Editorial
Cambiar el modelo o resignarse a la pobreza
En el Panorama económico mundial 2005, documento presentado ayer por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se presenta un panorama trágico de lo que le espera a la población mexicana. Si la economía del país sigue anclada a tasas de crecimiento como las actuales un "crecimiento mediocre", definió la misma organización en marzo pasado, se requerirá de dos siglos para poder alcanzar los niveles de vida de las naciones más avanzadas. En otros términos, los nietos de los nietos de los mexicanos actuales seguirán viviendo en un entorno de pobreza mayoritaria.
El pronóstico a corto plazo, es decir, en lo que le queda al actual gobierno, no es menos desolador: es previsible, en el menos peor de los casos, una tasa de desempleo similar a las que ha generado el gobierno foxista en cuatro años y medio, y el crecimiento del PIB será este año menor que el de 2004. Lo más que podría esperarse de la administración en curso sería que se concretara "a tomar medidas de impulso al crecimiento económico que no requieran de una aprobación del Congreso, sino que puedan ser adoptadas por el Poder Ejecutivo", toda vez que pueden darse por descartados los acuerdos políticos que se requerirían para aprobar las reformas por las que ha abogado el grupo en el poder y antes de él, el zedillismo en materia energética, laboral, fiscal y laboral.
Por más que la OCDE siga recomendando, como cabe esperar de un organismo dominado por las naciones ricas, una nueva oleada de privatizaciones, desregulaciones y aperturas indiscriminadas, es claro que el modelo económico vigente desde hace cuando menos 16 años o 22, si se le agrega eso que se conoce como "el primer sexenio de Carlos Salinas", es decir, la gestión de Miguel de la Madrid ha tenido algunas de sus líneas de acción precisamente en las privatizaciones corruptas, el desmantelamiento del sector público, la liquidación de conquistas laborales, agrarias y sociales y la entrega de los mercados nacionales a los intereses trasnacionales. Lo poco de crecimiento que se ha logrado en ese lapso ha sido a pesar de la política económica referida, y no gracias a ella, y a costa de un incremento abismal de la desigualdad, la injusticia y la desintegración social.
Las perspectivas señaladas por la OCDE, por no hablar de la persistencia de la ineptitud, la corrupción y el dispendio que van asociados al modelo económico, colocan a la ciudadanía ante la disyuntiva de procurar, por la vía política, institucional y pacífica, un cambio de fondo en la desatinada conducción que ha sufrido el país en los últimos tres o cuatro sexenios o resignarse a más de lo mismo, que es lo que ha producido el autodenominado "gobierno del cambio". La nación necesita de estrategias de crecimiento que antepongan el bienestar de los mexicanos a los intereses financieros nacionales y foráneos, que orienten el desarrollo no a la generación de paraísos para la especulación sino para lograr niveles de vida dignos y justos, que empiecen, de una vez por todas, a atender la exasperante deuda social y procuren, en consecuencia, una redistribución de la riqueza contraria a la obscena concentración de los recursos nacionales en unas cuantas manos, como han venido propiciando las gestiones económicas salinista, zedillista y foxista.
No es mucho, como señala el organismo internacional, lo que puede esperarse del actual gobierno. Es tiempo, en cambio, de empezar a analizar, debatir y mejorar las propuestas que se confrontarán en las elecciones federales del año entrante.