Usted está aquí: jueves 12 de mayo de 2005 Opinión Ciudad Nezahualcóyotl

Elena Poniatowska

Ciudad Nezahualcóyotl

En honor del ''coyote que ayuna", el gran tlatoani Nezahualcóyotl, se fundó hace 42 años este municipio del estado de México: Ciudad Nezahualcóyotl, conocida como Ciudad Neza.

Recorrí por primera vez Ciudad Neza con el grabador del Taller de Gráfica Popular, Alberto Beltrán, con quien hice el primer libro que nos publicó el Fondo de Cultura Económica, Todo empezó el domingo. Don Arnaldo Orfila Reynal, entonces su director, comentó: ''¡Ah, vos tenés afición por los pobres!", porque el libro trataba de los paseos dominicales de los olvidados, los que sólo pueden sentarse en el camellón de las grandes avenidas para ver pasar los automóviles.

Beltrán y yo vinimos a ver los remolinos porque en esos terrenos desecados del lago de Texcoco jugaban futbol los ''llaneros", y los niños se metían al remolino e invocaban: ''¡Cruz, cruz que se vaya el diablo y venga el Niño Jesús!"

Cuentan que en las orillas del lago de Texcoco había chichicuilotes y que de ahí los llevaba la chichicuilotera al centro de la ciudad. Gritaba, ofreciendo su mercancía: ''¡Mercaráaaaaan chichicuilotitos vivos, mercaráaaaaan chichicuilotitos cocidos".

En los años 50, casi no había servicios y sin embargo el asentamiento humano era de casi 40 mil habitantes, hombres y mujeres venidos de todas partes de la República a buscar una mejor vida. En los años 60, el doctor Gustavo Baz, que peleó en la Revolución al lado de Emiliano Zapata y era un excelente cirujano (me consta porque nos quitó el apéndice a mi hermana Kitzia y a mí), convirtió Ciudad Nezahualcóyotl en municipio, y los suscesivos gobernadores del estado de México lo dotaron de agua potable, pavimento, alcantarillado y luz.

A partir de ese momento salieron de Neza los mejores personajes populares como La Chiquita González, que en realidad era un boxeador que respondía al nombre de Humberto, y Graciela Hernández, basquetbolista en silla de ruedas que ganó una medalla en los Juegos Panamericanos en Argentina, en 1995. Es asombrosa la cantidad de deportistas en silla de ruedas que han ganado medallas de oro en Ciudad Neza. El escritor y periodista Emiliano Pérez Cruz, a quien admiro, también es originario de Neza, como lo es Raymundo Colín Chávez, autor del libro Las cuitas de un ajolote.

La directora general del Fondo de Cultura Económica, Consuelo Sáizar, me honra al ponerle mi nombre a este recinto ubicado en El Castillo, en la avenida Chimalhuacán. Nada podría darme más gusto que ver los libros circular en esta ciudad construida gracias al esfuerzo de los heroicos habitantes de Neza que aguantaron rigores climáticos y falta de bienes y servicios durante muchos años y ahora erigen monumentos a Sor Juana Inés de la Cruz y a Benito Juárez, y cuentan con dos catedrales, una en el centro y otra en el norte, además de varios parques y la galería de arte José Guadalupe Posada. Vine en dos ocasiones a dar conferencias y siempre me emocionó el cálido recibimiento de sus habitantes y su afición de radioescuchas. ''¿De dónde nos llamas?" -pregunta el locutor. ''De Ciudad Neza". ''¿Y cómo dicen en Ciudad Neza?" ''Aquí suena la qué buena".

''¡Neza es una ciudad asombrosa!", solía exclamar Fernando Benítez, autor del libro Los indios de México, y seguramente los tlacuilos de nuestra época coincidirán con él.

Suele decirse que los mexicanos no leen y probablemente sea cierto, pero el Fondo de Cultura Económiva lo desmiente como lo desmiente también el dinamismo de una joven directora, de cara lavada y vestida siempre con el mismo traje gris Oxford y los mismos zapatos a la usanza de Vicente Lombardo Toledano, que ha hecho que se abran librerías en muchos sitios. Tuxtla Gutiérrez, Morelia y Tijuana aguardan su librería, y en el Distrito Federal habrá un gran centro Rosario Castellanos construido por Teodoro González de León.

Ciudad Neza, sobre el lago de Texcoco, es el punto de encuentro entre lo prehispánico y lo moderno y Nezahualcóyotl es una extraordinaria referencia a nuestro pasado, a la literatura de flor y canto que cultivaron los abuelos de nuestros abuelos. Aquí vuelan en el aire, ya no los torbellinos del mes de marzo sino las palabras escritas en las hojas de los libros, las de los códices y las de los escritores de hoy, los que se preocupan por los grandes movimientos sociales y los que los ignoran, los observadores y los intimistas, porque, ¿qué mayor intimidad que la de sentarse con un libro a la luz de una lámpara y leer en soledad hasta que se cierran los ojos?

Gracias Daniel Cosío Villegas, gracias Arnaldo Orfila Reynal, gracias José Luis Martínez, gracias Jaime García Terrés, gracias Joaquín Díez Canedo, gracias Alí Chumacero, gracias directores, autores, editores, correctores y redactores, formadores, impresores, secretarias, telefonistas y choferes, gracias guardianes de la palabra y del compromiso del Fondo de Cultura Económica, pero sobre todo, gracias Consuelo Sáizar, que por primera vez en México le abre la puerta a las mujeres.

Con el nombre de Elena Poniatowska, escritora, periodista y colaboradora de La Jornada, hoy jueves se inaugura la librería del FCE en el municipio de Ciudad Nezahualcóyotl, estado de México

 
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