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2 de mayo de 2005 |
GARROTES Y ZANAHORIAS PERCEPCIONES Los gobiernos mexicanos son en extremo sensibles a la opinión pública internacional. Así sucede en especial desde el gobierno de Miguel de la Madrid, y el de Vicente Fox no escapa a esta regla. Pero el caso de este último llama la atención, pues a diferencia de sus tres predecesores, su ascensión a la Presidencia fue saludada en el mundo como acontecimiento lleno de buenos augurios para el desarrollo democrático. No son muchos los mandatarios que en la historia de México hayan contado, como Fox en sus primeros años, con una prensa internacional tan favorable. Tan es así que su primer canciller quiso aprovecharla reclamando a la comunidad un "bono democrático" que, según el gobierno de Fox, se merecía por haber llegado al poder como en efecto ocurrió por medio de un triunfo electoral claro e intachable. Como además el Presidente refrendó a plenitud la política económica que puso en práctica el gobierno de Ernesto Zedillo, se daba por descontado que los factores internacionales serían incondicionalmente favorables para asegurar un crecimiento mayor y sostenido. La recesión estadunidense de 2001 precipitó lo que muchos críticos habían advertido: el modelo exportador basado en la maquila y la exportación de bienes intensivos en mano de obra barata topó con sus propios límites al no contar con el soporte de una estrategia de cambio productivo capaz de inducir transformaciones sustentables a largo plazo. Al apocamiento de la economía se añadió de manera paulatina la crispación política generada en la renuncia del gobierno para emprender la reforma del Estado. Salieron entonces a la luz nuevas facetas, que perduran y se acentúan conforme se aproxima el término del plazo sexenal del llamado gobierno del cambio: ineficacia operativa, descoordinación, falta de liderazgo, pugnas por el poder y la sucesión. Con el conflicto declarado entre el gobierno federal y el del Distrito Federal afloraron las peores aristas de la transición política. La impresión que sobre el conflicto predomina en los medios internacionales no es favorable para el gobierno federal y es en términos generales muy cercana a la que defiende el jefe del Gobierno capitalino. En las semanas recientes medios de información y de opinión relevantes de Estados Unidos y de Europa se han ocupado de este asunto, y el balance de las interpretaciones es netamente desfavorable para el presidente Fox, que ahora aparece como un gobernante más del denostado tercer mundo, capaz de manipular políticamente en su favor la procuración de justicia. Todo esto tiene un alto potencial desestabilizador sobre la economía. La percepción en el mundo de este conflicto es muy nociva para generar confianza en los mercados, y no sería extraño si los agentes del exterior abrieran un paréntesis de espera con respecto a México. Más que defender su imagen ante el mundo, el gobierno tiene la obligación de crear la certidumbre de que éste es un país de leyes. No hacerlo con eficacia puede precipitar otro final crítico de sexenio § |