Usted está aquí: sábado 14 de mayo de 2005 Política Surge el dilema: retorno a las armas o "normalización del refugio"

Surge el dilema: retorno a las armas o "normalización del refugio"

"¿Cómo pediremos paciencia a los jóvenes?", expresa un viejo combatiente

BLANCHE PETRICH /V Y ULTIMA ENVIADA

Ampliar la imagen Pese a la falta de una soluci�ac�ca en el horizonte inmediato, los saharauis de los campamentos de refugiados mantienen su adhesi�l independentista Frente Polisario FOTO Blanche Petrich

Smara, Campamento de Refugiados en Tindouf, Argelia. La República Arabe Saharahui Democrática parece debatirse frente a realidades contradictorias. En el Sáhara en el exilio se habla de desesperación y de un retorno a las armas para romper la inercia de la solución política. Pero también existe lo que algunos analistas llaman la "normalización del refugio", la transformación de los campamentos en poblaciones organizadas y funcionales.

Conforme pasa el tiempo la brecha generacional se profundiza. Los jóvenes menores de 25 años no conocieron las tierras que sus mayores idealizan y que son objeto de la tenaz resistencia de sus dirigentes del Frente Polisario. Suman ya miles los que se han incorporado a las oleadas de migrantes que suben de Africa a Europa en busca de otros horizontes. En los años 80, ante la falta de horizontes, muchos refugiados que no militaban en el Polisario retornaron a sus ciudades, en Marruecos. Los otros, los que se quedan, educados en un sistema de valores casi utópico, no encuentran empleo para sus habilidades. Para ellos la tentación de la vía armada ronda durante las horas de ocio, alrededor de la vasija del té.

"¿Y cómo vamos nosotros, los viejos combatientes, a pedirles paciencia?", se pregunta Mohamed Lamin. A sus 60 años, fuerte aún, enfundado en su darrah (túnica), admite que los muchachos de hoy, con sus críticas y su radicalismo, le recuerdan su juventud. Amigo de Lueli Mustafá Sayed, a quien llaman "el alma" del Frente Polisario, Lamin fue también fundador de la guerrilla que inicialmente se enfrentó a la colonia española. Aquella generación desafiaba la opinión de los cheijs, los ancianos notables que tenían -y siguen teniendo- gran autoridad en la sociedad.

Lamin es hoy consejero del presidente Mohamed Abdelaziz. "Cuando nos levantamos en armas en los años 70 éramos apenas 26, la mayoría estudiantes. No teníamos armas ni existía organización en el pueblo. Nadie en el mundo nos reconocía ni apoyaba (el respaldo de Libia y Argelia fue posterior). Los viejos nos pidieron paciencia hasta que ellos mismos entendieron que nuestra rebeldía tenía razón de ser."

La primera acción de estos rebeldes fue en mayo de 1973, un asalto a una patrulla militar. Recuperaron varios camellos y seis ametralladoras. Fueron sus primeras armas. "Y nuestra primera lección resultó perdurable: todo depende de la voluntad del hombre", expresa Lamin.

De esa generación es el intelectual Hamdu Suelem. "Nos inspiramos en el Che Guevara. La concepción inicial del Polisario fue foquista y nuestro primer gran choque cultural fue con los notables de nuestras tribus."

Explica que en la estructura social de los beduinos, el anciano tiene un rol relevante no sólo por el respeto. "En una cultura de tradición oral, ellos son los sabios, las enciclopedias, los que guardan en la memoria toda la información relevante para la sobrevivencia de la tribu: las rutas del desierto, la ubicación de los pozos. Son instructores, jueces y guías."

Después de las primeras escaramuzas guerrilleras, los jóvenes rebeldes entendieron que nunca serían una fuerza nacional sin el apoyo de los cheijs. Y lograron convencer a varios eminentes notables. "Cuando ellos se incorporaron en 1975 al Frente Polisario, dimos el salto histórico. Muchos ancianos también tomaron las armas. Otros resistieron hasta la muerte en las ciudades."

Dentro de la actual organización de la república existe un consejo consultivo de nueve ancianos que participan en tareas legislativas y diplomáticas como parte integral del Estado. Cada wilaya tiene un representante ante el Consejo. No es en balde, pues un proverbio beduino proclama que ve más un hombre viejo, aunque esté echado, que un joven de pie.

Esa misma generación de rebeldes apostó todo a la vía política. A finales de los años 80 dominaban el campo de batalla. Recuerda Lemin: "Ya les tocábamos las narices a los marroquíes. Pero aun así aceptamos en 1991 el cese del fuego. Creímos en la diplomacia. Al cabo de los años, el acuerdo favoreció más a nuestros enemigos que a nosotros".

No sólo en boca de los hombres se oye la palabra guerra. De la necesidad de retomar las armas nos habla Suelma Beiruk, responsable de desarrollo social y cooperación internacional de la Unión de Mujeres y diputada en el Parlamento Africano. "Estamos a la intemperie. El mundo nos mira y nos olvida casi inmediatamente. Si no presionan a Marruecos no tendremos otra alternativa que la guerra. Y claro que pensamos en las consecuencias. Más que nadie, ya que son nuestros hijos los que irán al frente, los que morirán primero."

¿Qué pasa del otro lado del muro?

Desde el litoral sahariano, del otro lado del muro militarizado que parte en dos el Sáhara Occidental, de norte a sur, llegan noticias de una creciente agitación en las ciudades bajo ocupación marroquí.

En las semanas recientes, por ejemplo, nacieron dos nuevas organizaciones que desafían al rey Mohamed VI: la Asociación Saharaui de Víctimas de Violaciones de los Derechos Humanos y el Comité Saharaui por el Referendo en el Sáhara Occidental.

También se supo que uno de los detenidos en la llamada Cárcel Negra de El Aiún, Haddi Ahmed Mahmoud El Kainnan, envió al procurador de Justicia de Marruecos sus papeles de identificación y oficialmente rechazó la nacionalidad marroquí.

Y se comentó con escándalo que un juez civil marroquí se negó a registrar a la pequeña hija de otro conocido disidente, Alí Salem Tamek, con el nombre de Tharoua, que significa revolución. El caso de este dirigente de 32 años, nacido en El Aiún, rebasó las fronteras cuando, apresado por cuarta ocasión, fue sentenciado a cinco años por haber declarado públicamente su intención de buscar un contacto con el Frente Polisario. La presión internacional obligó a las autoridades a indultarlo, pero vive bajo permanente acoso. Con todo, Tamek no desiste: "No puedo abdicar de mi identidad saharaui", dice.

En barrios de las ciudades bajo ocupación -Dajla, Smara, Bojador, El Aiún- se multiplican las protestas contra la presencia marroquí: marchas, plantones, jornadas como la de "la oración del ausente", colocación de banderas saharauis y foros de discusión. En consecuencia, se agudiza la persecución: arrestos, tortura, amenazas, despidos de los trabajos por razones políticas, controles, confiscación de documentos y negación de pasaportes, procesos judiciales viciados e inclusive ejecuciones extrajudiciales, todo documentado por las organizaciones humanitarias de la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea y diversas ONG.

Esta articulación de un "frente interno" contra la ocupación marroquí representa, para los saharauis refugiados, una de las dos alas que se requieren para despegar el vuelo hacia su independencia, junto con la realización, siempre postergada, del referendo para la autodeterminación.

Eso sostiene el abogado Abba Salek, joven dirigente de la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos (Afapredesa), uno de los responsables de dar seguimiento y facilitar enlaces con la disidencia antimarroquí. "Es un fenómeno nuevo, que data de hace cuatro años. Antes era inconcebible que existiera esta solidaridad, que no sólo es entre saharauis de ambos lados del muro, sino también entre marroquíes simpatizantes de la causa saharaui."

Salek sabe de lo que habla, pues él mismo creció en Marruecos. "Yo quería estudiar leyes y mi única opción era la Universidad de Rabat. Mi solicitud fue rechazada varias veces, pero finalmente logré mi ingreso. Cuando terminé la carrera, de pronto me quedé desempleado y viviendo en territorio enemigo." Se dedicó, reconoce, a la vagancia. Pero sus correrías por los bajos fondos lo condujo a relacionarse con algunos militantes polisarios que trabajaban en la clandestinidad en la capital del reino. "Eran los años 80 y el ambiente era opresivo. Los saharauis teníamos prohibido casi todo: sintonizar estaciones de radio, hablar nuestro idioma, reunirnos. Ahí empezó mi verdadera formación."

La verdadera cara del rey

Los activistas de derechos humanos saharauis han documentado, del lado bajo control de Marruecos, cerca de 240 detenidos, más de 500 desaparecidos (entre ellos 150 prisioneros de guerra que en su momento fueron reportados y de los que hasta la fecha no se sabe nada), 15 mil deportados dentro de Marruecos y más de 600 discapacitados por la explosión de minas antipersonales.

Estas denuncias ventiladas en el ámbito internacional constituyen una mala carta de presentación para una casa real que pretende acreditar al joven monarca como moderno y democrático, muy al estilo de otras coronas europeas.

La revista marroquí Le Journal Hebdo, que ha sufrido presiones y secuestro de sus ediciones con frecuencia, señala en un editorial reciente que este panorama de represión alimenta lo que llama "el frente interno" de la disidencia. Pero éste se fortalece, además, con denuncias sobre la ilegal explotación de los recursos naturales del Sáhara ocupado, en particular el rico banco pesquero que proporciona 75 por ciento de las capturas marinas de las flotas europeas en las costas africanas. De los yacimientos de fosfatos de Bru Craa ya ni se habla, ya que son explotados libremente por compañías estadunidenses, francesas y españolas.

Pero donde esta revista resulta más incisiva es en el tema del referendo, a pesar de que la publicación llama, como todos en Marruecos, "separatistas" a los saharauis que reclaman su autodeterminación y pone en duda la representación del Polisario. "El reino -dice la publicación- se cierra a piedra y lodo a la posibilidad de un referendo, pero a la vez es incapaz de formular una vía alternativa. Por el contrario, obstaculiza una verdadera reforma de las instituciones y es incapaz de responder a las demandas sociales, económicas y de identidad de la población saharaui", que suma más de 200 mil.

Le Journal se ha atrevido a más. En febrero, un reportero marroquí superó todos los obstáculos y prohibiciones para ir a entrevistar a sus compatriotas, los prisioneros de guerra que aún permanecen en poder del Polisario en alguno de sus campamentos en Argelia. Se trata de cerca de 80 hombres envejecidos, algunos con hasta 18 años de encierro, en barracas sin cercas ni alambradas. La hamada y las minas del muro cercano son disuasivos suficientes para evitar su fuga. Algunos de los presos han perdido la razón. Originalmente eran varios centenares, pero el Polisario los ha liberado gradualmente (al iniciar el Ramadán en 1989, 1997 y 1999) a pesar de que su país de origen ha rechazado recibirlos de regreso.

Otro atrevimiento de la publicación fue la entrevista que presenta en su reciente edición con el fundador del comité pro referendo, Sidi Mohamed Daddach. Este hombre, que combatió primero a la colonia española y después la ocupación marroquí, fue refugiado y desertó de los campamentos de refugiados para reintegrarse a su país. Ex preso político, ahora vuelve a ser objeto de persecución. Se le ha prohibido abandonar el país y se le detiene e interroga constantemente.

En los campamentos de refugiados se leen y repiten en cada jaima, con fruición, las noticias de lo que ocurre detrás del muro. Lo cierto es que, pese a ese enorme tajo de hormigón que divide a un pueblo, de ambos lados se empieza a reclamar la reunificación.

 
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