"El narcotráfico en esta frontera es libre y soberano"
Crece el temor por crímenes y ola de violencia en Juárez
A cualquier hora del día ocurren asaltos, homicidios, riñas entre pandillas, robos a viviendas y drogadicción
Ciudad Juárez, Chih., 28 de mayo. La impunidad aquí llega a tal nivel que resulta fácil comprar menos de un gramo de cocaína por 60 pesos, en el poniente de la ciudad, lugar donde residían la mayoría de mujeres asesinadas en esta localidad fronteriza.
Desde distintos ámbitos, las voces coinciden en acusar a las autoridades de negligencia y de permitir que la situación se profundice. Apenas el martes pasado, en Casa Amiga, una organización no gubernamental que atiende a decenas de víctimas de maltrato intrafamiliar, se recibió una llamada de auxilio para que trataran de disuadir a una infante que, atemorizada por los asesinatos recientes de dos menores de edad, externaba su miedo tanto en la escuela como en su casa y pretendía suicidarse.
Esther Chávez, directora de ese centro, manifestó que el clima de impunidad e inseguridad es tan alto que basta recordar que en promedio hay 700 abusadores sexuales en El Paso, Texas -bajo vigilancia del sistema judicial estadunidense-, a quienes les resulta fácil trasladarse a esta frontera donde nadie los controla.
Destacó que a finales de 2004 el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) presentó un análisis sobre el clima de inseguridad que se vive en Ciudad Juárez, donde los vecinos viven atemorizados e inseguros a cualquier hora del día por los asaltos, homicidios, riñas entre pandillas, robos a viviendas y drogadicción, entre otros delitos que se cometen.
Investigadores de la institución establecieron en su balance que la situación deteriora la calidad de vida, en tanto que jóvenes y niños son agredidos al salir de las escuelas o parques, no están seguros en las calles, no se les puede enviar con confianza a hacer compras, además, los trabajadores son asaltados entre sus casas y el lugar donde abordan o descienden del autobús, y de que prevalece entre los colonos un sentimiento de impotencia.
Producto de la migración, la mancha urbana de esta metrópoli está en constante expansión. En 1960 se contabilizaban alrededor de 50 colonias, y hasta hace un año se mencionaban 700, es decir, anualmente surgen alrededor de 15, en su mayoría populares.
La zona poniente se encuentra en las faldas de la sierra de Juárez y se extiende por las invasiones o compra de lotes a bajo precio, donde no hay servicios básicos de infraestructura. Diariamente llegan a esta zona fronteriza entre 300 y 400 personas, la mayoría en busca de cruzar hacia Estados Unidos, y de entre quienes no lo logran, al menos 60 mil, como el año pasado, se asientan en el lugar.
Entrevistado sobre la situación, el obispo Renato Ascencio resaltó la descomposición social que aquí se vive por la pérdida de valores. "Desde hace varios años ya no se habla de ética o moral. En cualquier periódico se escriben páginas fomentando las sex shops, las tiendas de perversión. Hace unos días publicaron como un gran logro que ya se contaba con maquinitas para sacar condones. Es como decir que cualquiera puede cometer actos de degeneración".
Aquí, insistió, "son pocos los malos y somos muchos los buenos, pero es cierto que los pocos malos nos traen de cabeza y por eso estamos planeando y aprovechando que dentro de dos años celebraremos el quincuagésimo aniversario de nuestra diócesis para, por medio de la Evangelización, reforzar el llamado a resaltar los valores, a decir que es malo matar, acosar, secuestrar.
"Naturalmente que no queremos que venga gente maligna, pero tampoco dudamos que haya personas que emigraron acá huyendo de otros lugares porque cometieron alguna fechoría", indicó el prelado.
La pobreza que se vive en Ciudad Juárez se percibe desde el primer momento. Esther Chávez menciona que "se ve feo, brutal". La gente, en su mayoría trabajadores de la maquila, gana 40 pesos por nueve horas de trabajo. El pasaje del camión vale cuatro pesos y hay quienes deben tomar entre tres y cuatro unidades tan sólo para llegar o regresar de sus centros de trabajo. Y aquí, dijo, nadie hace nada. Se calcula que hay más de 500 pandillas juveniles, cuyos integrantes no tienen otro futuro que trabajar en la maquila o vender drogas hasta por 500 dólares, si no los pesca la migra.
El narcotráfico es libre y soberano, según definió la defensora de derechos humanos. Desaparecen hombres y hay "muchos muertos", y las autoridades "nomás no los ven. Ya no nos asombra", dice Esther Chávez. Las drogas están en las escuelas, en las calles, en los llamados picaderos. A plena luz del día es más fácil adquirir un sobre de cocaína que por la noche, cuando hacen rondines los policías, pero para recibir su cuota, según señalan algunos. Basta detener el automóvil y hacer la señal con los dedos -dependiendo del número de paquetes que se quiera- para que los jóvenes, hombres y mujeres, en cuestión de minutos entreguen la mercancía. No importa si los autos portan algún gafete, como ocurrió en este caso, cuando se adquirió uno a bordo de una camioneta que portaba varios letreros con la leyenda "Prensa".
"Tenemos una policía corrupta, muerte de mujeres en aumento y gente que según viene a investigar y sólo revisa los casos. Por ejemplo, tengo más de tres años pidiendo que detengan a un violador que ha abusado de más de 30 niñas. Es de los que cruza El Paso todos los días. Un día me dijo uno de los procuradores, 'Esthercita, me dice cuando lo vea para ir a detenerlo'. ¿Cuántas más habrá violado? Aquí tengo la orden de aprehensión y no hacen caso."
Sobre este sujeto, de nombre Antonio Saldívar Barrón, afirmó, "sabemos desde 1999 que pasó cinco años violando a dos niñas y un niño de una misma familia. Los emborrachaba y les tomaba fotos. Su abogado defensor, con base en corruptelas, lo sacó libre", explicó Chávez. Pero en 2001 la defensora consiguió que en Chihuahua libraran otra orden de aprehensión en su contra por abusos sexuales de menores. "Tiene muchos años libre y sabemos que a un pedófilo nunca se le quita la intención, cada vez abusa más".
En su primer año de existencia, Casa Amiga atendió en Ciudad Juárez a mil 50 personas que sufrieron algún tipo de violencia, especialmente intrafamiliar, y el año pasado la cifra sobrepasó las 13 mil. "De aquí llevamos a las mujeres para denunciar cuando sufren vejaciones, y lo primero que éstas reciben son amenazan", afirmó. "Si mientes te vamos a meter en la cárcel. ¡Tienen mucho trabajo los muchachos!", ironizó refiriéndose a los elementos policiacos.
Tras los ataques sexuales y asesinatos de Airis Estrella Enríquez y Anahí Orozco, de siete y 10 años de edad, respectivamente, en la agrupación recibieron una llamada pidiendo atención para una madre y su hija menor de edad que pretendía suicidarse por temor a que le ocurriera algo parecido. Y también recientemente atendieron a dos infantes embarazadas por la violación que sufrieron. Una de ellas, apuntó Chávez, de parte de un estadunidense sobre el cual la pequeña se dio cuenta porque la mujer que se encargó de entregársela no la sedó, como se le había pedido.
En Ciudad Juárez, sostiene, "vivimos en la violencia. Tengo 10 años gritando que la problemática tiene mucho que ver con conflictos intrafamilares, pero nadie hace nada, como tampoco lo hacen para investigar sobre el asesino serial que, al menos, es responsable de ocho crímenes".