La crítica y las fobias
Ante los hallazgos de la casi totalidad de las encuestas que se han publicado por estos días y que capturan opiniones o preferencias ciudadanas, destacan dos escenarios posibles. Uno que trata de analizar y formular una visión crítica de lo que de ellas emana y otro que reacciona con filias y fobias hacia los distintos partidos y candidatos que se mencionan en tales estudios sociales. Además de los mismos escenarios descritos, todavía hay voces que no se resignan a ver las encuestas como lo que son: cuadros estadísticos, temporales, del sentir, pensar o accionar de la sociedad o de un grupo en particular. Quieren, de manera por demás forzada, negarles validez como exactos instrumentos predictivos que, por cierto, nadie que los estudie de manera razonada sostiene que son.
Lo que las encuestas revelan es el pulso temporal de los posibles votantes con miras a las elecciones presidenciales venideras. Tratan de establecer de forma precisa y jerarquizada las preferencias electorales y, dentro de esas categorías, las opiniones acerca de los factibles contendientes que, en un momento dado, se visualizan como posibles opciones a escoger. Los encuestados a veces anticipan algunas de las razones que los mueven a expresar sus simpatías o, dicho de manera distinta, dan las razones que, creen, justifican sus opciones por alguno de los prospectos entre los que se les invita a escoger.
Así las cosas, puede afirmarse que los sondeos, trabajados con dedicación desde hace ya varios años, arrojan resultados que no dejan de sorprender. El primero que destaca es la consistencia que ha mostrado la ciudadanía en sus inclinaciones. López Obrador ha venido ocupando, desde el inicio de tales auscultaciones a la sociedad, el primer sitio en las preferencias colectivas. Y así ha seguido tanto a lo largo del prolongado proceso que lo pretendía inhabilitar como después del traumático recule de Fox y de sus aliados, forzado por la movilización de una nutrida parte de los mexicanos. La caída en las simpatías por el PAN y por las del secretario de Gobernación, Santiago Creel, es lo que con posterioridad se ha acentuado ante los ojos de los supuestos votantes por estos movidos días. El aprecio por el gobierno federal y en particular por el presidente Fox ha sufrido merma considerable. Juntos, PAN, Creel y Fox han sido los damnificados como autores y promotores del desafuero o porque sus argumentos fueron captados como falsos por los ciudadanos encuestados. Aunque sobre este juicio adverso que revelan los sondeos pueden encimarse otros efectos nocivos para la imagen del gobierno y sus actores principales: el ralo crecimiento económico, el inocultable desempleo o el sentimiento de inseguridad y desgobierno que se han observado recientemente, entre otros varios factores.
Junto con las conclusiones anteriores, el arrastre que las simpatías por AMLO han ejercido sobre el PRD lo han llevado a ser visto como el partido que puede ganar las elecciones federales de 2006. Y esto sí es todo un fenómeno de nuevo corte. Ha desplazado al PRI de ese privilegiado y acostumbrado lugar. Hasta hace poco el PRD era percibido como un partido de violentos ante los que se tenía una actitud de rechazo mayoritario que los situaba en un modesto tercer puesto como aspirantes al triunfo. Después de la pacífica conducta observada, sobre todo durante la intentona de inhabilitación de su abanderado, un drástico cambio de perspectiva ha tenido lugar. Ahora se le empieza a ver como el posible ganador en 2006, no sólo de la Presidencia, sino del Congreso. Además, los argumentos vertidos por los entrevistados (ver Reforma, 30/5/05) para apoyar sus preferencias no deben ser tomadas a la ligera por la crítica. Destacan dos enfoques ante ellos. Uno que fortalece la consistencia expresada a favor de AMLO. Los otros que debilitan las posibilidades de modificar las decrecientes simpatías hacia Creel y refuerzan la defectuosa imagen de Roberto Madrazo.
No dejan de observarse reacciones, en la crítica publicada, muy viscerales de aquellos que quieren, que desean, ver por los suelos a López Obrador o, al menos, que fuera relegado a un lejano tercer sitio en el recuento final de los votos. Son los mismos que apoyaron, con repetitiva cantaleta y endebles argumentos, el intento de los dirigentes priístas, del procurador Macedo de la Concha, de los legisladores panistas y de varios encumbrados empresarios por descarrilarlo, a la mala, de la carrera hacia 2006. Ahora alegan que falta mucho para julio del año venidero, como si nadie lo supiera. Que la campaña no ha iniciado sus devastadores efectos sobre los sentires ciudadanos, de hoy en día, y que después todo cambiará, para mal del odiado contendiente del PRD y para beneficio de cualquier otro de sus rivales.
Lo cierto es que la numerología encontrada en los sondeos publicados apunta hacia un robustecimiento de las actuales tendencias y no para su trastocamiento como resultante de una intensa campaña mediática. Aunque lo cierto también es que tanto Creel como Madrazo pueden ser sustituidos por otros prospectos, más dotados, que puedan presentar mejor oportunidad de triunfo para sus respectivos partidos. Por lo demás, el punto crítico de AMLO, aliados y consejeros en su ruta hacia el poder es otro. Este apunta hacia un descuido de la naturaleza y talante del movimiento de opinión que lo apoya.