Usted está aquí: miércoles 11 de mayo de 2005 Opinión Rediseñar el mundo para los arsenales nucleares

Alejandro Nadal

Rediseñar el mundo para los arsenales nucleares

A finales del siglo XIX, Inglaterra comenzaba a experimentar el síndrome de la declinación. Al terminar las guerras napoleónicas transformó su debilidad en el continente europeo en ventajas para dominar el Atlántico y las principales rutas del comercio mundial. Pero para 1890, aunque había construido un imperio nunca antes visto, la crisis estaba encima. El poder hegemónico construido a lo largo del siglo se deterioraba y las amenazas surgían por todos lados.

Tres países se perfilaban para suceder la hegemonía británica: Alemania, Japón y Estados Unidos. No es difícil adivinar quiénes fueron a la guerra. Las tres potencias hicieron y deshicieron alianzas periféricas y pelearon una especie de segunda guerra de 30 años (1914-1945).

Al final del conflicto, Estados Unidos estrenó un nuevo y poderoso sistema de armamentos. Inaugurando el uso de las armas nucleares, advirtió al mundo que el nuevo orden estaría organizado alrededor de las necesidades de la expansión del capital estadunidense y su alianza estratégica. Los arsenales nucleares fueron un elemento clave en la arquitectura del nuevo poder hegemónico.

Pero como todas las innovaciones, la difusión de las armas nucleares fue solamente una cuestión de tiempo. La Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China le siguieron por el sendero peligroso de la fisión/fusión nuclear. Y pronto el club ya tenía un sexto miembro, aunque se mantuvo en la oscuridad con la connivencia estadunidense. Israel tiene hoy el tercer arsenal nuclear del mundo.

Para posponer lo inevitable, Estados Unidos y los miembros del club nuclear inventaron el Tratado de no Proliferación de Armas Nucleares (TNP), con sus tres grandes contratos. Primero, los países del club nuclear entrarían en negociaciones de buena fe para alcanzar el desarme nuclear y no utilizarían, ni amenazarían con usar armas nucleares. Segundo, los países sin armas nucleares renunciarían a éstas para siempre. Tercero, todos los países tendrían acceso a la tecnología nuclear para fines civiles. Este mes se lleva a cabo en Nueva York la séptima conferencia quinquenal de revisión del TNP firmado en 1970.

Los países nucleares no cumplieron los compromisos adquiridos en el TNP. Si bien redujeron la cantidad de misiles y cabezas nucleares, sólo eliminaron lo que era obsoleto y conservaron los sistemas más letales. Además, las cabezas retiradas no fueron desmanteladas; la mayoría permanece almacenada y puede recolocarse sobre nuevos sistemas de lanzamiento. Las pruebas para diseñar nuevos armamentos nucleares siguen realizándose. Esas pruebas no necesitan detonaciones, pues se realizan con sofisticados procesos de simulación que son tan efectivos como una explosión real. Finalmente, Estados Unidos llevó a cabo una revisión de su postura nuclear y llega a insinuar que podría servirse de armas nucleares contra enemigos que usen armas de destrucción masiva, incluyendo químicas y biológicas.

Pero Estados Unidos insiste en Nueva York que el principal problema para la no proliferación es la falta de sanciones para países que, como Irán, son acusados de violar el TNP para dotarse de armas nucleares. Es cierto que el gobierno de los ayatollahs buscó inicialmente mantener la búsqueda de un arsenal nuclear. Pero desde hace tiempo Teherán abrió las puertas de sus instalaciones nucleares a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Aunque todavía falta firmar un convenio más robusto y el panorama es incierto (algunos en Teherán preferirían tener armas nucleares, mientras otros buscan un acomodo en respuesta a los incentivos económicos que ya ofrece la Unión Europea) no hay bases para imponer sanciones a ese país.

La obsesión con Irán contrasta con la hipocresía estadunidense frente a Israel y los otros casos de proliferación nuclear. India y Pakistán (no signatarios del NPT) se unieron al club nuclear en 1998, y Corea del Norte (que denunció el tratado en 2002) amaga con revelar su capacidad nuclear uno de estos días.

Lo cierto es que China desconfía de Estados Unidos y de Rusia. India sospecha de Pakistán y viceversa. Israel desconfía de todos. Corea del Norte cree en su poder nuclear. Y Rusia ve con recelo el preciso y bien aceitado arsenal estadunidense.

Al igual que la hegemonía estadunidense, el régimen de no proliferación se erosiona, consolidando una tendencia que se observa desde los años ochenta. Por eso, en Nueva York, Estados Unidos pretende redibujar el paisaje nuclear. Insiste en las sanciones contra Irán, pero deja de lado el reclamo sobre pruebas nucleares y el tratado de interrupción total de producción de material fisionable (uranio altamente enriquecido o plutonio). India y Pakistán rompen el esquema, pero Estados Unidos no puede hacer nada más que celebrar una nueva alianza regional.

La reunión de Nueva York se anunciaba bajo malos augurios, pero la realidad es todavía más inquietante. Comienza a dibujarse el perfil de un mundo en el que los arsenales nucleares seguirán desplegándose y terminarán por usarse nuevamente. ¿Nuevamente? Sí, claro, no olvidemos que la primera guerra nuclear ya se peleó: comenzó el 6 de agosto de 1945 y concluyó 72 horas después. Hoy no duraría ni media hora.

 
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