La guerra con China
¿Se encaminan China y Estados Unidos hacia una guerra? Es una pregunta interesante. Muchos analistas predicen una serie de guerras entre los dos gigantes en unos cuantos años; algunos vaticinan que Estados Unidos será el gran perdedor. Todo eso puede parecer exagerado. Lo cierto es que la guerra comercial y financiera por la nueva hegemonía en el sistema global de acumulación de capital ya comenzó.
Hace una semana, el secretario del Tesoro de Estados Unidos amenazó con colocar a China en la lista de manipuladores cambiarios con fines comerciales, alegando que ese país mantiene artificialmente subvaluado el renminbi o yuan. Estados Unidos podría aplicar cláusulas de salvaguarda en contra de las importaciones chinas de textiles, ropa y productos electrónicos.
Pekín ha mantenido su moneda con un tipo de cambio de 8.28 renminbi por dólar desde hace diez años. En teoría existe una banda para las transacciones de corto plazo con el dólar de 0.3 por ciento, pero el grado de libertad es todavía más estrecho. Para fines prácticos, la moneda china se encuentra en un régimen de paridad fija con el dólar estadunidense. Según los exportadores de Estados Unidos, el renminbi sufre actualmente una subvaluación cercana al 40 por ciento.
La revaluación tendría vastas implicaciones en China, Estados Unidos y la economía mundial. Es evidente que la decisión de apreciar la moneda china implicaría descansar menos en las exportaciones como motor del crecimiento y generación de empleos, y empezar a pensar más en las fuentes endógenas de crecimiento. Por eso el gobernador del banco central, Zhou Xiaochuan, afirmó que China se prepara para entrar en un régimen de tipo de cambio flexible, pero aseguró que eso responde a consideraciones domésticas y no a la situación comercial específica de otros países.
China parecería ser un caso de libro de texto para aplicar correcciones a través de la apreciación del tipo de cambio. Su economía crece a 10 por ciento anual y sus reservas llegaron a 514 mil millones de dólares (mdd), pero una parte muy importante es deuda indirecta y capitales de corto plazo. El ahorro interno en China alcanzó 44 por ciento del PIB el año pasado; la apreciación podría permitir un aumento del crédito hipotecario y para bienes de consumo duradero, reduciendo el ahorro interno, pues los agentes no necesitarían acumular en efectivo para sus compras.
Otra de las razones a favor de la apreciación del yuan es que las operaciones de esterilización en China están alcanzando un límite. La esterilización retira de la circulación el equivalente de la entrada de capitales para mantener estable la oferta monetaria y controlar la inflación. Pero mantiene artificialmente alta la tasa de interés y atrae más capital externo. Lo más grave es que para esterilizar el banco central coloca títulos en el mercado y ha forzado a los principales bancos chinos a adquirirlos. El rendimiento de los bonos de esterilización es de sólo uno por ciento; ese bajo rendimiento impide a los bancos recapitalizarse para superar los problemas derivados de su cartera vencida. El recurso de la esterilización se agota rápidamente y la apreciación permitiría corregir esta situación.
Pero hay varios obstáculos en el camino de la flexibilidad cambiaria. El primero es que cerca de 75 por ciento de las reservas chinas se mantienen en dólares estadunidenses. De apreciarse el renminbi, el banco central chino estaría permitiendo una depreciación implícita de sus reservas. Además, la apreciación cambiaria avivaría las presiones inflacionarias, convirtiéndolas en una amenaza política dado el bajo ingreso per cápita (alrededor de mil 200 dólares el año pasado).
Sin duda China seguirá necesitando durante varios años un alto nivel de exportaciones para la generación de los 20 millones de nuevos empleos que necesita cada año. Esa es la cantidad de empleos que requiere generar para absorber el crecimiento natural de la población, y a los desplazados del sector agrícola y de las empresas del sector público que han desaparecido. Encarecer las exportaciones chinas con la apreciación, no parece aconsejable en este momento.
Finalmente, la subvaluación del yuan contribuye a subsidiar a la economía estadunidense. Los dólares que el banco central adquiere para mantener el tipo de cambio artificialmente bajo son convertidos en bonos del Tesoro, lo que permite a Washington financiar su colosal déficit externo. La revaluación implicaría una caída en la demanda de dólares y de bonos del Tesoro, lo que se traduciría en un aumento de los costos financieros para la economía estadunidense. Eso provocaría un alza en la tasa de interés con repercusiones para la burbuja en el mercado de bienes raíces, contrayendo la economía estadounidense y afectando las exportaciones chinas más que la apreciación cambiaria.
La apreciación del renminbi no resolverá el problema del déficit comercial estadunidense, dadas las interdependencias de las dos economías. Eso, hasta Greenspan lo afirma. Pero la retórica proteccionista en Washington sí puede atizar la rivalidad por la hegemonía en el régimen global de acumulación de capital. Eso puede, efectivamente, dar credibilidad al escenario de la confrontación bélica en un tiempo no muy lejano. La dinámica y las orientaciones del gasto militar en China indican que la jerarquía en ese país comienza a asumir que vienen años de tensión creciente.