Usted está aquí: lunes 2 de mayo de 2005 Política Y ahora, las precampañas

Javier Oliva Posada

Y ahora, las precampañas

Una vez superado (que no resuelto) el larguísimo conflicto del proceso de desafuero al jefe de Gobierno del Distrito Federal, la atención comienza a centrarse en los pasos a seguir por cada uno de los principales partidos políticos, para que conforme a sus leyes y procedimientos internos, logren postular a sus respectivos aspirantes a la Presidencia de la República. Así, la intensidad del debate habrá de incrementarse en proporción directa a la manera en que se aborden agendas, equipos, temas y prestigios. De mantenerse la tendencia en cuanto a la calidad del debate, no son buenas las expectativas respecto de un escenario dominado por las propuestas y la viabilidad de las mismas. Parece que nos aproximamos a una etapa de muchos ataques y descalificaciones, y pocos argumentos.

Si ésa es la atmósfera que predomina en las precampañas, en el proceso formal de la búsqueda de sufragios en enero de 2006 la tendencia habrá de agudizarse. No se trata de ser optimista o no respecto de la política nacional, sino de observar detenidamente la capacidad y calidad de los principales responsables de hacer del debate un intercambio, aún apasionado, pero intercambio al fin, de ideas. Desde luego que no puede deslindarse o suprimirse la parte que corresponde a los ataques personales, a las descalificaciones, a la ventilación de asuntos privados, pero debieran evitarse que sean la parte central y principal de las precampañas ahora y de las campañas después.

Mas en la perspectiva de las responsabilidades, todo apunta a que parece eludirse la sustancia del quehacer político, que son las ideas, el establecimiento de acuerdos duraderos, que a su vez proveen de estabilidad, tanto a las organizaciones como, desde luego, a los actos de gobierno. El PRI, el PAN y el PRD lucharán así, en esta primera fase, contra dos rivales formidables, que en una salida de control de las variables pueden afectar seriamente sus aspiraciones de triunfo.

Me refiero, en primer lugar, a la capacidad interna para procesar sus conflictos; contando o no con instancias formales dirigidas a resolver los problemas suscitados por la disputa de la candidatura presidencial, lo que habrá de contar aún más será el talento y oficio político de los grupos y personalidades, no para simular acuerdos, sino para establecerlos y en su momento cumplirlos. A esto se le llama de manera coloquial, la unidad del partido. Al instrumento, política interna. El segundo rival será la fácil y cómoda tentación del ataque y la descalificación.

Este último adversario no requiere de mayor esfuerzo intelectual, de análisis o de formulación de un proyecto; en una sola palabra, no se necesita trabajo para llevarlo a la práctica. En efecto, basta con tener una edición actualizada del Diccionario de la Real Academia de la Lengua y algún refranero de calidad para hilar insultos, ironías y señalamientos con la pueril finalidad de debilitar al adversario y fortalecer al propio. No niego que sea una parte, pero de ninguna forma puede ser o convertirse esa línea de acción en el eje central de las precampañas. Allí todos habrán de perder, comenzando por la deteriorada política, los partidos, así como los aspirantes involucrados y sus equipos.

Debemos recordar, además, que hay otros procesos electorales locales concurrentes para 2006. En esa situación se encuentran Guanajuato, Jalisco, Morelos y el Distrito Federal, que renovarán a su gobernador y jefe de Gobierno, para cada caso. Además, en agosto, en Chiapas (sólo gobernador), y en Tabasco en octubre, también elegirán a sus respectivos ejecutivos locales. Todo esto sin contar los procesos del estado de México, Campeche, Colima, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, que tendrán para el mismo 2 de julio del siguiente año comicios para renovar las presidencias municipales (a excepción de San Luis Potosí) y el Congreso local.

Tenemos, entonces, que en total serán mil 472 (sí, leyó bien, mil 472) cargos sujetos a elección popular, incluyendo la Presidencia de la República y las Cámaras de Diputados federal y Senado de la República. De dinero destinado para el efecto, ni hablar; pero sí en cuanto a los costos políticos y sociales recpecto a la percepción de los contenidos. Por eso, ante la inminencia de su arranque, las precampañas son una muy buena oportunidad que no debemos desperdiciar para que partidos políticos y precandidatos hagan de las ideas su punto de apoyo, su palanca para convocar y movilizar la atención. Pero si la descalificación cubre los espacios en los medios, habremos desperdiciado una gran posibilidad de restaurar un tanto el prestigio de la política y de las ideas. Cerremos el paso a las difamaciones y a las afirmaciones sin sustento.

 
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