Usted está aquí: viernes 6 de mayo de 2005 Opinión ECONOMIA MORAL

ECONOMIA MORAL

Julio Boltvinik

Necesidades, satisfactores, recursos

Nuevo enfoque de la pobreza que supera el reduccionismo dominante

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente

LA POBREZA ECONOMICA puede verse como una parte del eje conceptual del nivel de vida. Debajo de un cierto umbral de éste, se presenta la pobreza económica. El nivel de vida, a su vez, es una perspectiva parcial, económica, del eje conceptual más amplio del florecimiento, bienestar o desarrollo humano. Para que nivel de vida y pobreza sean conceptos con propia especificidad, deben recortar su campo de interés (reducir su objeto de estudio) para que se refiera a no más, pero no menos, que la perspectiva económica del florecimiento o bienestar humanos.

AL ABORDAR EL TEMA del recorte conviene partir de la siguiente clasificación de satisfactores de las necesidades humanas: 1) objetos (bienes y servicios); 2) relaciones; y 3) actividades. Esta visión amplia contrasta con la visión restringida usual en el estudio de la pobreza que reduce los satisfactores al primer elemento.1

LO ANTERIOR PERMITE establecer el esquema que se presenta en el Cuadro. En las celdas de la primera columna se presentan ejemplos de necesidades de tres tipos distintos: de sobrevivencia, emocionales y de desarrollo. En las celdas de la columna 2 se presentan los satisfactores, clasificados en dominantes (o principales) y secundarios, correspondientes a cada ejemplo de necesidad; por último, en la columna 3 se presentan los recursos (o fuentes de bienestar), también clasificados en dominantes (principales) o secundarios. En el cuadro he sombreado los elementos que los enfoques usuales suelen identificar: como se aprecia, sólo una parte de los elementos del primer renglón.

LOS ENFOQUES CONVENCIONALES reconocen sólo necesidades "materiales" como la alimentación, la vivienda, y otras cuya satisfacción depende principalmente del acceso a recursos y cuyos satisfactores centrales son objetos (bienes y servicios). Son enfoques reduccionistas en un triple sentido: 1) reducen las necesidades humanas a las necesidades "materiales"; 2) reducen los satisfactores a los objetos; y 3) reducen los recursos a los monetizables (y, dentro de éstos, suelen reconocer sólo el ingreso corriente). Por tanto, aun dentro del renglón 1, desconocen que son indispensables actividades como cocinar, abastecer (no sólo objetos) para satisfacer necesidades como la alimentación y, por tanto, que se requieren los recursos tiempo y habilidades. Dado que no identifican los renglones 2 y 3, fuera del renglón 1 lo omiten todo. Por tanto, tampoco se pueden percatar que algunas necesidades "inmateriales" requieren también objetos como satisfactores, y recursos económicos monetizables, según se apunta en el cuadro (textos en cursivas y subrayados), por lo que dejan fuera de sus líneas de pobreza una parte de los requerimientos. Tiempo, y conocimientos y habilidades, son las fuentes de bienestar (recursos) siempre ignorados en estos enfoques convencionales.

PARA ALGUNAS NECESIDADES como la alimentación o la atención a la salud (renglón 1), los satisfactores principales son objetos (bienes y servicios: alimentos, atención médica, medicamentos); para las necesidades afectivas (renglón 2), en cambio, los satisfactores centrales son las relaciones humanas primarias; hay otras necesidades, particularmente las de autoestima y autorrealización (renglón 3), para usar términos de Maslow, cuya satisfacción se deriva sobre todo de la propia actividad del sujeto (trabajar, estudiar).

SIN EMBARGO, EN CASI todos los casos, aparte del satisfactor principal intervienen satisfactores secundarios o complementarios. Siempre se requiere que el individuo invierta tiempo personal. En algunos casos este tiempo es un satisfactor marginal, como el tiempo que dedicamos a comer (aunque no lo es el dedicado al abasto de alimentos y a su preparación) o a ir al médico, pero cobra mucha mayor centralidad el requerido para cultivar las relaciones, y es totalmente determinante el empleado para realizar las actividades propias del sujeto que sustentan la autoestima, la autorrealización y el desarrollo educativo de la persona.

EN CUANTO A los recursos, en el cuadro se muestra que, cuando el satisfactor dominante es un objeto (bien o servicio), el recurso principal es el que he llamado recursos económicos monetizables (ingreso corriente; activos básicos; activos no básicos; acceso a bienes y servicios gratuitos). En cambio, cuando los satisfactores principales son relaciones o actividades del sujeto, los recursos principales son el tiempo (que se dedica a cultivar la relación o a realizar la actividad) y los conocimientos y habilidades o capacidades (que se ponen en juego en ambos casos). Por ello van de la mano los tres desconocimientos de los enfoques convencionales: 1) necesidades afectivas y de desarrollo; 2) los satisfactores 'relaciones' y 'actividades'; y 3) los recursos tiempo y conocimientos.

SI PARTIMOS DE un cuadro como el anterior, evidentemente situado en el eje del florecimiento humano y lo ampliamos para cubrir todas las necesidades de un esquema de necesidades dado (digamos el de Maslow), y aplicamos el recorte para pasar al eje del nivel de vida con el propósito de observar cómo cambiaría el cuadro2, nos percataríamos que quedaría prácticamente igual, ya que todo lo que está en la columna de recursos seguiría estando bien clasificado como tal. El cambio, por tanto, sería nada más de perspectiva, ya que ahora las relaciones de la persona y sus actividades interesarían sólo en cuanto que generen requerimientos de recursos, pero no en sus contenidos sustantivos, como sí ocurre cuando nos situamos en el eje del florecimiento humano.

DE AQUI SE DESPRENDE claramente la conclusión de que el contenido del eje de nivel de vida al que por esta vía llegamos es esencialmente distinto al que habríamos construido si lo hubiésemos abordado directamente en el eje del nivel de vida. Esto nos lleva a una conclusión: En el eje del nivel de vida están presentes todas las necesidades humanas, pero vistas sólo desde la perspectiva económica.

ESTO SIGNIFICA QUE lo que se recorta (elimina) al pasar del eje de florecimiento humano al del nivel de vida no son necesidades, sino sus perspectivas no económicas. Con lo anterior he mostrado que la pregunta sobre la viabilidad de abordar el problema de la pobreza directamente en el eje del nivel de vida -sin pasar por el del florecimiento humano, único eje conceptual en el que es dable identificar todas las necesidades (y capacidades) humanas-, camino adoptado por casi todos los estudiosos de la pobreza, es incorrecto.

ESTA CONCLUSION SE convierte en arma crítica fundamental no sólo del enfoque convencional de la pobreza, sino del de Sen sobre las capacidades y funcionamientos (capabilities-functionings).3 El convencional (sólo "necesidades" materiales que se satisfacen únicamente con objetos, para lo que nada más se requieren recursos económicos monetizables o, peor aún, sólo ingresos corrientes) lleva a una concepción parcial incluso de las llamadas necesidades materiales. Salvo el caso de alguien que realice todas sus comidas en restaurantes o comedores institucionales, caso muy raro, sobre todo en el tercer mundo, comer supone no sólo objetos no duraderos (alimentos), sino las actividades de cocinar y asociadas (abastecimiento y limpieza) y los objetos duraderos implicados (estufa, mesa, sillas, cubiertos) y otros no duraderos (detergentes). También desconoce las necesidades "no materiales".

LA MEDICION DE la pobreza toma a veces la forma (indirecta) de medición de los recursos del hogar y otras la observación directa de la (in)satisfacción de necesidades. Quienes miden la pobreza por ingresos abordan directamente el eje del nivel de vida, sin pasar por el de florecimiento humano. Como la medición indirecta de la pobreza a través del nivel de ingresos ha predominado, el recorte no se ha convertido en un tema de discusión. Sin embargo, en la aplicación de cualquier método no indirecto es necesario explicitar el recorte. Por ejemplo, si queremos adoptar un método directo de medición del nivel de vida y de la pobreza, y decidimos adoptar el esquema de necesidades de Max-Neef, tendríamos que decidir, explícitamente, cuáles necesidades de su esquema abordaremos y a través de qué indicadores. El enfoque convencional consistiría en trabajar sólo las necesidades de subsistencia, protección y entendimiento. Los argumentos aquí adoptados nos obligarían, en cambio, para situarnos en el eje del nivel de vida y abordar la pobreza económica, a trabajar con todas las necesidades pero sólo desde la perspectiva económica. En necesidades como afecto no deberíamos construir indicadores de satisfacción o insatisfacción de la necesidad, sino de la presencia de obstáculos económicos. Por ejemplo, buscaríamos identificar la falta de recursos económicos para compartir actividades con otras personas o para participar en actividades políticas o cívicas.

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1 La clasificación presentada fue desarrollada por Lederer y, de manera independiente, también por Kamenetzky (citados por Doyal y Gough, Teoría de las necesidades humanas). Max Neef et al. manejan una gama de satisfactores más amplia aún. Aunque no elaboran una clasificación cerrada de los mismos, si forzamos un poco los elementos proporcionados en su "Matriz de necesidades y satisfactores" (p. 42 de Desarrollo a escala humana) podemos concluir que, además de los tres elementos de Lederer y Kamenetzky, añadiríamos tres satisfactores: virtudes, capacidades o habilidades; ámbitos o espacios; instituciones. Para no complicar de momento la discusión del texto, podemos manejar el debate que sigue con los tres elementos anotados. Sin embargo, surgen aquí temas importantes. Por una parte, es muy claro que de los tres satisfactores, actividades es el más omnipresente, ya que los bienes pueden concebirse como actividades humanas (de otras personas) objetivadas; los servicios como actividades humanas (de otras personas) no objetivadas; y las relaciones pueden verse, en parte, como la interacción con otras personas, es decir, como realización de actividades conjuntas con otras personas. Este papel sobresaliente de las actividades se asocia inmediatamente, puesto que detrás de cada actividad hay capacidades humanas, con las capacidades humanas. El desarrollo humano es fundamentalmente el desarrollo de las capacidades humanas, pero éstas son inseparables de las necesidades e incomprensibles sin ellas: ¿por qué y para qué habría de desarrollar el ser humano su capacidad de amar si no le fuera necesidad fundamental amar y ser amado?

2 Para la elaboración del cuadro he adoptado la concepción, que desarrollé hace quince años, de las fuentes de bienestar de los hogares, que concibe que, además de los recursos económicos monetizables (ingresos corrientes, activos básicos y no básicos, y acceso a bienes y servicios gratuitos), el tiempo, así como los conocimientos y las habilidades son también recursos escasos, por tanto, recursos económicos (aunque no monetizables).

3 En el Capítulo 8 de Julio Boltvinik, Ampliar la mirada. Un nuevo enfoque de la pobreza y el florecimiento humano, tesis de doctorado (Ciesas-Occidente), muestro que el enfoque de Sen está ubicado en el eje del nivel de vida y no, como algunos creen, en el de florecimiento humano.

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