Usted está aquí: lunes 2 de mayo de 2005 Sociedad y Justicia El narcotur, nueva atracción para los paseantes que visitan Sinaloa

Fastuosas residencias y empresas de famosos traficantes de drogas, parte del recorrido

El narcotur, nueva atracción para los paseantes que visitan Sinaloa

La "arquitectura de la delincuencia" ya es imitada hasta en los barrios más humildes

CLAUDIA HERRERA BELTRAN ENVIADA

Ampliar la imagen Capilla del bandido "generoso" Jes�lverde, en la ciudad de Culiac� Sinaloa FOTO La Jornada/Cosme Samaniego

Culiacán, Sin. En esta ciudad hay un paseo turístico que no figura en las guías, cuyos sitios imprescindibles son colonias como Tierra Blanca, Las Quintas, Chapultepec y la capilla del bandido "generoso" Jesús Malverde, convertido en santo de los narcotraficantes.

Lo han bautizado como el narcotur. Así como algunos habitantes invitan a sus huéspedes a las playas de Altata o de compras al centro comercial El Gran Forum, también los llevan a admirar las fachadas de fastuosas residencias de capos del narcotráfico.

Observar las ostentosas edificaciones, contiguas a las de políticos y prósperos agricultores y comerciantes, se ha convertido en un atractivo más de la ciudad.

La llamada "arquitectura de la delincuencia", de recargado estilo, es imitada lo mismo por vecinos pudientes que por habitantes de barrios humildes que buscan reproducir en pequeño los excesos de los jefes de las mafias.

Todo ello como una manifestación más de lo que Elmer Mendoza, escritor sinaloense y estudioso del tema, define como la cultura del narcotráfico, la cual se aprecia en diversos aspectos de la vida en esta ciudad: ropa, joyas, música, gusto por los automóviles lujosos y camionetas (en Culiacán hay un vehículo por cada 4.5 habitantes, cuando el promedio nacional es de uno por cada 15).

En el recorrido, el improvisado guía baja la velocidad del automóvil y señala una serie de edificios con la pintura desteñida, pero con rasgos de la belleza que los distinguió en los años 80.

-Esos departamentos eran de (Miguel Angel) Félix Gallardo (quien antes de convertirse en poderoso traficante había trabajado de policía judicial y guardaespaldas del entonces gobernador de Sinaloa Leopoldo Sánchez Celis).

-Y aquella empresa (productora de lácteos) dicen que es de la esposa de Ismael El Mayo Zambada -explica el anfitrión unas cuadras más adelante.

A simple vista no se puede definir algún estilo en estas residencias: alminares, cúpulas, tejas, columnatas, inmensos muros, arcos. Todo junto.

En esta ciudad, donde desde hace un siglo se han asentado mafias dedicadas a la venta de estupefacientes, sus huellas son visibles no sólo en las persecuciones policiacas y ejecuciones, sino en la cultura y la economía.

Ahí está la capilla de Jesús Malverde, recordado como el bandido que hacía donaciones para causas sociales, quien desde hace más de 130 años es adorado como santo por todo tipo de personas, entre ellas los narcotraficantes.

Guillermo Ibarra, maestro en economía e investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, estima que anualmente el peso del narcotráfico representa alrededor de 10 por ciento del producto interno bruto de Sinaloa, es decir, unos mil 100 millones de dólares, cifra equivalente a lo que exporta la entidad.

"Es muy difícil cuantificarlo con exactitud, porque se trata de dinero subterráneo, pero obviamente hay indicadores. Los depósitos bancarios en Culiacán, los carros de lujo, el auge del mercado inmobiliario y los negocios que de buenas a primeras surgen y caen."

Pero esos indicadores son engañosos, afirma Elmer Mendoza, porque en años recientes ha cobrado fuerza la imitación de los estilos de vida de los traficantes de drogas.

Explica: "El pueblo de México está muy interesado en lo que hacen los hombres que pueden sobresalir; seguimos a los boxeadores, a los deportistas. Eso se trasmina muy fácil a hombres que un día pueden agarrarse a balazos con los policías y matarlos, y otro resolver los problemas de la colonia o del pueblo construyendo una escuela o una iglesia".

Presencia centenaria

La presencia del narcotráfico en Sinaloa data de principios del siglo XX. La vecindad geográfica con Estados Unidos, el país más interesado en prohibir cierto tipo de sustancias sicoactivas, como el opio y sus derivados y la cocaína, determinó el nacimiento de esas actividades en México.

Luis Astorga, en el artículo "México, Colombia y las drogas ilegales: variaciones sobre un mismo tema", relata que "en los años 50, debido a la frecuencia de los enfrentamientos mortales entre traficantes, Culiacán fue bautizada por la prensa como un Chicago con gángsters de huarache".

Derivada de esa época comenzó a fraguarse la leyenda de los traficantes de drogas Miguel Angel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca, Don Neto; Rafael Caro Quintero, Amado Carrillo, El señor de los cielos; los hermanos Arellano Félix, El Chapo Guzmán y Héctor El Güero Palma.

Donde más se nota la presencia cultural de los capos es en los narcocorridos, expresión que ha traspasado fronteras. Como afirma Javier Valdez, periodista de la revista Ríodoce, "escuchar y coleccionar este subgénero musical es casi una religión en Sinaloa".

El extinto Rosalino Chalino Sánchez, uno de los primeros compositores de narcocorridos, ahora es visto como músico de culto, lo mismo que bandas como Los Tigres del Norte, Los Tucanes de Tijuana y Los Huracanes del Norte.

La industria de la narcocomposición funciona con eficacia. Cuentan que el mismo día en que El Chapo Guzmán se fugó del penal de La Palma, en las calles de Culiacán ya estaba a la venta un corrido sobre su huida.

La mayoría de las composiciones hace referencia a los jefes de las bandas y un bajo porcentaje a policías y agentes federales. Este fenómeno puede obedecer a que los narcotraficantes pagan por tener sus corridos.

Además de la música, esa influencia se aprecia en la vestimenta de moda. Pantalón de mezclilla, camisas llamativas -en estos días las Versace son las predilectas-, cinturón piteado y botas de pieles exóticas.

En la base de taxis, un conductor presume a sus compañeros su nueva adquisición: una pesada cadena que le cuelga del cuello.

-¿No tiene miedo de que se la roben?

-Hay otros peores que andan endiamantados. Yo nomás traigo esta cadenita -contesta.

"Los narcos pueden usar ropa y joyas lujosas porque tienen con qué pagar, pero cuando lo empieza a usar todo mundo se convierte más en elemento cultural", añade el escritor y autor de Efecto tequila, su nueva novela.

Ni averiguamos

Un BMW azul se detiene en la céntrica avenida Alvaro Obregón, mientras el conductor de una pick up con vidrios polarizados, modelo 2004, circula frente a la catedral de Culiacán.

Es una pequeña muestra del parque vehicular de la capital sinaloense, donde abundan agencias de automóviles caros y ostentosos: Lincoln, Volvo, Toyota, Cadillac y Hummer, camionetas que tienen un valor de más de un millón de pesos.

Cuando se pregunta al presidente de la Asociación de Distribuidores de Automotores de Sinaloa, Germán del Rincón, si las ventas han subido por el poder del narcotráfico, mueve la cabeza y dice: "Sólo es fama".

Lo que hay, explica, "es mucha imitación, porque aquí la gente siente que con esos coches la van a respetar".

Para abonar a las cifras del glamur en ruedas, Del Rincón explica que Culiacán es la ciudad del país donde se adquieren más pick ups, sin contar las altas ventas de las Pathfinder y Lobo.

Estas transacciones se han convertido, inclusive, en una forma de rastrear a los narcotraficantes. No es extraño que la Procuraduría General de la República solicite a los distribuidores copia de alguna factura.

La señal de que se hace trato con un hombre de actividad misteriosa es que llega a la concesionaria con altas sumas en efectivo, pesos o dólares. "Nosotros ni nos ponemos a averiguar, sólo pedimos que lo depositen en el banco", cuenta un vendedor.

Será el dinero del narcotráfico, de los agricultores de exportación o del comercio, pero en Sinaloa se adquieren muchos automóviles nuevos: 13 mil al año, lo que representa mil 950 millones de pesos.

Art narcó

El visitante continúa en una especie de recorrido visual por la historiografía de las mafias del narcotráfico. En la colonia Tierra Blanca aún se encuentran propiedades que fueron de los primeros narcos famosos, como Ernesto Fonseca y Caro Quintero.

Sin embargo, son casas modestas comparadas con las de sus sucesores. Los lugareños todavía los recuerdan como mafiosos "buenos" y autores de un dicho que los "dignificaba": "si te drogas, te endrogas".

Pero el "Chicago mítico" se acabó en la década de los 70. Elmer Mendoza define esos años como los de la "toma violenta de la ciudad. A partir de entonces la ciudad se convierte en una especie de infierno, se dan muchas vendetas, detenciones y asesinatos".

Las huellas de la "toma de la ciudad" y de la conversión de los narcotraficantes en "empresarios de la globalización" -como los define Ibarra- se encuentran en las deslumbrantes residencias que comienzan a construirse a partir de los años 80.

No es difícil adivinar lo que hay dentro: albercas techadas, capillas, casas de muñecas, jardines, animales exóticos, todo tipo de capricho hecho realidad, como se exhibe cuando son decomisadas porque su propietario "cayó en desgracia".

Los palacios inacabados son otro reflejo de la accidentada vida de sus dueños. No es difícil encontrar en las colonias pudientes de Culiacán suntuosas residencias sin terminar, sin albañiles ni cuidadores a la vista.

Pareciera que siguen en pie como advertencia de ese efímero disfrute.

 
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