Usted está aquí: lunes 23 de mayo de 2005 Opinión Jitomate

León Bendesky

Jitomate

La inflación parece ser ya baja. Según el informe sobre el ritmo de crecimiento de los precios que presenta el Banco de México, en abril la tasa general de inflación anual fue 4.6 por ciento.

En efecto, esta cifra parece baja. Pero no debemos engañarnos. Eso significa que entre abril de 2004 y abril de 2005 se perdió casi 5 por ciento del ingreso de las familias, pues alcanzó, en general, para comprar menos cosas. Ese es el problema básico de la inflación. Calcule usted qué habría podido hacer con el dinero equivalente a ese 5 por ciento durante el año.

Y a ese problema se añaden otros. Si todos los precios subieran en la misma proporción el efecto sería inocuo; pero cuando unos precios se atrasan y otros se adelantan, el resultado perjudica a quienes tienen ingresos fijos durante el periodo que se considera. Eso ocurre con los salarios de los trabajadores frente, por ejemplo, a la capacidad de mover precios de ciertos productores o comerciantes o frente a los intereses que reciben quienes compran la deuda pública. Sucede incluso frente al gobierno que se queda con una parte del efecto de la inflación por medio de los impuestos que cobra.

El aumento de los precios proviene de distintas fuentes: las hay de tipo externo, como el precio de los energéticos y las materias primas que se importan, o las tasas de interés en Estados Unidos y su efecto en las tasas de los Cetes. Los hay de origen interno y tienen que ver con la manera en que se fijan los precios y las condiciones de la oferta y la demanda de distintos productos y servicios. Esto incluye los precios administrados y concertados, como ocurre con la gasolina, el gas, la electricidad.

En el caso de las condiciones externas parece paradójico que siendo un país petrolero, el alza del precio del crudo en el mercado internacional se traduzca en mayor inflación. Pero no hay tal paradoja, pues la ineficacia de Pemex en la producción de petróleo, gas, gasolinas o productos de la petroquímica básica es enorme. A eso hay que sumar la política de aumentos mensuales de los precios públicos de productos y servicios asociados con esa industria. La economía mexicana no está ya petrolizada en cuanto a la producción o las exportaciones, pero sigue estándolo en cuanto a las finanzas públicas.

Entre los componentes de la inflación, el Banco de México separa aquellos que denomina subyacentes y no subyacentes. Los primeros constituyen el conjunto de bienes y servicios que componen el índice nacional de precios al consumidor y que tienen un comportamiento más estable, frente a los otros, cuya volatilidad es mayor y, por ello, repercuten más decisivamente en el aumento de los precios.

En abril la inflación fue 0.36 por ciento y los componentes no subyacentes representaron 0.22 por ciento. Dentro de este rubro, los precios administrados repercutieron -0.7 por ciento mientras los agropecuarios tuvieron una incidencia positiva en el nivel general de los precios de 0.29 por ciento; pero entre éstos las frutas y verduras crecieron 0.32 por ciento y los de productos pecuarios cayeron 0.03 por ciento.

Los responsables de la inflación son entonces los alimentos básicos y, entre ellos, señala el Banco de México que los principales son: jitomate, cebolla, chile serrano, otros chiles frescos y aguacate. La presencia del jitomate entre los factores que aumentan la inflación es recurrente en los informes quincenales que presenta el banco.

Al parecer, entonces, la inflación está jitomatizada. Según el peso que se da a los distintos productos que componen la canasta con la que se mide la inflación, el rubro de alimentos, bebidas y tabaco representa 22.74 por ciento del total y dentro de esa parte, la cebolla tiene un peso de 0.13, el chile serrano de 0.06 y el jitomate 0.49 por ciento. Esto debe querer decir que la propensión y el gusto de los mexicanos por las salsas y los guisados, el arroz rojo o los huevos rancheros deberá contenerse para poder bajar de modo más efectivo el nivel de los precios y cumplir con las metas de inflación que se fija el Banco de México cada año y que por la terquedad culinaria que nos caracteriza no puede cumplir.

La inflación pone de manifiesto la forma en que funciona una economía y cómo se forman los precios. De los informes del Banco de México se desprende que mientras el sector energético siga operando de manera deficiente y el gobierno dependa de los impuestos que carga a Pemex y de los precios que carga a los consumidores, no se abatirán las presiones inflacionarias.

Lo mismo ocurre con el jitomate. En tanto no se afecten las condiciones de su oferta para que la volatilidad de sus precios no repercuta adversamente sobre la inflación general, ésta seguirá jitomatizada. Ante esto la política monetaria tiene prácticamente un solo instrumento de control de la inflación que es la restricción de la cantidad de dinero que se hace mediante el "corto". Así, el banco central es como un operador de semáforos con poca efectividad para ordenar el tráfico de los precios y su constante aumento mes a mes. La inflación jitomatizada de 5 por ciento anual es muy onerosa para la población y un signo de ineficacia de la política económica en conjunto.

 
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