El delirio
El desastre económico, social e institucional del país es responsabilidad fundamental de Vicente Fox, pero en la medida en que su gobierno no actúa conforme a los intereses nacionales, crece en diversos sectores la convicción de que lo que se busca deliberadamente es lo que está aconteciendo: llevar a México a este escenario de deterioro en todos los órdenes.
1. El fin del sexenio foxista se presenta como muy conflictivo para el país, en particular por la conducta errática de Vicente Fox, que empieza ya a preocupar a muchos, y dos asuntos han sido las gotas de agua que han derramado el vaso: la negativa de Fox a disculparse ante la comunidad afroamericana de Estados Unidos por sus declaraciones racistas del 13 de mayo, que suscitaron que, tras visitarlo, uno de sus dirigentes, el reverendo Al Sharpton, lo acusara de "menospreciar la inteligencia de los afroamericanos" al decir que se le malinterpretó (23 de mayo), y su enésima acusación al Congreso ahora responsabilizándolo de las muertas de Juárez (23 de mayo), lo que aunado a sus traspiés cotidianos y a su febril actividad por falsificar cifras y alterar estadísticas ha creado un escenario preocupante.
2. La pregunta que muchos se están haciendo, y ya no en voz baja, es muy directa: ¿está Vicente Fox bien de sus facultades mentales? Y a ésta se sucede otra: ¿qué importancia tiene para el país, para sus instituciones, para la independencia nacional y, sobre todo, para el destino de los mexicanos, esta situación?
3. Los comentarios y las interpretaciones se suceden todos los días, y en el fondo de todo está la preocupación de algunos por los intereses nacionales, pero también de muchos por una serie de intereses particulares. El periodista Jorge Ramos le preguntó directamente a Fox en los estudios de Univisión en Manhattan, el 29 de septiembre de 2003, si tomaba Prozac, y desde entonces se formulan muchas hipótesis. Algunos hablan de una derivación de su operación, la escritora argentina Olga Wornat refiere en su libro Crónicas malditas (Grijalbo, 2005) que su esposa Marta le da a beber toloache, y otros se refieren a una grave neurosis obsesiva debida al fracaso del programa de gobierno de la extrema derecha, que lo ha llevado ahora a una sicosis maniaco-depresiva. De ahí que todos los días en vez de ver a México vea ese mundo imaginario que es Foxilandia.
4. El costo que el desastre de la administración foxista está teniendo para el país es, en todo caso, muy grave, y al margen del deterioro institucional, del saqueo de las riquezas básicas (que se ha extremado), del desempleo y del empobrecimiento que aumentan, está la creciente violación a los derechos básicos de todos. Algo que no existe en Foxilandia, y que tanto él como su vocero pretenden ignorar con sus declaraciones confusas.
5. El tema es de importancia nacional, y la senadora Dulce María Sauri fue por esto muy precisa cuando en días pasados exigió que se informe con toda claridad si Fox "tiene algún padecimiento o alteración de conducta" que lo lleve a actuar de forma "errática y cambiante" pues, según afirmó, "se dice y se desdice" y se confronta con sectores dentro y fuera del país (La Jornada, 25 de mayo).
6. El poder presidencial se sabe que en México enloquece a todos, a veces aun antes de llegar los individuos al cargo, por dos hechos que han estudiado de manera insuficiente juristas, politólogos y sicoanalistas. El primero es que el titular del Ejecutivo federal tiene en nuestro país atribuciones desmedidas, derivadas no sólo -como se creía hace algunos años- de su triple condición de jefe de Estado, jefe de las fuerzas armadas y jefe de partido, sino a muchos otros factores: sus inmensas facultades legales, su estatuto de impunidad, su preminencia sobre amplios sectores de la sociedad civil y el culto que se le brinda. Y el segundo, que casi todos llegan al cargo sin el equilibrio interno necesario y, al carecer de la menor autocrítica, pierden de inmediato el "principio de realidad" y empiezan a vivir en un mundo imaginario.
7. La salud física y mental de quienes gobiernan fue preocupación durante mucho tiempo de aquellos que detentan el poder económico y político, por la incertidumbre e inestabilidad que se pueden producir en caso de su muerte, pero en los años de la globalización las cosas son muy diferentes y los dueños del capital trasnacional, que han propiciado escenarios de caos y de descomposición en todo el mundo, los que según los teóricos del neoliberalismo son favorables a la imposición de su proyecto, no se preocupan mayormente de esta cuestión. En el México de 1904, los capitalistas y latifundistas, que veían decrépito a Porfirio Díaz, lo urgieron a modificar la Constitución para restablecer la vicepresidencia, a fin de poner a salvo los intereses del antiguo régimen en caso de su fallecimiento, pero hoy en día esta cuestión no parece ya preocupar al gran capital.
8. El vacío legal sobre este asunto ha propiciado, por otra parte, que aun quienes no se hallan en capacidad de ejercer un cargo pueden empeñarse en permanecer en él, por una decisión propia muy discutible, o por el empecinamiento de aquellos que los rodean y se benefician de su poder. La Constitución mexicana, por ejemplo, establece que el cargo sólo es renunciable "por causa grave" que calificaría el Congreso (artículo 86), por lo que en 1932 Pascual Ortiz Rubio adujo al renunciar una grave enfermedad, pero además la imposibilidad de ejercer el puesto por las intrigas de los callistas. Y, desde la otra perspectiva, la propia Constitución señala que, durante su encargo, el Presidente sólo podrá ser acusado, sometido a un juicio político y eventualmente removido "por traición a la patria y delitos graves del orden común" (artículo 108), y nada dice de la incapacidad física o de la insanía mental. Los constituyentes, en suma, no habían leído a Shakespeare y nunca imaginaron que los gobernantes podrían enloquecer.
9. Los gobernantes, como es de suponerse, prevaliéndose de su poder siempre han ocultado su salud física o mental, y no hay marco legal suficiente que los obligue a informar sobre ello. Cuando en 1973 el presidente francés Georges Pompidou, tras varios meses de ausencia pública, reapareció en un acto en la ciudad de Tours, desmesuradamente gordo, se dijo que era por la buena vida (y no por la cortisona), pero una semanas más tarde, cuando falleció de un cáncer en los huesos, se supo que había estado incapacitado durante mucho tiempo para gobernar Francia, y el líder de la oposición, François Miterrand, exigió entonces una legislación para informar al pueblo. No obstante ello, 20 años después, cuando éste fue presidente durante dos septenatos, y dejó el poder en 1995 tras 14 años de gobernar Francia, se supo que, por el cáncer que sufría, había estado también por años incapacitado para gobernar.
10. Los países siguen adelante por los esfuerzos de sus pueblos, pero no tienen los gobiernos que merecen y que deberían tener. Y por eso en México, en el grave contexto actual, es el pueblo el que tiene que seguir defendiendo sus recursos estratégicos y construyendo su futuro, al margen de las alienaciones de la "clase política".