Crecientes remesas en la nueva era de migración
De acuerdo con el Banco de México, el ingreso de divisas por remesas alcanzó en el primer trimestre de 2005 un nuevo registro histórico: 4 mil 65 millones de dólares, lo cual supone un incremento de 20.5 por ciento en comparación con el mismo periodo en 2004 (La Jornada, 6/5/05). Y si las ponemos en la perspectiva de los otros ingresos importantes que recibe el país, es decir, las exportaciones petroleras, las remesas se encuentran en un inmediato segundo lugar, hecho que se explica simplemente por los altos precios del energético a nivel mundial. Sin embargo, tal parece que pronto las remesas se convertirán en la primera y mayor fuente de divisas con la que contará el país.
Esta situación tiene varias lecturas. En primer lugar se puede afirmar que el incremento de remesas tiene como sustrato el fracaso de la política económica instrumentada por la administración foxista. Más que buscar dinamizar sectores como la industria manufacturera y con ello generar empleos y cadenas productivas que nos permitan competir en el mundo con nuestras exportaciones, ha puesto el acento en la incorporación de industrias maquiladoras, las que en su mayoría se encuentran en manos de trasnacionales. Llegan al país debido a que México ofrece un importante número de trabajadores de bajos salarios y poco calificados. Sin embargo, ante la competencia de China y de otros países tanto asiáticos como centroamericanos que ofrecen salarios todavía más bajos, las maquiladoras empiezan a moverse hacia estos nuevos polos. La consecuencia es que México ha perdido dinamismo en estos sectores, lo cual se ha traducido no sólo en la pérdida de empleos, sino en disminución de divisas.
De acuerdo con los anexos estadísticos del tercer Informe de Gobierno, entre 2000 y 2003 se habían perdido en la industria maquiladora de exportación 205 mil empleos, y señalan que el descenso de plazas en este sector ha sido permanente desde que se inició la presente administración federal.
Por otro lado, el sector agropecuario ha sufrido las consecuencias de la apertura comercial iniciada desde 1994, política que a pesar de las grandes movilizaciones que se vivieron y de los acuerdos pactados con las asociaciones y agrupaciones campesinas para frenar la devastación, prácticamente no ha cambiado la situación y, por sólo mencionar un dato, la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz afirma que en los últimos dos años se dejaron de sembrar casi medio millón de hectáreas y 400 mil campesinos abandonaron el cultivo de la gramínea, lo que es un claro ejemplo de la tragedia que se vive en el campo mexicano. Si a esto añadimos el crecimiento del trabajo informal, sector refugio de los desempleados, todo ello en conjunto revela, en parte, el enorme desengaño que se ha vivido en este gobierno.
La consecuencia de esta errática política económica es una creciente emigración que explica los incrementos extraordinarios de las remesas.
Por supuesto que esta situación no puede dejar de vincularse al otro polo de la relación, es decir, Estados Unidos y las enormes necesidades de fuerza de trabajo de bajos salarios. Entre éstos destacan migrantes legales e indocumentados para que las empresas del país vecino puedan seguir compitiendo en el mercado internacional.
De acuerdo con el demógrafo Jeffrey Passel, en 2002 sólo los migrantes indocumentados llenaban un millón 400 mil empleos en el comercio al mayoreo y menudeo, un millón 300 mil en servicios industriales, un millón 200 mil en la manufactura y agricultura, en cada sector, y 620 mil en la construcción. Y los indocumentados mexicanos contribuyeron con 220 mil millones de dólares al PIB de Estados Unidos. Además de que para los siguientes 10 años se crearán 7 millones de empleos no calificados y de bajos salarios, para lo cual el mercado laboral interno no tiene capacidad para satisfacerlos.
Por todo ello podemos darnos cuenta de que la lógica de la llamada nueva era de la migración en el marco de la globalización es que unos países fincan sus estrategias para la obtención de divisas no en la exportación de productos sino en la exportación de trabajadores, en tanto que los países industrializados, para mantener su competitividad, apuestan a la importación del ejército industrial que se ha producido y se encuentra disponible a nivel mundial.