Vorágine mediática por los 60 años del fin de la Segunda Guerra Mundial
Inauguran este martes el Monumento al Holocausto en la capital alemana
Está emplazado entre la puerta de Brandeburgo y el Reichstag
Recorrido por dos milenios de la historia judeo-alemana en las salas del Museo Judío de Berlín
Ampliar la imagen Vista parcial de las 2 mil 711 columnas de cemento que forman parte del Monumento al Holocausto, obra realizada por el arquitecto Peter Eisenmann en Berl� ejemplo actual de la cultura de la memoria en Alemania FOTO Reuters
Berlin, 9 de mayo. Hace 60 años Alemania capitulaba en el conflicto armado más cruento que la humanidad haya conocido: la Segunda Guerra Mundial.
Ante la efeméride no viene mal recordar un par de cifras. Las estadísticas hablan de más de 56 millones de personas que perdieron la vida, en su mayoría civiles. En 1945 esto constituía más o menos 2 por ciento de la población mundial.
Rusia figura a la cabeza de las víctimas, con más de 21 millones. Alemania ocupa el tercer lugar, con alrededor de 7 millones, detrás de China, con más de 11 millones de muertos a causa de los ataques masivos de los japoneses.
Pero si hay una cifra que golpea de manera incesante la conciencia de los alemanes es la de 6 millones de judíos asesinados en Europa durante el régimen nazi de Hitler.
La confrontación con su pasado inmediato es parte de la cotidianidad alemana; con ese pasado de guerra y exterminio, frases como ''el futuro se construye con la memoria" son constantes en el discurso político alemán.
Este martes se inaugura en pleno centro de Berlín, al lado de la puerta de Brandeburgo y del Reichstag (Parlamento), el Monumento al Holocausto, en una superficie de 19 mil metros cuadrados, obra de Peter Eisenmann.
La vorágine mediática se ha tornado incontenible a raíz del 60 aniversario del fin de la guerra. En las semanas pasadas las entrevistas con supervivientes del holocausto, reportajes, películas, artículos o mesas redondas ejemplifican esta cultura de la memoria que el alemán tiene por obligación cultivar, por incómoda que le pueda resultar.
Ciudad de México, en la lista de la diáspora
La connotación histórica, moral y emocional hace del Museo Judío de Berlín un espacio para la reflexión sin parangón con otros recintos judíos en el mundo. El edificio es obra del también encargado del diseño del nuevo World Trade Center en Nueva York, el arquitecto estadunidense Daniel Liebeskind, nacido en Polonia e hijo de sobrevivientes del holocausto.
Esta significativa obra fue su primer trabajo arquitectónico, al que dedicó seis años. Una vez que Liebeskind concluyó su tarea, tendrían que pasar todavía tres años de discusiones sobre qué exponer y qué no exponer en este espacio antes de la apertura al público.
La inauguración oficial estaba programada para el 11 de septiembre de 2001, pero fue pospuesta un par de días por los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York. El lema del museo es: ''Dos mil años de la historia alemana-judía".
Al Museo Judío de Berlín se entra por lo que es la fachada del antiguo Museo de Historia. El simbólico trabajo de Liebeskind, con una impresionante fachada de zinc, constituye una ampliación de ese edificio del siglo XVIII.
Esta compleja simbología primero lleva a unas escaleras que conducen a un sótano ante el que se abren pasillos con pisos de cemento en declive; estos pasillos, orientados en diferentes direcciones, forman lo que sería una estrella de David deformada, que constituye el logotipo del museo.
Las paredes tienen impresos nombres de ciudades del mundo, reflejo de la diáspora judía. La ciudad de México aparece en la interminable lista. Objetos personales de familias judías se pueden apreciar en el recorrido por estos pasillos, una prenda de ropa, una maleta, un documento personal, la cartera que cayó al suelo en el momento en que un hombre era arrestado junto con su familia por la Gestapo; nunca se supo su paradero.
Los pasillos apuntan en tres direcciones: la torre del holocausto, el jardín del exilio y una aparentemente interminable escalera en seis bloques que lleva a 14 salas de exposición que resguardan 2 mil años de la historia judeo-alemana.
La torre del holocausto está precedida por una pesada puerta de metal y simboliza el vacío que ha quedado después del intento de exterminio judío por los nazis; es un espacio oscuro y gélido con paredes de cemento y un tenue haz de luz en la parte más alta. Afuera se escucha el tráfico, se ve la luz, pero no se puede llegar a ellos.
Otro de los pasillos conduce al jardín del exilio, espacio al aire libre compuesto por 49 columnas de cemento de seis metros de altura, ordenadas en siete líneas de siete columnas cada una.
De acuerdo con la religión judía, el mundo fue creado en seis días y el séptimo día, el sabbat, el hombre debe descansar. Los pisos en declive impulsan hacia atrás, lo que, según se describe a la entrada del jardín, simboliza el regreso a la patria.
Espacio para el arte contemporáneo
El Museo Judío también cuentan con un espacio para el arte contemporáneo. La instalación de Menasche Kadishman, Hojas caídas, exhibe cientos de piezas en metal simbolizando rostros que gritan.
Un centro de documentación permite a quien quiera adentrarse en la historia judeo-alemana contar con una base de datos digitalizada en la que se encuentran, entre muchos otros documentos, entrevistas con supervivientes del holocausto.
El Museo Judío de Berlín registra un récord de visitantes año con año, cuya cifra se acerca a 3 millones de personas. Los espacios resultaron insuficientes para lo que se tenía planeado.
La ampliación, que también estará a cargo de Danie Liebeskind, será una cubierta transparente del patio principal del adyacente antiguo Museo de Historia, la Sokkah.
En Alemania viven todavía alrededor de 100 mil judíos, 20 mil de los cuales son parte de los supervivientes del holocausto o generaciones posteriores. El resto son nuevos judíos rusos llegados a Alemania tras la caída del Muro de Berlín.