ELOGIOS Y HEREJIAS
21.11.81
EN la neblina el agua, o viceversa,
y bajo la neblina los destellos
interminables de lo frío o lo negro
o la nocturnidad
de unos ojos rusos, negros,
tus ojos, Natalie, buscando
ayuda, help, como tu grito,
que es un grito de pájaro,
entre más apagado mayormente
doliente, inevitable, hondo su alcance hondo,
inalcanzable.
EN la neblina el agua de tus ojos
temerosos del agua, abatidos
desde lejanas horas por la madre
a la que la gitana dijo
"mantenla lejos
de las oscuras aguas". No es de terror tu grito,
es de ternura
triste, derrotada, desolada en el sueño de embriaguez
y abandono y certeza
de que llegó el final, de que la vida
ha cumplido su círculo y te entregas,
después de la tormenta de la fiesta, en
el fragor de la resaca, a tu sueño sin sueño,
a tu sueño en vigilia, si así puede decirse, vigilante
de lo que te rodea o pareciera te rodea:
una fanal que no sabe dar contigo,
alegrías distantes desde la costa como a cansadas ráfagas,
y a cuatrocientos metros, nada más, el exhausto sopor
del marido irritado y del presunto amante, Christopher,
Robert, nombres
llenos de ti, como las pantallas,
entonces nuevas,
de nuestros ojos.