Buscan quebrar los nervios y la dignidad de los reos, afirma la familia de Jacobo Silva
Denuncian trato inhumano en el área de segregación del penal de La Palma
Al ex guerrillero lo han privado del derecho a pintar, su única salida al continuo aislamiento
Ampliar la imagen �Tranquilos!, una de las obras de Jacobo Silva Nogales, preso en el penal de La Palma
Los presos del área de segregación del Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) de La Palma, en el estado de México, no se pueden peinar, cambiar de ropa ni cepillar los dientes desde hace cerca de un mes. Y se preguntan hasta cuándo contarán con el pedazo de jabón y el escaso papel sanitario que aún conservan. Pierden la noción del tiempo, pues les han confiscado los relojes. Esto perturba su sueño, ya que nunca saben a qué hora llegarán los custodios a pasar lista.
Los rigurosos castigos que les aplican las autoridades carcelarias a estos presos, clasificados como "extremadamente peligrosos" a raíz de la intervención militar en este penal de máxima seguridad, el 14 de enero, se han intensificado gradualmente desde hace cuatro meses e incluyen continuas revisiones de celdas, aislamiento de 23 horas y media al día, con sólo media hora de derecho a salir al patio; ocio absoluto, pues les está vedada cualquier actividad; golpizas frecuentes, humillaciones e insultos constantes.
Este trato degradante, según denuncia la familia de Jacobo Silva Nogales, comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) detenido desde hace seis años, busca quebrar los nervios y la dignidad de los reclusos.
Elizabeth Silva, hermana de Jacobo, sonríe con amargura: "Parecen niños de hospicio, con las cabezas mal rapadas, todos sucios y con cortes en la cara, porque les han quitado los pequeños espejos que usan para rasurarse". Y expresa su alarma: "Mi hermano, que siempre fue fuerte, que ha sabido sobrellevar con mucha integridad la prisión, me ha hecho saber que lo pueden orillar a una locura".
En este grupo se encuentran cuatro que se consideran presos políticos: Jacobo Silva, comandante Antonio, detenido en 1999 y sentenciado a 49 años seis meses de prisión por una emboscada guerrillera que nunca fue plenamente esclarecida; Sergio Bautista Martínez, José Luis López García y Pablo Alvarado.
El 14 de enero, cuando la Policía Federal Preventiva y el Ejército tomaron el control de La Palma para romper el círculo de complicidades que habían construido los cárteles del narcotráfico en el penal, el cual les permitía operar desde sus celdas, dos presos por causas político-militares fueron incluidos en el castigo, junto con el resto de los reos de alta peligrosidad: Silva y Alejandro Cerezo, el menor de los hijos de los líderes del Ejército Popular Revolucionario (EPR), excarcelado recientemente.
Cuando la PGR presentó ante las cámaras de televisión a "los más malos" del penal, la mayoría con sentencias por cargos de narcotráfico, uno de ellos contrastó a la hora de presentarse: "Soy Jacobo Silva Nogales. Delito: rebelión".
Pinceles, armas peligrosas, según Yunes
En el marco de ese operativo, el subsecretario de Prevención y Readaptación Social, Miguel Angel Yunes, dio a conocer el decomiso de armas, celulares y televisores fuera de reglamento que los reos habían acumulado en sus celdas. A Silva le fueron decomisados 20 pinceles y una limitada colección de pinturas al óleo, cartones y cuadros que había elaborado, porque, según declaró Yunes, "pone en riesgo la seguridad del centro".
Silva, guerrillero de 48 años, nativo de Miahuatlán, Oaxaca, separado desde hace cinco años de su esposa, la también dirigente del ERPI Gloria Agis Arenas, presa en el penal de Ecatepec, desarrolló un sorprendente talento como pintor empírico en sus años tras las rejas. La crítica de arte Irene Herner lo clasifica como un artista "ecléctico en búsqueda de su propio lenguaje". El se define como "pintor de lavabo", ironizando sobre su falta de atril y los austeros recursos de su taller-celda.
El año pasado obtuvo el segundo lugar en el concurso de arte de las prisiones David Alvaro Siqueiros, organizado por las propias autoridades penitenciarias, con un premio de seis mil pesos. Su obra, de corte naive e inspirada, según dice él, en la corriente de su paisano, el maestro oaxaqueño Rodolfo Morales, ha alcanzado precios decorosos en algunas galerías interesadas en este tipo de trabajo alternativo. Continúa la crítica Herner: "El arte es para él, desde su restringida celda, una ventana donde se abre el horizonte. Y la pintura lo lleva más allá de los límites de la prisión, a comunicarse con el mundo y a estar en él".
Pese a la situación límite que vive, logra plasmar ironía y humor en sus cuadros. A uno de ellos, en el que reproduce sus zapatos en el estrecho espacio donde habita, lo tituló: ¡Tranquilos! En otro se representa a sí mismo, junto con sus hermanos, en su infancia rural. El y dos de los niños visten con los colores reglamentarios de los presos. El sofocante paisaje del Cefereso es retratado en detalle y en distintos ángulos. Como otro cuadro que se titula Insomnio, donde sólo se ve un techo y la sombra que proyecta un foco eternamente encendido. Ha creado retratos de Ofelia Medina y el maestro oaxaqueño Rodolfo Morales. Otras obras representan la agobiante reproducción de Van Gogh de un círculo de reos.
En huelga de hambre
Cuando Silva empezó a destacar por su pintura, los dirigentes del penal le quisieron restringir primero el material e incluso la gama de colores que podía usar. Después intentaron impedirle del todo esta actividad. El preso se puso en huelga de hambre -una más de las muchas que ha llevado a cabo- para que le permitieran ejercer el derecho a pintar, establecido por el mismo reglamento penitenciario.
Pero esta conquista le fue cortada de tajo en enero, a raíz de la toma militar del penal. "Al principio nos pareció normal que le quitaran su material de pintura. Pensamos que era una medida pasajera y que pronto todo se normalizaría, dentro de lo duro que son sus condiciones de reclusión. Pero con el paso de las semanas y los meses hemos visto que las cosas se han recrudecido hasta hacer insoportable su situación", señala su hermana Elizabeth.
Un escrito de los familiares explica que a principios de mayo Silva Nogales escribió un texto denunciando la situación interna en el área de segregación, el cual fue entregado a la oficialía del penal para que lo hiciera llegar a su familia. Pero esa oficina ha hecho "perdedizo" el documento, lo mismo que la correspondencia familiar. Las visitas, que estaban restringidas a tres días al mes, fueron espaciadas a una cada tres meses.
En esta denuncia se describen situaciones como ésta: "El 26 de abril, al momento de salir al patio, el custodio a gritos le pidió en varias ocasiones que se bajara la trusa hasta el suelo, a lo que Jacobo se negó y contestó: 'Con todo respeto, pero no lo voy a hacer porque es un acto denigrante que viola mi dignidad y mis derechos humanos'. A lo que el custodio respondió a gritos: '¡Usted no tiene derechos! ¡Usted es sólo un preso!' De castigo fue incomunicado dos semanas, sin derecho a recibir visitas o llamadas telefónicas, sin derecho a bajar al comedor o salir al patio". Todos sus enseres personales le fueron retirados, excepto una pluma, un bloc, algunos documentos, dos camisetas y un uniforme que tiene que lavar y volvérselo a poner aún húmedo.
Sus familiares denuncian, además, que él y otros dos presos que también intentaron quejarse oficialmente por los maltratos han presentado malestares agudos en los días recientes, con síntomas semejantes. "Tenemos el temor -agrega el texto de la familia- de que esto pudiera ser ocasionado intencionalmente, por lo que hacemos responsables a las autoridades del penal, ya que esto pone en riesgo su vida."