Usted está aquí: miércoles 11 de mayo de 2005 Opinión Encuentro en Michoacán

Néstor Bravo Pérez

Encuentro en Michoacán

Suelo ir a comer a un lugar que se está volviendo excepcional en el barrio en el que vivo, uno de los pocos restaurantes en donde se puede comer cocina mexicana. Iba entonces por la avenida Michoacán en la Condesa encaminándome al Xel-Ha cuando me encontré a un queridísimo amigo al que difícilmente puedo ver por las múltiples actividades que lo ocupan, era una gran coincidencia y tenía que aprovecharla, así es que lo conminé a que comiéramos juntos, no tenía mucho tiempo, me dijo de manera apresurada, pero estaba dispuesto a platicar conmigo un rato.

Yo lo conocí en un momento de efervescencia en La Esmeralda, recién nos habíamos cambiado al Cenart y había una serie de carencias en la escuela que estaban generando varios conflictos. No había proyecto académico y se trataban de resarcir las insuficiencias con cursillos. El trató de ayudar a mejorar la situación con un curso más que sólo pudo realizarse en una ocasión.

Hacía mucho que no lo veía y tenía ganas de platicar con él. Nos sentamos en el restaurante bar y pedimos cerveza y tequila.

Me comentó de dos o tres artículos míos que había leído en el periódico y centramos la conversación un corto pero sustancioso tiempo en las desgracias políticas del país, para después proponerme que participara en una organización de artistas que él estaba ayudando a coordinar.

Yo no se cómo entenderlo, hay como una especie de influencia ideológica de Chabelo en el imaginario nacional. Entre catafixias, que en la realidad de nuestro país se manifiestan como una especie de travestismo ideológico y en querer ser amigo de todos los niños, la opinión con respecto a la política nacional se va adecuando y/o adaptando a las circunstancias de manera muy alegre, por lo menos se me dificulta entenderla del todo.

Mi amigo, que es casi mi hermano, decía la última vez que nos vimos, que la actitud de Andrés Manuel López Obrador era bastante cuestionable y observaba un cierto conservadurismo en la poca importancia que le daba a los proyectos culturales, cosa que me parece cierta; mi carnal agregaba que llenar el Zócalo gracias a los encantos de una güera de pelo chino que sale en anuncios de zapatos no abría ninguna puerta ni generaba opción crítica alguna, ni provocaba reflexión sobre la realidad nacional, aspecto en el que coincido totalmente con mi cuate.

Los argumentos eran de todos colores y se llegaba a afirmar que en ese afán por establecer principios en los que se pudieran reactivar valores positivos en la sociedad, López Obrador había logrado tener una actitud religiosa y reaccionaria que lo vinculaba claramente con la mentalidad del Opus Dei. Este aspecto en particular me parecía poco fundamentado, pero mi amigo insistía acaloradamente de que era cierto, a mí me da la impresión y es eso precisamente, una impresión, que el Peje es religiosón pero de ahí a que sea del Opus hay mucha diferencia. Pues bien, ubicar al jefe de Gobierno capitalino en ese espacio político suponía que los proyectos, si es que llegaban a existir, en relación con la educación y la cultura serían de extrema derecha.

Y ahora, después de la marcha del silencio, o del 27 de abril, no lo tengo claro: como por acto de magia el gobernante del DF es el adalid de la cultura, como si se tratara del milagro de los panes y los pejes ahora lo apoyan desde la producción artística. ¿Qué no hay espíritu crítico en la izquierda?

Coincido con mi amigo en que hay que apoyar a Andrés Manuel, es la opción más clara que podemos tener para que el país tome un rumbo diferente, mejor. La actual propuesta de cambio ha demostrado lo inútiles que fueron los votos que llevaron a Fox a la Presidencia. Pero también es el momento de establecer un diálogo que demuestre que no se apoya a un candidato sólo por su carisma ni por su rating, estamos sufriendo las consecuencias de haber instaurado una democracia a través de criterios de consumo.

Si los productores de bienes culturales tienen claro que Andrés Manuel López Obrador no tiene proyecto relacionado con la cultura y la educación, ¿no sería éste el momento adecuado para pedirle que aclare su postura y defina sus planteamientos?

 
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