REPORTAJE / EL LATENTE CONFLICTO DEL SAHARA OCCIDENTAL
Al rescate del arte rupestre y la historia oral
Tifariti, territorio libre de Sáhara. No hace falta ascender mucho por la ladera de la cordillera de Lemgasem, en Rekeiz, al norte de Tifariti, para encontrar los primeros resguardos de pinturas rupestres. Sobre la piedra rojiza de las grutas, gacelas, jirafas y antílopes que nunca habitaron el desierto constituyen crónicas vivas de viajeros del Africa subsahariana de épocas de la prehistoria. Con diseños policromos, escenas de caza y ganadería, danzas de hombres y mujeres hablan nítidamente de sucesos de hace 10 mil, 8 mil años.
Y manos. Decenas de manos, algunas no sólo pintadas sino grabadas, otras decoradas con motivos geométricos, imprimen la huella del hombre que merodeó durante el neolítico por estas enormes rocas de la era precámbrica.
La baja cadena de cerros está formada por grandes lajas calizas. Dicen los geólogos que estas son las piedras más antiguas del continente, "el viejo esqueleto de Africa". Y consideran este sitio como una de las manifestaciones más importantes del arte rupestre que, por su singularidad, ha merecido que se acuñe el término "neolítico sahariano".
Dispuesta a rescatar el patrimonio cultural de sus ancestros, sin recursos, sólo con la voluntad y la convicción de su identidad nacional y el concurso solidario de la Universidad de Gerona, la ministra de Cultura Mariam Salek se ha lanzado al rescate de estos sitios arqueológicos que se ubican, casi todos, en los desolados territorios liberados.
''Porque -explica esta voluntariosa mujer- es nuestro mayor arraigo. Y de esto depende que nuestro pueblo entienda que tiene una causa por la cual luchar''.
Sin embargo, un vándalo de nombre Suleiman, osó, hace pocos meses, hacer sus absurdos grafitos encima de esos tesoros. Muley Mohamed Fadel, el guía que nos ha llevado al pie de Rekeiz, no cabe en sí de rabia y dolor.
Smara, tan lejos, tan cerca
Una de las mayores riquezas culturales del Sáhara Occidental quizá sea Smara, una ciudad construida en el siglo III sobre bases mágicas por el erudito jeque Ma El Amin, habitada por una corte de poetas y artesanos. Todavía a inicios del siglo 20 poseía una biblioteca de más de 5 mil volúmenes, que contenía los manuscritos originales de la mayor parte de los sabios anteriores del Sáhara. En 1913 la Legión Francesa la saqueó e incendió. En 1975 los saharauis fueron expulsados de su ciudad por la aviación marroquí. Y ahora un muro militarizado los separa de esta fuente de cultura.
A ese desastre se suma el hecho de que la tradición cultural de los beduinos es oral y no hay otros rastros del legado de este pueblo ancestral. Ese es otro gran reto que enfrenta la ministra Mariam Salek.
Pese a su riqueza, esta historia apenas se empieza a escribir por la mano de jóvenes brigadistas que, organizados por el ministerio, se lanzan armados de grabadoras y computadoras portátiles a todos los barrios a desentrañar los recuerdos y crónicas que siguen vivas en la memoria de los mayores. Esa información después se depura, se cruza y sistematiza en los cubículos de los especialistas. A falta de una imprenta propia, la Universidad de Canarias se hace cargo de las ediciones.
Blanche Petrich, enviada