a los tiros y, por tanto, emplean cubetas. Esa es su vida.
El primer día que estuve en Hebrón supuse que había toque de queda. Las puertas y ventanas de todos los comercios estaban cubiertas con agujereadas cortinas de acero y el silencio reinaba en la calle. Pero luego me enteré que ese era un buen día y no había toque de queda. Descubrí que todos los palestinos se encontraban, o bien esperando a que les negaran el paso en alguno de los puestos de control que manchan como cicatrices toda la ciudad, o temían salir de sus casas. Ya no pueden ir al lugar donde se encontraba el antiguo mercado palestino porque esa zona ha sido declarada ''segura'' para los colonos, así que tuvieron que llevarse sus comercios a algún territorio desolado.
Mientras me paseaban por el lugar, noté una extraña red de alambre que colgaba sobre el mercado. Ingenuamente pregunté para qué era. Greg Rollins, colaborador del Equipo Cristiano de Paz con base en Hebrón, dijo suavemente: ''Los colonos arrojan objetos a los palestinos. Piedras y ladrillos. He visto a sus niños aventarles porquerías. Por eso instalaron la red, pero no siempre funciona''.
Mucha gente en Gran Bretaña está haciendo campaña para declarar un boicot contra las universidades israelíes, entre ellos los profesores Steven y Hillary Rose. Se trata de gente decente que quiere mostrar solidaridad hacia los palestinos atrapados en esta seudo vida. Les enfurece que el gobierno israelí, después de 38 años de ocupación, apenas y se mueve unos centímetros hacia la solución de un conflicto entre dos Estados, que el mundo entero considera necesaria. La intención es hacer que Israel avance otro poco en ese sentido. Acusarlos de antisemitas, judíos que aborrecen a los judíos o cuasi nazis -todos los insultos que les han lanzado- es falso y repugnante.
Hoy, la postura de los académicos británicos sobre esto no queda clara. Algunos parecen estar haciendo boicots a nivel personal; muy pocos asisten a conferencias en Israel. La Asociación de Profesores Universitarios se adhirió a un boicot anteriormente, pero dio marcha atrás a finales de mayo.
La única pregunta razonable en este momento es: ¿beneficiarán o perjudicarán estas propuestas a los palestinos? Ya en 2002 tuvimos en Inglaterra una probada de lo sería un boicot sin matices contra las universidades israelíes.
El doctor Oren Yiftachel es uno de los millones de israelíes valientes que ha presionado implacablemente por hacer justicia a los palestinos. De manera incansable, ha documentado el robo de tierras palestinas por el gobierno de Sharon y fundado un periódico radical árabe-israelí que hizo hervir la ira de la derecha israelí.
Ese verano envió un texto académico a una publicación de izquierda llamada Geografía Política, en el que argumentó en contra del abuso de palestinos en Hebrón y otros lugares. El artículo le fue devuelto sin ser leído. La publicación le explicó que tenía un boicot en contra de israelíes.
La más clara, valiente y extensa oposición documentada a los crímenes israelíes contra los palestinos proviene, no de Damasco y Riad, sino de Tel Aviv, Jerusalén y Haifa. Si quieren conocer con lujo de detalles los crímenes cometidos en Gaza y Cisjordania, recurran al grupo israelí de derechos humanos, Paz Ahora. Si quieren entender la verdadera historia de Israel-Palestina, lean a Tom Segev, a Benny Morris (antes de su extraño cambio de 2002), a Ilan Pape y a otros "nuevos historiadores". Un boicot total a las universidades israelíes simplemente los dejará fuera de la escena del debate académico internacional. Si actuamos como si todos los israelíes fueran sinónimos de Ariel Sharon, simplemente nos estaremos moviendo cada vez más hacia la derecha.
Las universidades israelíes son mundialmente reconocidas como los centros progresistas del país. Precisamente por esto es que el gobierno de Ariel Sharon está socavando su autonomía y su financiamiento.
La profesora Neve Gordon, de la Universidad de Haifa, es una feroz defensora de los palestinos (catedráticos estadunidenses la han tildado de ''fanática antisemita''). Ella ha señalado: ''Sin saberlo, estadunidenses y europeos que apoyan el boicot académico contra las universidades israelíes están colaborando con el ataque del partido Likud. Esto sólo debilitará a elementos de la sociedad israelí que están luchando por preservar estos reductos de libre expresión de los embates de la derecha''.
Algunos de quienes respaldan el boicot reconocieron esto y, en cambio, propusieron sancionar a sólo dos universidades: la de Haifa, en la que aparentemente fue censurado un estudiante que hizo una tesis sobre los crímenes de guerra de Israel, y la de Bar Ilan, porque tiene nexos con un campus para colonos israelíes en Cisjordania.
Pero incluso esto carece de matices: 20 por ciento de los estudiantes de Haifa son árabes, y algunos de los más prominentes intelectuales de izquierda son parte de su facultad. ¿En verdad queremos boicotearlos?
Hay una opción mejor. Lo que necesitamos no es un embargo, al estilo del apartheid de Sudáfrica, sino sanciones inteligentes. Si lo que queremos -más bien, debemos- es mostrar solidaridad con los palestinos, existe en Gran Bretaña y otros lugares del mundo un grupo que está cometiendo las peores atrocidades contra los palestinos. La corporación Caterpillar provee a Israel de bulldozers D9 de 64 toneladas que las fuerzas israelíes usan sistemáticamente para aplastar poblados palestinos completos. Una cuchilla en la parte trasera del bulldozer -llamada ''destripadora''- ha deñado más de 64 kilómetros de tuberías de suministro de aguas y drenaje.
Al menos tres palestinos han sido asesinados porque no pudieron huir rápidamente de sus casas, más de 16 mil han quedado sin hogar sólo en la ciudad de Rafah. La pacifista Rachel Corrie fue aplastada por un bulldozer Caterpillar cuando trataba de proteger el hogar de un médico local. Una de las razones del mortal colapso de la infraestructura civil palestina de los últimos cuatro años es que las demoliciones son tan persistentes que ya nadie se toma la molestia de reconstruir.
He aquí un boicot que llega directo al corazón de la ocupación y no ocasiona daños colaterales a la izquierda israelí. El mensaje es simple: cada persona que usa botas marca Caterpillar camina sobre escombros manchados de sangre palestina. Cada compañía de construcción que paga por equipo Caterpillar está ayudando a los que obtienen ganancias de los crímenes de guerra. Usted puede unirse a la campaña contra los bulldozers en el sitio www.catdestroyshomes.org.
En la lucha por un Estado palestino seguro y libre a un lado de Israel hay minas a ambos lados del camino y debemos ser cuidadosos. Elijamos boicots contra lo peor de Israel, no contra lo mejor.
*Periodista y dramaturgo británico
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca