Conmemoran en Moscú 60 años de la victoria con desfile militar, ofrenda, banquete y concierto
Destaca Putin la aportación de la URSS en la derrota del nazismo
Casi todos los veteranos de guerra, no invitados al festejo oficial, celebraron en los parques
Arrinconada, la manifestación alternativa acabó en mitin de rechazo a la pomposidad del acto
Ampliar la imagen Invitados a la ceremonia para conmemorar la victoria de los aliados sobre la Alemania nazi, en el orden acostumbrado: Silvio Berlusconi, primer ministro italiano; Ludmila y su esposo Vladimir Putin, presidente ruso; Jean-Claude Juncker, presidente de la Uni�uropea, y George W. Bush, mandatario estadunidense, con su esposa, Laura, ayer en Mosc�O Ap
Moscu, 9 de mayo. Con dos formas de celebrar, distintas y distantes, la de los actos oficiales y -fuera de la zona acordonada para los mandatarios extranjeros y los invitados especiales-, la de la gente de a pie, que acudió a los parques alejados del centro de esta capital, Moscú conmemoró este lunes el 60 aniversario de la victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial.
Se cumplió al pie de la letra el guión preparado por el Kremlin para los festejos oficiales, con un espectacular desfile militar, transmitido en directo por las televisiones de medio mundo; ofrenda colectiva ante la Tumba del Soldado Desconocido por parte del presidente ruso y sus huéspedes extranjeros; opíparo banquete en el Palacio de los Congresos; minuto de silencio en memoria de los caídos; concierto en la Plaza Roja y, como broche de oro, 30 salvas de artillería y fuegos artificiales.
Desde temprana hora de este lunes, 12 aviones bombardearon con sustancias especiales el plomizo cielo del centro de Moscú y, para el comienzo de las actividades programadas, lograron dispersar las nubes que amenazaban con arruinar el desfile militar.
Más aún por lo limitado de su presencia, el momento más emotivo del desfile fue cuando una representación simbólica de los veteranos de guerra pasó frente a la tribuna de los invitados de honor en camiones de la época especialmente construidos para la ocasión.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, aprovechó la presencia de su colega estadunidense, George W. Bush, y de otros jefes de Estado o de gobierno de más de medio centenar de países, para reivindicar el decisivo aporte de la Unión Soviética a la derrota del nazismo.
"Los acontecimientos clave y más cruentos que marcaron el drama y el desenlace de esa guerra inhumana tuvieron lugar en el territorio de la Unión Soviética. Los nazis querían esclavizar a nuestro pueblo, pensaban borrar nuestro país de la faz de la Tierra. Fracasaron. El Ejército Rojo los detuvo a unos pasos de Moscú, después durante tres años resistió sus embates y logró expulsar a los invasores hasta su propio territorio", afirmó Putin en un breve discurso en la Plaza Roja.
Y agregó: "Los triunfos en las batallas en las cercanías de Moscú y en Stalingrado, el heroísmo de Leningrado durante el sitio, los éxitos en Kursk y el Dniepr determinaron los resultados de la Segunda Guerra Mundial. Con la liberación de Europa y la toma de Berlín, el Ejército Rojo puso el punto final de la victoria en la guerra".
Tras subrayar que Rusia nunca ha dividido la victoria en "propia y ajena", Putin expresó su reconocimiento a Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y los demás países miembros de la coalición. También rindió homenaje "al valor de todos los europeos que lucharon contra el nazismo" y, en especial, destacó "la labor de los antifascistas alemanes e italianos".
La ocasión, junto con el apretado programa, no se prestaba para que Putin discutiera con sus colegas los grandes temas de la agenda internacional y menos las controversias bilaterales, aparte de que los líderes europeos se quedan un día más para participar este martes en la cumbre entre Rusia y la Unión Europea.
No obstante, el mandatario ruso celebró breves reuniones bilaterales, de obvio carácter protocolario, con el presidente de China, Hu Jintao, y los primeros ministros de India, Manmohan Singh, y de Japón, Junichiro Koizumi. De los líderes europeos, se entrevistó por separado sólo con el canciller alemán, Gerhard Schroeder, y acompañó al presidente francés, Jacques Chirac, en la inauguración de un monumento al general Charles de Gaulle.
Desde la cena que le ofreció anoche, y cuidando no polemizar en público sobre las diferencias que mantienen, Putin distinguió entre todos sus invitados a su colega estadunidense, George W. Bush, a quien sentó a su lado durante el desfile militar, lo cual hizo posible ver una escena inimaginable en los tiempos de la guerra fría: un presidente de Estados Unidos, en la tribuna de honor de la Plaza Roja de Moscú, aplaudiendo el paso de la bandera soviética, con la hoz y el martillo.
Pero Bush se quedó sin ver otras muchas banderas rojas, pues la policía impidió que se dirigieran hacia el centro de la ciudad los manifestantes convocados por la oposición, junto a la estación ferroviaria de Bielorrusia, de donde partían los trenes a la guerra.
Arrinconada en ese lugar, la manifestación alternativa nunca pudo empezar y acabó en mitin que tuvo por común denominador el rechazo a la pomposidad, en detrimento de los veteranos de guerra, de los actos oficiales preparados por el Kremlin, así como epítetos poco agradables para Putin y sus invitados de honor, Bush en primer término.
Militantes de la Vanguardia de la Juventud Roja, grupo de la izquierda radical, lanzaron cohetes y se enfrentaron a golpes con la policía al tratar de romper el cerco, mientras su líder, Serguei Udaltsov, fue detenido por agentes del servicio secreto ruso a temprana hora en su casa de modo "profiláctico", para impedir que participara en la manifestación.
Ajenos a los actos oficiales, salvo los afortunados que fueron incluidos en alguno de los puntos del programa por el Kremlin, la mayoría de los veteranos de guerra y sus familias, siguiendo la tradición arraigada, celebraron en parques alejados del centro de la capital "este día sagrado, la fiesta más entrañable, sincera y popular en Rusia", según definió hoy el Día de la Victoria el presidente Putin.