Usted está aquí: viernes 3 de junio de 2005 Opinión Nuestro animal maldito

Gustavo Iruegas

Nuestro animal maldito

Durante los años 80, época en que Estados Unidos gastaba un millón de dólares diariamente en la represión a la revolución salvadoreña, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional había orientado a sus cuadros que, para referirse a las fuerzas represivas en lo general, se usara la expresión "el enemigo", para afianzar en la conciencia de los combatientes que no se trataba de meros adversarios sino claramente del contrario en una guerra. Sin embargo, para referirse a los integrantes de las fuerzas represivas, en el lenguaje popular no se decía "ahí va un enemigo"; se decía "ahí va un animal". No se aludía a la condición irracional de un bruto, sino a la ferocidad de un depredador sanguinario. Luis Posada Carriles vivía ahí y desde ahí mataba.

El ahora septuagenario, nacido en Cuba aunque después optó por la nacionalidad venezolana, inició su carrera francamente contrarrevolucionaria en 1959, cuando ya contaba con antecedentes como colaborador de la policía secreta del dictador Batista y de la FBI estadunidense. Asilado, llega a Miami y por indicaciones de la CIA se enrola como instructor de los expedicionarios que invadirían Cuba por Playa Girón, aunque evita participar él mismo en la invasión; ya en 1963 se le menciona entre los cubanos emigrados a Estados Unidos comprometidos en el asesinato del presidente Kennedy y, no obstante, recibe entrenamiento en contrainsurgencia, infiltraciones navales y explosivos. Se convierte en el maestro de los terroristas y saboteadores que se infiltrarían en Cuba. Ya en 1967 se le inserta en la DISIP venezolana y con el alias de Comisario Basilio trabaja también para los servicios secretos de Guatemala, El Salvador, Chile y Argentina. En 1971 realiza uno de sus varios intentos de asesinar a Fidel Castro Ruz durante un viaje a Suramérica. También se le relaciona con el asesinato en Washington, DC, de Orlando Letelier, quien fuera ministro de Relaciones Exteriores de Salvador Allende. En 1976 cometió el más odioso de sus crímenes conocidos, al dirigir el atentado a un avión de Cubana de Aviación que costó la vida a sus 73 ocupantes. Fue detenido y pasó nueve años prisionero en Venezuela, de donde se fugó con ayuda de sus contactos oficiales. Volvió al istmo centroamericano y a Sudamérica, donde actuó como represor y terrorista bajo el amparo de sus amigos en los gobiernos locales.

Con ocasión de la Cumbre Iberoamericana que se celebró en Panamá en el año 2000, intentó nuevamente asesinar a Fidel Castro, con una bomba que colocaría en un auditorio repleto de estudiantes. Fue denunciado por el propio mandatario cubano y encarcelado. Los organizadores de la reunión tenían prevista una declaración conjunta que condenaba el terrorismo. Castro pidió que el texto incluyera el terrorismo de la clase que practica Posada Carriles y que él mismo había denunciado. Los gobernantes reunidos se opusieron a ello. Destacadamente, el presidente Flores, de El Salvador, anticomunista acérrimo, mejor conocido por sus fallidos intentos de ocupar el puesto de secretario general de la OEA. Fue en esa ocasión en la que se escribieron los prolegómenos de las actuales diferencias de los gobiernos de México y Cuba. México, por boca del presidente Ernesto Zedillo, propuso que se mantuviera el texto de los organizadores aunque Fidel Castro no lo firmara.

Posada Carriles estuvo prisionero hasta que la presidenta de Panamá, Mireya Moscoso, en un acto repugnante y desvergonzado, le concedió el perdón, menos de 48 horas antes del fin de su mandato. Los cómplices del jefe terrorista volaron directamente a Miami, pero Posada Carriles desapareció por unos meses.

El 16 de marzo, el periódico Por Esto! de Yucatán informó que el barco camaronero Santrina, habiendo zarpado de las Bahamas rumbo a Miami, encalló a la entrada de Isla Mujeres y que "... una vez que el Santrina atracó en el muelle de concreto recibió la visita de las autoridades que intervienen cuando un barco de bandera extranjera entra a puerto, siendo la primera instancia en presentarse la Armada de México, cuyos elementos, apoyados por perros entrenados para detectar sustancias narcóticas y armas, revisaron la embarcación, sin encontrar nada irregular. De la misma manera realizaron sus respectivas inspecciones las autoridades de Migración, Sanidad Internacional, Sagarpa y finalmente la capitanía de puerto, cuya función, tras coordinar las operaciones de rescate, se limitó a levantar las actas correspondientes del incidente. A pregunta expresa a Angel Gabriel Vallejos Sánchez, encargado del despacho de capitanía, aseguró que no habrá ningún tipo de sanción para el capitán del Santrina, José Pujol, en virtud de que según sus propias palabras se trató de un incidente como cualquier otro, que no amerita sanción alguna".

No se agregó ninguna información acerca de los motivos por los que el camaronero se desvió de su corta travesía de Bahamas a Miami hasta Isla Mujeres, aun con la Corriente del Golfo en contra. El capitán José Pujol, ha denunciado Fidel Castro, es un viejo agente de la CIA. A fines de abril, Posada apareció en Miami, donde declaró haber entrado en Estados Unidos ayudado por un coyote que lo transportó en automóvil por territorio mexicano. No obstante, Por Esto! continuó su investigación y logró que testigos confirmaran la presencia en Isla Mujeres de Posada Carriles: "Yo sí vi a Luis Posada Carriles ahí donde están las embarcaciones, se veía muy elegante, y muchos más lo vieron", confirmó ayer Fidel Villanueva Madrid, ex presidente municipal y cronista de Isla Mujeres. "Todos lo vimos, en realidad don Luis estuvo allá. Yo amarro mi lancha en Puerto Isla Mujeres, y allá estuvo el señor", afirmó en entrevista. Recordó que fue "un sábado lo vimos allá, (él estaba) viendo los barcos, (pero) no (lo) conocíamos como tal". Señaló que fue después, cuando se publicó su fotografía en el periódico Por Esto! de Quintana Roo, que recordó que era la persona que había visto en el Puerto Isla Mujeres.

El presidente Fidel Castro dio lectura en público a un artículo del diario El Sol de Zacatecas, que reporta una entrevista con el secretario de Marina de México, Marco Antonio Peyrot, quien reveló que Posada Carriles ingresó a Estados Unidos en el Santrina, barco de bandera estadunidense que tocó tierra en Isla Mujeres en la península de Yucatán, donde lo habría abordado con rumbo a Miami, en la Florida, tal como lo informó Por Esto!

Todo ello parece indicar que Posada Carriles entró a México clandestinamente por la frontera sur y abordó el camaronero Santrina en Isla Mujeres, en el cual viajó hasta Miami. De ser así, Estados Unidos le ha mentido al gobierno de México o actúa de acuerdo con él en la mentira pública.

Tras conocerse estos hechos, el gobierno de Venezuela solicitó al de Estados Unidos la extradición de Posada Carriles. La respuesta fue negativa y los pretextos han sido o bien arrogantes (Estados Unidos no cede a presiones políticas; Estados Unidos no entrega a nadie a Cuba ni a un gobierno susceptible de colaborar con Cuba) o bien fútiles (Estados Unidos lo considera culpable de entrar ilegalmente al país).

Cualquier persona de buena fe se preguntaría: ¿por qué razón Estados Unidos no entrega a Posada Carriles para ser juzgado en el país donde cometió el más grande de sus crímenes, mismo de donde escapó con la complicidad de sus jefes? ¿Por qué, si está empeñado en su gran cruzada contra el terrorismo internacional, se opone a que sea castigado tan notorio delincuente y sanguinario terrorista? Pero también, cualquiera que conozca el verdadero carácter y la naturaleza íntima del gobierno de Estados Unidos sabrá que se trata de una complicidad. La misma complicidad que, en 1936, hizo célebre uno de los grandes presidentes de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, cuando dijo: "Somoza es un hijo de puta; pero es nuestro hijo de puta".

 
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