Por un mundo sin violencia ni pobreza El relevo de la Marcha Mundial de las Mujeres cruzó México de sur a norte • Participan en ella 5 mil 500 organizaciones de mujeres en todo el mundo Gaspar Morquecho La mañana del sábado 23 de abril, cerca de 2 mil mujeres, la mayoría de ellas indígenas, se concentraron en la Plaza Catedral de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, después de recorrer las principales calles de la ciudad, listas para recibir a sus compañeras que de Centroamérica venían para entregar a las mexicanas el relevo de la Marcha Mundial de Mujeres (MMM). La manta insignia de la Marcha va creciendo conforme avanza por cada país. En cada lugar se añade un bordado, una bandera nacional, una pequeña manta, hasta sumar 163 emblemas que las mujeres irán agregando hasta llegar a su destino final, apoyada por las 5 mil 500 organizaciones feministas y grupos de mujeres en todo el mundo. Las marchistas realizaron una enérgica, alegre y mujeril manifestación de sus reclamos como, por ejemplo, el de “Un mundo sin violencia, sin pobreza”, exigiendo sus derechos como mujeres y, también los de los hombres. Se manifestaron contra la creciente corrupción en los diverso ámbitos de la sociedad y denunciaron la violencia hacia las mujeres en las fronteras, pues la mayoría de ellas son violadas, dijeron. Parecía que la lista de reclamos no tenía fin, reflejo del global deterioro que padecen las mujeres en el mundo. En medio de ese panorama sombrío, es importante destacar las capacidades de organización, convocatoria y movilización que han desarrollado las mujeres en el mundo, en el continente y, en este caso, en Chiapas. Asoma apenas la trama de sus redes que hicieron posible el encuentro de mujeres del Istmo Centroamericano con las que forman la diversidad de mujeres indígenas en Chiapas. Allí estaban las indígenas, mestizas y también las del estado de Veracruz y del Istmo mexicano que se oponen a los transgénicos, a la contaminación de aguas en los ríos, las playas y mares señalando la necesidad de “un nuevo país y un mundo mejor”. Mujeres chiapanecas que con sus vistosos atuendos indígenas miraban a las otras, de otros lados, con otros vestidos, quizá más elegantes, como los las juchitecas y tehuanas. Escuchando atentas y con admiración, los otros idiomas y viendo, con otro tanto de sorpresa, los modos de las otras que estaban ahí, como las mujeres del Istmo y sus bailes o la alegre e internacionalista parodia de las Nosotras que nos queremos tanto que, vestidas al estilo de los veinte, centraron su mensaje en la diversidad, riqueza, fortaleza y dignidad de las mujeres que de por si ahí estaban: tzeltales de Tenejapa, Amatenango o Bachajón: tzotziles de Chamula, Carranza o Chenalhó; de la costa y de la montaña; mixtecas y nahuas; caribeñas, argentinas, salvadoreñas; indígenas y mestizas; laicas y religiosas; profesionistas y amas de casa; solteras, casadas, divorciadas; niñas, jóvenes, adultas y abuelas; diversas también en sus preferencias sexuales; pobres la mayoría y otras no tanto, sin faltar, una “alivianada” mujer del “reve” que, entre las asistentes quiso hacer del evento una broma y en voz alta preguntaba: “¿Qué podríamos hacer sin los hombres?” Por cierto, habíamos unas decenas de ellos. La mujeres chiapanecas que participan en la MMM denunciaron que la violación de su derechos se ve acrecentada por las reformas estructurales, es decir, entre más reformas neoliberales, más pobreza y marginación y que la práctica de los “usos y costumbres” en el campo y la ciudad agudizan la desigualdad y la sumisión delas mujeres. En el caso de las migrantes, dijeron, los abusos sexuales son parte de esos “usos y costumbres” que en muchos casos concluyen en el tráfico de mujeres con fines de prostitución. Recordaron la matanza en Acteal en la que 33 mujeres, niñas, madres y abuelas fueron masacradas y la tragedia de Minerva, mujer cho’l de 19 años que fue víctima de violenta acción paramilitar: “Su cuerpo afrontó la visión patriarcal de sus verdugos que haciendo alarde de fuerza y poder la retuvieron 3 días en los que continuamente abusaron de ella”. También denunciaron la desaparición forzada y la ejecución de 12 mujeres más en la Zona Norte de Chiapas y mencionaron a “Guadalupe, María, Gabriela, Celina, Brígida y María Rebeca. Lamentablemente, dijeron, la historia niega estas voces y mucho nombres quedarán sepultados en el silencio que nace del terror”, y cerraron con un llamado a unirse al llamado de la MMM que convoca a todas y todos para “transformar el mundo.” La insignia de la Marcha llegó el mismo 23 a la Ciudad de México, resguardada por una comitiva de mujeres indígenas y otras activistas. La gran manta que clama por la igualdad y la paz, hecha con los cuadros que agregaron las argentinas, bolivianas, peruanas, ecuatorianas, colombianas, hatianas, cubanas, hondureñas, salvadoreños, guatemaltecas y, ahora, las mexicanas, fue recibida en el Foro Políticas Económicas Neoliberales de las Mujeres, donde un centenar de mujeres sindicalistas, académicas y activistas condenaron la “perversidad” del modelo neoliberal. Allí, la ecofeminista Ursula Oswald recordó que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) “costó en una década, un centímetro. Un centímetro en el promedio de la estatura de la infancia” y explicó que ese centímetro indica cómo el hambre ha llegado hasta los huesos de la infancia en el país. Posteriormente la manta, la comitiva
y también la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad,
llegaron el día 25 a la ciudad de Chihuahua, y luego a Ciudad
Juárez, donde este año ya se agregaron 10 asesinatos de
mujeres a la lista del feminicidio. Para más información y
acceder al texto de la Carta Mundial de las Mujeres: |