LA CESTA SE VACIA | 16
de mayo de 2005 |
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La creciente participación de las tiendas de autoservicio en la distribución de alimentos arrincona a los grandes centros de acopio, como la Central de Abasto capitalina. Las firmas comerciales han logrado el predominio casi total de la cadena y, como es usual, el control de los precios al productor y al consumidor. Este es quien paga el desbalance entre un sistema obsoleto y la falta de regulación en un sector clave. |
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Ricardo Blanco
Velázquez
Para una mejor compra en la
Central de Abasto de la ciudad de México,
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La Central de Abasto del Distrito Federal (Ceda) es el centro de distribución de alimentos más grande del mundo. Cada año, según cifras de sus administradores, se concretan en este sitio, que tiene una extensión equivalente a 50 veces el Zócalo capitalino, transacciones comerciales por 91 mil millones de pesos, unos 8 mil millones de dólares, cantidad equivalente a poco más de una tercera parte del ingreso esperado en 2005 por la exportación de petróleo. De ese tamaño es el negocio. Es innegable que es un mercado grande. Tampoco hay duda acerca de que las operaciones que allí se realizan llegada, almacenaje y venta al mayoreo y menudeo de alimentos tienen gran relevancia para los consumidores de la zona metropolitana de la ciudad de México. Es decir, para unos 20 millones de personas que directa o indirectamente dependen de ese sitio para algo tan cotidiano como comer. El gigante de la distribución de alimentos atraviesa tiempos difíciles. Su sistema tradicional de ventas mediante de áreas de subasta y la distribución de hortalizas, verduras o frutas por fragmentados mayoristas es cada vez más obsoleto, sobre todo ante las agresivas estrategias comerciales de los supermercados encabezados por Wal-Mart, que se han apoderado hasta de 80 por ciento de las ventas al menudeo en la capital.
Si a esto se suma que sus espacios bodegueros son acaparados por unos cuantos comerciantes; la carencia de lugares para pequeños y medianos productores medio-mayoristas que la han invadido, el ambulantaje e inseguridad y la ausencia de una política gubernamental orientada en vigilar el abasto, Ceda ha devenido en una "bomba de tiempo". La crisis de la Ceda es "reflejo de lo que está sucediendo con los mercados públicos y la desaparición de los pequeños y medianos comerciantes que eran nuestros clientes tradicionales", dijo su director, Francisco González. Ello es resultado de la agresiva competencia comercial de abasto impuesta por el establecimiento de tiendas de autoservicio desde hace más de 15 años, periodo en el que la Ceda no ha ido al mismo paso que sus competidores, explicó.En la década de los 80 los supermercados sólo se ubicaban en determinadas zonas urbanas, sobre todo de ingresos medios para arriba. "Antes era muy raro que una tienda de autoservicio se ubicara en el municipio mexiquense de Nezahualcóyotl o en Iztapalapa. Ahora se pueden ver por doquier", comentó Felipe Torres Torres, especialista en abasto y distribución de alimentos. Dijo que este fenómeno comercial fue más visible a partir de los 90, cuando la instalación de tiendas de autoservicio irrumpió masivamente y su crecimiento ha sido constante, tanto en términos de ventas como en número de establecimientos. Sólo el año pasado los supermercados tuvieron ventas superiores a 325 mil millones de pesos, añadió el especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México. "Ello significa que el sector del comercio de alimentos va creciendo con la mayor participación de las tiendas de autoservicio en las que hay mayor presencia del capital extranjero. Esto va cambiando de manera progresiva y persistente el sistema tradicional que representaban los mercados públicos y los pequeños y medianos comerciantes y, por tanto, la Ceda. Los supermercados controlan hoy casi 80 por ciento de las ventas al menudeo en la ciudad de México, con una repercusión en la calidad y los precios que no benefician necesariamente al consumidor", señaló. Un factor que entorpece la operación de la Ceda y que, por consiguiente, influye en los precios de venta de los alimentos que se expenden es la disputa entre varios grupos de propietarios y arrendadores de bodegas. Se trata de un asunto que conocen las autoridades, pero sobre el cual poco se puede hacer cuando se trata de un negocio con tal volumen de recursos. Un reflejo de la situación de desorden interno que prevalece, reconoce Francisco González, es "que el sistema de comercialización de la central es ya obsoleto, porque ha sido alejada de su objetivo básico: ser un mercado mayorista. Ahora sus espacios están saturados por comerciantes que ofrecen medio-mayoreo que han venido a complicar los espacios comerciales." La Central de Abasto se mantiene como regulador del comercio de alimentos en la capital. La red de mercados de barrio y las recauderías de colonias surten sus anaqueles en ese lugar. El fenómeno que se advierte es que, en cambio, los nuevos centros residenciales, en especial los de la periferia de la capital, son abastecidos principalmente por tiendas de autoservicio § |