Mezcla, crisis. ¿Sueñas, mexicano?
Los mexicanos queremos, nos urge soñar. Tantos años en crisis y una cotidianeidad que se empeña en derrotarnos a golpes de descalabros políticos, mentiras económicas, dramas sociales, tropezones culturales, no está empujando a soñar que nada de esa realidad existe y que solitas las cosas se habrán de resolver.
Y es que sólo en sueños podríamos suponer que ya se resolvieron, por ejemplo, la controversia presupuestal, el tortuoso desafuero, la crisis electoral anticipada, la crisis política nacional, cuyo umbral apenas estamos comenzando a cruzar.
El viernes pasado la Corte apenas comenzó a resolver la controversia constitucional sobre el presupuesto. El asunto está lejos de concluir y ciertamente es falso que se haya validado el veto presidencial sobre las modificaciones presupuestales de la Cámara. "Veto" es una palabra que no existe en la Constitución, así de fácil. El viernes pasado se abonó, pero no concluyó, el camino para validar la posibilidad que el Presidente presente objeciones a las modificaciones de los diputados. Aun en esa eventualidad, los legisladores podrán aceptar o no tales observaciones, lo cual no se ha definido. Va para largo.
El desaseo e irresponsabilidad con los que se quiso dar carpetazo al desafuero de AMLO ha provocado que, desde el punto de vista jurídico y político, ahora haya más incógnitas que certezas, nada de carpetazo. Si bien el saldo distendió positivamente el ánimo nacional, el camino seguido puede derivar en una situación exactamente opuesta a la deseada. La voluntad política y el precio político pagado por Fox -y el PRI, y el PAN, entre otros- son incuestionables, pero ciertamente el caso no está cerrado y es necesario enfrentar ese hecho y resolverlo. No basta soñar que ya brincamos un obstáculo que sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso.
La crisis electoral-política es otro motivo onírico que debe ocuparnos y preocuparnos en la vida real. Soñar que sencillamente se están anticipando los tiempos y que vamos en un curso normal hacia elecciones que se realizarán sin novedad dentro de 14 meses seguramente nos provocará despertares angustiados.
La ventaja evidente de López Obrador respecto al resto de los aspirantes a la Presidencia es una fotografía clara hoy, pero lo que estaremos viviendo durante muchos meses será una película en la cual no hay guión ni elenco previsibles. Demasiados insólitos pueden acontecer y el arranque inmaduro de precampañas para unas elecciones que nadie ha convocado necesariamente conlleva el desgaste de los personajes, de dineros, conflictos prolongados entre partidos, pero también dentro de los partidos, la emergencia de grupos sociales organizados e irritados que repudian a los partidos, la presencia sorda de poderes fácticos, todo ello en el cauce de un horizonte electoral propiciatorio de todo, menos de la democracia. Lo hemos visto y veremos en breve, oportuna, reveladoramente, en el estado de México.
el sueño del que sin duda alguna debemos desafanarnos a la brevedad es que después del 2 de julio de 2006 todo será miel sobre hojuelas y México habrá remontado las pesadillas constantes del vacío foxista. Más vale irnos preparando para todo lo contrario. Será más prudente reflexionar sobre la magnitud de la crisis de gobernabilidad en la cual estamos apenas entrando y que bien podría ser la más grave que recordemos los mexicanos vivos.
El 68, el 71, hasta el 94, fueron momentos muy complejos y conflictivos, critiquísimos, pero que tuvieron como referencia una sólida mezcla de instituciones y poder de la cual ahora carecemos. Nos podrán haber disgustado las formas y motivos de esa mezcla, pero su respuesta fue clara y contundente, rasgos de los cuales carece el gobierno actual, no sólo como personas que lo encarnan, sino como organización política que opera la conducción colectiva.
Reconstruir esa mezcla tomará tiempo, desde luego, mucho después de 2006, lo cual significa que el próximo gobierno heredará los rescoldos de un proceso electoral agotador y quizás muy disputado, estrechos márgenes de legitimidad y gobernabilidad, y una sociedad quizás satisfecha, pero igualmente incrédula y demandante de resultados tangibles e inmediatos. Los partidos habrán padecido mutaciones y reveses dramáticos y quizás 2006 marque el principio del fin definitivo para alguno, tal vez varios. Tendrá más peso y pujanza la sociedad organizada no tanto para llegar a puestos de elección como para exigir atención a sus reivindicaciones, sean de clase, sexo, etnia, cultura o subcultura, proyecto nacional o simple resentimiento.
Predecir es siempre controvertible, pero lo que resulta importante encarar con oportunidad, talento y visión realistas es la magnitud y singularidad de la crisis que viene. No será insuperable, porque sin duda será posible congregar a los mejores mexicanos para que dentro y fuera del gobierno se sumen a la tarea, pero lo haremos todos mejor si estamos alerta, preparados, organizados y no soñando... ya bien lo decía Chava Flores: con sueños verdes sólo pierdes el camión...