Usted está aquí: sábado 7 de mayo de 2005 Cultura La música de un alma pura

La música de un alma pura

Entre las novedades discográficas conviven tesoros: la producción creciente de Arvo Pärt (Estonia, 1935) inunda los estantes para regocijo de quienes tenemos el privilegio de ser coetáneos de uno de los más grandes compositores de la historia.

En esta sección Disquero hemos dado a conocer en los recientes lustros y de manera paulatina uno a uno los discos con la música de Pärt que han llegado a México. Nuevas adquisiciones nos permiten compartir una vez más el paraíso.

Arvo Pärt. Stabat Mater (Black Box. Sanctuary Records) esplende entre estos hallazgos. Combina, en un trabajo de edición discográfica apabullante, música religiosa (en el sentido más cabal de lo que es verdaderamente religioso, es decir lo más íntimo del ser humano) con el opus uno de la música para piano solo de Pärt y culmina con uno de los máximos ejemplos del estilo tintinnabuli, inventado por este maestro estoniano cuya misión arcangélica al venir a la Tierra es ofrecer paz espiritual a los mortales, confortar, confirmar la esperanza. Espejea de manera sonriente la música del viejo Bach, del niño Mozart y del adulto Mahler, entre otras maravillas de este místico por excelencia en una era convulsa en extremo.

Inicia con un relámpago de iluminación espiritual: Es sang vor langen Jahren (Ella canta desde hace largos años), un poema de la colección Des Knaben Wunderhorn (El corno mágico del doncel) que es nada menos que la fuente nutricia donde nació la obra del último poeta sinfonista: Gustav Mahler (1860-1911). Que Arvo Pärt haya tomado una flor de entre ese poemario de Clemens von Brentano (1778-1842) no es casualidad. En la voz del contratenor Stephen Wallace, este poema sublime incluye giros inconfundiblemente mahlerianos en la orquestación prístina, pura, transparente como sólo puede hacerlo Pärt. Si Mahler hubiese anidado en su cuerpo un alma tan elevada como la que habita hoy día en Berlín (donde viven los ángeles de Wim Wenders, por cierto) en el cuerpo de Arvo Pärt, tendríamos dos almas gemelas que en este caso simplemente se complementan.

Gineceo magnífico

Luego del estremecedor Stabat Mater (para soprano, alto, tenor, violín, viola y violonchelo) y del angelical Nunc Dimitis (para coro de niños a capella), suena otro poema que también es gineceo magnífico: My Heart's in the Hihglands, de Robert Burns (1759-1796) con la voz contratenor contrapunteada por un órgano que emerge de otro mundo y nos eleva. Como pocas músicas en la vida, la de Arvo Pärt siempre reconforta, alivia, nutre, infunde una paz espiritual, reposo en el alma que sólo el amor puede ofrecer al ser humano. Una música prodigiosa en extremo celestial.

El opus inicial para piano solo de Pärt lo emparenta con otra querencia de los melómanos: la música para piano de Erik Satie (1866-1925). El opus uno de Pärt se titula Zwei Sonatinen (Dos sonatinas) y despliega sus alas con portento. Una grulla en pleno vuelo.

La pieza que cierra el disco es un mantra que nos pone en vuelo lento y suave, lento y firme, lento y vaporoso: Spiegel im Spiegel (Espejo en espejo). Entramos en trance, en un sopor de ensueño, un estado del alma que gravita entre flores flotando en cámara lenta y nos acarician la piel, el espíritu, la mente, la epidermis. Un estado del alma. Nos pone en estado puro.

Solamente un alma pura como Bach pudo haber escrito una obra tan bella y que ha hecho tanto bien a los humanos. Solamente un alma pura como Mozart pudo haber escrito una obra tan bella y que ha hecho tanto bien a los humanos. Solamente un alma tan pura como Pärt puede escribir una música tan bella y que nos hace tanto, tantísimo bien a los humanos. Nos rescata.

Pablo Espinosa

 
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