Editorial
El huevo y la serpiente
El caso de Luis Posada Carriles evidencia que el gobierno de Washington rompió en 1998 un acuerdo antiterrorista entre Estados Unidos y Cuba, pactado durante la presidencia de Bill Clinton, y que, desde entonces, utiliza el pretexto del antiterrorismo para ejercer por todos los medios su "guerra preventiva" contra los gobiernos miembros del llamado eje del mal.
El veterano terrorista Posada Carriles, de origen cubano, es elemento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) desde 1960, realizó atentados terroristas en México, y en 1976, desde Venezuela, hizo estallar un avión en vuelo de la compañía Cubana de Aviación, matando a 73 personas. Después de huir en 1985 de una cárcel en Venezuela con el auxilio de la CIA, colaboró con ésta en El Salvador y apoyó las acciones terroristas de la contra nicaragüense, y después preparó un atentado en Panamá contra Fidel Castro durante un congreso panamericano. Toda su vida ha estado, pues, al servicio de la agencia de inteligencia estadunidense y del terrorismo.
Por el contrario, en 1997, Fidel Castro, por intermedio del escritor Gabriel García Márquez, estableció con Clinton un acuerdo de colaboración antiterrorista, cuyos primeros frutos fueron la información a La Habana de que dos guatemaltecos (inmediatamente arrestados) preparaban atentados con bombas en la isla y la información, amplia y reiterada, a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) sobre las actividades terroristas de la mafia de Miami.
Este periodo de colaboración entre Estados Unidos y Cuba acabó en 1998, cuando la mafia cubana predominó sobre el presidente Clinton en el estado cuyo gobernador es el hermano de George W. Bush. Desde entonces, rompiendo el pacto tácito, la FBI se dedicó a tratar de encontrar y condenar a los informantes que tenía La Habana en el seno de los terroristas de Miami y, por tanto, no pudo ni siquiera registrar el entrenamiento en ese sitio de los pilotos que atentaron contra las Torres Gemelas.
El grupo que llevó a George W. Bush al gobierno, inclusive recurriendo al fraude electoral en Florida, ya había decidido, un año antes del atentado en Nueva York, invadir Afganistán e Irak, ocupar ambos países y desencadenar la llamada "guerra preventiva", por sobre la Organización de las Naciones Unidas, el derecho internacional y la legalidad. El terrorismo de Estado es su política declarada y el terrorismo asesino contra líderes o blancos adversarios, un arma indispensable en su política.
Estados Unidos apoya así abiertamente el terrorismo antirruso en Asia central; respalda los asesinatos y el terrorismo de Estado que realiza Israel contra los palestinos, y, por supuesto, protege a los expertos terroristas como Luis Posada Carriles. Este pudo así desembarcar de una nave de la CIA en Isla Mujeres y pasar protegido por ésta a territorio estadunidense (donde ahora no enfrenta otro cargo que el de inmigración ilegal).
Venezuela pide su extradición, pero la misma podría demorar años o Posada Carriles podría ser indultado, como hizo George Bush padre con Orlando Bosch, cómplice del anticastrista y también agente de la CIA. La camarilla de petroleros y armamentistas de ultraderecha que gobierna Estados Unidos patrocina y prepara la guerra y apela al terrorismo, por eso rompió el pacto tácito antiterrorista con Cuba y agravó su agresión económica y política contra la isla.
La serpiente Luis Posada Carriles nació del huevo de la CIA, que es prolífica en monstruos. Su paso por México, no detectado por organismos de seguridad nacionales a pesar de que el terrorista es conocido mundialmente desde hace décadas, debe ser explicado al gobierno cubano y al pueblo mexicano. México no puede ser un campo de libre acción de la CIA ni una base de agresión contra países hermanos, como Cuba y Venezuela. Es necesaria una explicación pública al respecto, porque el honor del país está en juego.